11. Esto es una tradición.

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Entré en pánico casi al instante. Los ojos me arden, los pulmones se me vacían y mi pecho me duele de tanto intentar gritar bajo el agua. Pero nadie hace nada. Sólo puedo oír las risas y un conteo amortiguado de la multitud de jóvenes a las orillas de la alberca. Ya no hay música, así que puedo oír casi todo con mayor claridad.

Me siento cansado, ya no quiero ni intento patalear. Sólo me dejo caer, completamente inherte, esperando salir del agua por mi cuenta. Pero esto no ocurre, y no lo entiendo.

-¡Basta ya, suéltalo!-reconozco la voz de Emilio gritando desde la superficie. Es hasta ese momento en que me doy cuenta que no puedo flotar por la mano que me toma del tobillo para evitarlo.

-Venga, Emilio. ¡Relájate!

-No-le exclamó Emilio en respuesta, sólo entonces las voces ajenas se callaron-, no me voy a relajar hasta que lo dejes salir.

-¡Por favor!-exclamó otra voz, más aguda y molesta que las anteriores-, esto es una tradición.

Ni dos segundos después escucho el chapuzón que alguien se ha metido contra el agua, entonces me sueltan y ese alguien me saca sin mucho esfuerzo. Es Emilio. No puedo respirar del todo bien y toso tanto como puedo, pero aún me cuesta mantenerme a flote. Emilio se asegura de sostenerme hasta llegar a la orilla para eso.

Afortunadamente estamos fuera de la alberca. Enfrente mío, podía mirar el rostro de Emilio entre el mar de personas viendo lo sucedido. Las risas cesaron, ahora sólo muchos pares de ojos nos miran expectantes.

-¿Estás bien?-me habla, respirando agitadamente.

-Sí...

-Me tenías muy preocupado-y cuando lo habla, me abraza contra su pecho. Éste moviéndose de arriba hacia abajo al son del mío. Puedo sentir la explosión de sensaciones en las partes de mi piel siendo estrechadas entre sus brazos, todo esto es diferente a lo que he sentido antes estando con él.

Las manos de Emilio se sentían tibias sobre la piel helada de mi espalda mientras intentaba reconfortarme, sus ojos estaban apagados por la preocupación y yo no podía encontrar voz para decirle que todo estaba bien, que no debía preocuparse de nada. En su lugar, comencé a sentir que las piernas me temblaban como gelatina de limón y que el corazón se me salía del pecho.

Pero Emilio no parecía darse cuenta de lo patético que posiblemente yo lucía en ese momento, tan nervioso como una colegiala de primero de secundaria por el repentino contacto con el que claramente era el chico de mi sueños, el chico del que llevaba soñando desde que comencé a actuar a su lado.

Levanté la vista, como esperando una señal divina o una fuente de fortaleza proveniente de algún dios que quisiera apiadarse de mí y hacer todo en mí un poquito menos cobarde. Lo suficientemente valiente para no sentirme tan poca cosa a su lado y decirle lo que siento de una buena vez.

Por encima del hombro de Emilio alcanzo a ver a Ricky, volteando de lado a lado, buscando saber lo que pasa. Paola Marín le susurra en el oído y para el siguiente minuto, frunce el ceño y entonces despotrica:

-Ni se les ocurra hacer ésto aquí de nuevo-les dice en general a todos los chicos que tuvieron que ver con lo sucedido. Los acusados me miran con cara de fastidio y de arriba a abajo sin mucha discreción. Entonces me lo vuelvo a repetir, no debí venir a esta fiesta-. De hecho, no se molesten en volver siquiera.

-Pero, Ricky...-interviene uno de los idiotas que respaldan a Aidan, poniéndole una mano en el hombro. Pero, Ricardo se deshace del gesto del otro con un movimiento totalmente elegante. Parece muy molesto, aunque no parece estarlo por las mismas razones que Emilio.

IMPOSSIBLE, emiliaco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora