¿Cuál era su nombre?, Elena...no, Estefanía...no, ah si, Érica

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¿Cómo era posible que estuviera nerviosa?, ¡por el amor de dios!, había hecho este tipo de reuniones ¿Cuántas veces? ¿Un millón?, pero claro antes esos ojos no estaban allí sentados mirándome fijamente, mirándome con tanto deseo que sentía que mi piel se incendiaba. Yo traté de no mirarlo en ningún momento desde que había entrado en la sala de reunión, pero sentía su mirada sobre mi, podía casi escuchar sus pensamientos. Maldición...

-Amaia...-Yo me sobresalté cuando la mano del señor Tomas Jiménez me tocó el brazo. El señor Jiménez era mi jefe, por tanto el dueño del periódico.-¿Estás bien?.-Me dijo frunciendo el ceño.

-Si, si perfectamente. Solo estaba viendo algo aquí...-Dije medio patosa moviendo las carpetas.

-¿Están todos no?.

-Si, señor.

-Perfecto, gracias por organizar todo.-Me dijo satisfecho.

-Es mi trabajo. ¿Hablaremos solo de los números de ventas...?.

-No, de hecho hay algo que les quiero plantear a todos vosotros, especialmente a ti y a unos cuantos más.

Yo lo miré extrañada.

-¿Y de que se trata?.

-Ya lo verás, no seas impaciente.-Me dijo riendo.-Bueno, venga, silencio todos.-Anunció en voz alta mirando a su alrededor y caminando hacia la silla que estaba en el extremo de la mesa, yo me senté también en mi lugar, a su derecha y traté de mirar los papeles que tenía en las manos, aunque no los estuviera leyendo. Sentía aún la mirada de Alfred y estaba a punto de soltar un taco. Tomé aire y me dije que no tenía porque sentirme así, vale Alfred era el único que me hacía sentir de esta manera pero...sacudí la cabeza, yo era una profesional y nadie podía discutirme eso. Me concentré en lo que estaba diciendo el señor Jiménez, ignorando por completo a mi "amante secreto" que parecía estarse divirtiendo con la situación.

-¿Pero eso mas o menos de que iría?.-Escuché que preguntaba uno de nuestros editores.

Yo me pregunté de que estaban hablando y miré a mi jefe.

-Bueno, la cosa es que quiero que nuestro periódico sea el numero uno de la ciudad, quiero que sea el mejor.-Sonrió.-Estoy seguro que todos queremos lo mismo ¿no?, bueno, llegó la hora de buscar nuestras exclusivas, no solo dentro de la ciudad sino también fuera.

-¿Y eso que quiere decir?.-Preguntó otro.

-Quiere decir que voy a nombrar a un grupo de periodistas, junto con algún editor, en grupos que se repartirán por varias ciudades, y traerán las mejores noticias.

Hubo cierta agitación cuando nombraron los viajes.

-¿Crees que sea necesario movilizar tanta gente?.-Pregunté yo, pensaba que quizás enviar a un par de reporteros estaría bien, pero formar grupos, y enviar también editores creía que no era necesario, sobretodo porque no teníamos la garantía de obtener noticias lo suficientemente buenas.

-Si, a ver, enviando a algunos editores tenemos la garantía de que los artículos estén perfecto cuando lleguen aquí.- Sacudió la cabeza.-De cualquier forma, a cada grupo yo les asignaré una noticia, o quizás una nota.

-Vale...-Dije asintiendo.

-Bueno, ¿quienes queréis ofreceros para este proyecto?

Yo pestañeé un par de veces cuando todos comenzaron a salir de la sala con sonrisas de felicidad al pensar que este proyecto era fantástico. Claro, yo también hubiese pensado que era fantástico si Tomas no me hubiese dicho que tenía que viajar en uno de esos estúpidos grupos...¿pero que iba a hacer yo allí?, yo era la editora en jefe, tenia que quedarme en la oficina revisando que todo estuviese perfecto. "Eres la mejor, Amaia, tengo que enviarte a este proyecto", habían sido las palabras de él. Y como si fuese poco en mi "grupillo" estaba Alfred. Eso casi me hizo reír, aunque no sabía bien si reír o llorar. Si no fuese por que Regi también estaba yo hubiese dejado todo.

