GAL (VIII)

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De haber tenido la oportunidad, habría disparado a la hermana de Holden. De verdad no esperaba que se quedara de brazos cruzados mientras alguien apuntaba con un arma a su hermana, ¿no? Porque si así era, aquel hombre era un necio.

Salvo que entendía su postura de colocarse en medio de las dos. No hacía mucho Erin había hecho lo mismo por ella y, desde luego, Gal no se pensaría ni dos veces recibir una bala por alguna de sus hermanas. Aunque en su naturaleza como soldado era algo que se esperaba que hiciera.

El problema era que ahora sentía que había abandonado a Andy. Se había visto entre la espada y la pared, pues no podía permitir que hiriesen a Erin más de lo que ya lo habían hecho, y la presión de Lethe también ayudó a que se viera arrastrada lejos de Andreja de nuevo. Pero debía tener la esperanza de que Holden consiguiera convencer a la loca de su hermana para que se detuviera en su propósito.

Claro que Gal no era de aquellas que dejaban que la esperanza jugara un papel en su vida, era más de hacer que las cosas sucedieran.

Mientras se alejaba del pasillo donde habían dejado a Andy y Holden, Gal no podía evitar mirar hacia atrás. Era consciente de que no iban a aparecer y, por ello, estaba tentada a volver sobre sus pasos y ayudar a Andreja como ella sabía. La mano que se entrelazaba a la suya propia, le recordaba que tenía alguien más de quién preocuparse: Erin.

—¿Estará bien? —preguntó su hermana.

—Sí, seguro que Holden sabe manejar la situación —mintió Gal con soltura, porque tampoco podía estar segura de ello. ¿Realmente podría? ¿O al final cedería y dejaría que la loca de su hermana llevara a cabo su misión? Prefería no tener que pensarlo.

Ya no se oían sus voces y pese a que estaba segura de que estaba volviendo sobre sus pasos, por un momento se sintió desorientada. Volver a la guarida Taarof se les estaba complicando más de lo que pensaba. Básicamente porque estaba con la mente en otra parte.

Giraron hacia la izquierda y luego hacia la derecha. Sabía que al final de aquel largo pasillo se encontraban la escalera principal, de corte imperial que se abría a un lado y a otro. Tendrían que pasarlas y llegar a la zona más oeste del edificio.

Antes de llegar a las escaleras, la sacudida de una explosión las tomó de improvisto. Gal abrazó a Erin para protegerla con su cuerpo y se echó hacia una de las paredes. Lethe tosió y Erin estornudo, mientras que ella misma se deshacía del polvo del cemento que había caído sobre sus ojos.

Gal, soy Knox, responde. —Al otro lado de su intercomunicador, la voz de su teniente la dejó desconcertada por un segundo—. Hay puestos explosivos alrededor de todo el edificio, salid ¡ya!

—Knox, hemos perdido a Andreja y a Holden —respondió—. Tengo que volver a por ellos.

Negativo —Knox, suspiró—. Saca a Erin del edificio, es una orden. Nos reagrupamos en el todoterreno. Lethe sabe dónde está.

—¡No puedo dejarla! —replicó con fiereza.

Sal del maldito edificio, Meraki. —La voz de Knox se tensó al otro lado—. Es una orden.

Su mirada se intercambió con Lethe. La mujer la miraba con un brillo en los ojos que comprendió que era pesar, el mismo que le estaba presionando a ella el pecho.

—Estará bien, conocen bien este lugar. Si alguien puede salir de aquí, son ellos. —Las palabras de Lethe fueron como un sedante para sus intenciones—. Erin te necesita.

El nombre de su hermana pequeña le hizo recapacitar. Aunque la dejara con Lethe, no sabían cuantos insurgentes había fuera y con explosivos a su alrededor, tendrían más posibilidades si se mantenían unidas.

La Bahía de los Condenados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora