Capítulo 54

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Al despertar, se encuentra con que Kirishima yace en la oficina, mirándole con ojos curiosos y preocupados, como un cachorrito.

—¿Cómo se siente?— pregunta Eijirō a penas se da cuenta que el mayor ya está consciente, y hablando en voz bajita, casi de manera cómica.

—Aún tengo migraña...— responde Tamaki, con tono de queja, pasándose las manos por el cabello azabache—. Pero ya no es tan feo como antes...

—Necesita irse a su casa, senpai, a descansar.

—Eso haré. Es... ¿No ha llegado Mirio?

—¿Uhm?— pregunta el menor, acercándole al contrario una botella de agua que a Amajiki le ha parecido que emerge de la nada—. No lo he visto. Pero Fat Gum dijo que vendría pronto. Mientras tanto yo lo cuido. Mirio-senpai no debe de tardar.

—Gracias.

Tamaki toma un gran sorbo del agua con la intensión de amainar el horroroso dolor de cabeza, palpitante. Posteriormente, cerrando la botella, se levanta cual largo es y, con ceño fruncido por la luz molesta, mira el rostro angustioso del menor frente a él. ¿Realmente es novio de Eijirō? ¿Por qué al apreciarlo no siente ese deseo de besarlo como con Mirio? ¿Acaso es porque le aqueja la migraña? Tiene que ser honesto, Kirishima es atractivo, pero no le causa ese anhelo, ese querer ni ese cosquilleo en la piel por buscar contacto más allá de abrazos. ¿Qué está mal con él?

—Kirishima-kun— musita el morocho, bajando la mirada apenado—. ¿Podrías hacerme un favor?

—Por supuesto— afirma de inmediato el de dientes afilados, aún vistiendo su traje de héroe y dispuesto a ayudar a su mayor con cualquier cosa—. ¿Qué necesita?

—¿Podrías...? ¿Podemos besarnos?

Parpadeando por tan repentina petición, Eijirō observa que el mayor se avergüenza y se encoge en su sitio; es muy raro que Tamaki le pida ese tipo de cosas, aún siendo pareja. Sí, usualmente lo hacen, cada que se acuerdan o caen en la cuenta de su situación.

—Oh... Sí. Seguro...

Entre lleno de seguridad por lo rutinario del gesto e incomodidad por el gran valor de éste, Eijirō se inclina un poco hacia adelante para acercar su rostro al del mayor cuyos párpados se cierran con rapidez al notar el corte de distancia entre ambos.

Tamaki siente como los labios del menor se presionan contra los suyos, sin hacer más movimiento que dejar un casto y sencillo beso. Es corto, pero dura lo suficiente como para que Amajiki se dé cuenta de que no siente nada con el gesto y esto solo logra confundirlo aún más. Hacer esto nunca se siente correcto. Él necesita respuestas claras. ¡Una epifanía! Lo único que vislumbra luego de separarse de Kirishima es a Mirio plantado bajo el umbral de la puerta.

—Lamento importunar— habla Mirio, quedamente.

Kirishima se gira con rapidez para mirarle y los ojos azules del rubio se clavan en él un segundo antes de volver a mirar directo a los orbes obsidiana de Amajiki, indescifrable.

Al malestar de cabeza se le suma una opresión en el pecho, sudor en su frente y manos al igual que dificultad al respirar.

—Mirio-senpai— saluda el pelirrojo, haciendo una reverencia ligera—. Pase. Fat Gum ya me informó que vendría por Tamaki-senpai.

—Lo lamento... Yo tendría que quedarme— musita el azabache, cabizbajo y jugando nerviosamente con sus dedos.

—Está bien, senpai. Debe descansar. Yo y Fat Gum cubriremos su turno.

Tamaki parece dudarlo por un segundo, pero acepta a fin de cuentas y se acerca al rubio con pasos temerosos y aún con la mirada gacha.

—Nos vemos.

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