Levanté la vista recuperándome de todo aquello y vi a Alfred allí aun parado, pero no estaba solo, hablaba con una chica...¿Cuál era su nombre?, Elena...no, Estefanía...no, ah si, Érica. Fruncí el ceño cuando los vi sonreír como tontos. Vi como le tocaba el brazo ocasionalmente y mi espalda se tensó. Que truco más viejo. Pensé. Vale, estaban coqueteando y yo era tan idiota que estaba mirando la escenita como si de una película se tratara. Ella se movió un poco y unos papeles que estaban aún sobre la mesa se cayeron. Cuando DAlfred se agachó para recogerlos ella también lo hizo y chocó "sin querer" con él al levantarse, por lo que sus cuerpos estaban mas cerca. Yo miré al cielo. ¿Pero de donde sacaba esta tía esos trucos?, ¿de la cosmo?, pensé y solté una risita. Ella al final se despidió de él sin quitar esa misma cara de idiota y salió. Yo la seguí con la mirada y luego me levanté de la mesa, me di cuenta que no quedaba nadie más y que yo me había quedado allí como una tonta.

-Amaia...-Escuché la voz de Alfred pero lo ignoré, cuando llegué a la puerta sentí que alguien llegaba a mi espalda cerrándola rápidamente.

-Deja de hacer eso.-Le dije girándome para mirarlo.

-¿Qué cosa?.

-Quedarte conmigo a solas, aquí las paredes tienen oídos.-Susurré.

-Pero eso lo hace mas excitante, ¿a que si?.

-No, eso lo hace una estupidez.-Lo empujé.

-Me va a encantar tenerte a mi lado de ahora en adelante...-Me dijo sonriendo. Yo supuse que se refería al proyecto y al viaje que haríamos pronto.

-Seguro.-Dije irónica.-Y también te encantará tener a la tonta ésta cerca ¿no?.-Para mi pesar la tal Érica también estaba en nuestro grupo.

Él levantó las cejas.

-Vaya, vaya...-Rió.-¿Estás celosa, jefa?.

-Eso te gustaría ¿no?.-Reí.-Pues no, no estoy celosa, tú puedes estar con quien quieras...me parece que...-Antes de que yo terminase de hablar Alfred me besó tan sensualmente que mi cuerpo vibró en menos de un segundo. Su lengua buscó la mía y un gemido salió de mi garganta sin que pudiera evitarlo.

-Estás celosa.-Me susurró sonriendo.

-¿Por qué tendría que estar celosa?.

-¿Por qué me quieres?.

Yo solté una risita.

-El amor no existe, Alfred.-Dije con una mueca irónica.

-¿Quién ha hablado de amor?.Dijo él sonriendo pícaro.-Solo dije que me querías...y tú y yo sabemos para que me quieres.-Sus dedos acariciaron mi rostro y yo los aparté.

-Esto tiene que acabarse...

-¿Tú quieres que acabe?.-Me dejó un beso en el cuello, por lo que se me hizo imposible responder.-Eso pensé...-Rió con mi silencio.

Mi corazón estaba tan desbocado que temí que Alfred lo escuchara.

-No quiero que acabe.- Sonreí mirándolo.-Pero no podemos tener siempre lo que queremos ¿verdad?.

-¿Quién dijo que no?, yo te tendré para mi en ese viaje...

-Es un viaje de trabajo.

-Lo sé. ¿Y sabes cual es mi trabajo?.-Me susurró al oído.-Complacerte.-Su aliento caliente me hizo estremecer y no pude evitar reír.

Tomé su cara entre mis manos y lo besé, sus labios eran últimamente mi obsesión.

-Dile a tu amiga que renueve sus trucos para coquetear.-Le susurré y me di la vuelta saliendo de allí.

Alfred acababa con mi cordura, ¿y lo peor?, que a mi me encantaba.

Esclavo de sus besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora