Sin patos que exploten, por favor

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-¡Demeteeer!-Gritó una voz desde un cuarto- ¡TU PATO SE COMIÓ MI AMBROSIA!

Ese era un día normal para los Olímpicos.
Habían pasado ya dos meses desde su primer día de clases, el tiempo se esfumó rápidamente sin darles tiempo de adaptarse del todo a su nuevo entorno. Y ese día era de especial tensión para todos, un día que presagiaba malas noticias con solo pronunciar su nombre.

-¿Dónde está?- irrumpió Demeter en el cuarto de Ares- ¿Dónde está el pato?
  Ares señaló rapidamente a una esquina de la habitación, donde un pato los miraba fijamente mientras le salían volutas de humo del trasero.
-Como esa cosa defeque aquí no dudaré en...
Demeter agarró al pato.
-¿Cuánta a comido?- Preguntó.
El dios de la guerra señaló un envase, que tenía forma de corazón y una carta.
-No tenía derecho a comerlo- Protestó- , estaba en mí dominio ¿Escuchaste eso, criatura maligna?
El pato se limitó a mirarlo.
-Cállate -Le espetó la diosa- ¿Sabes que la ambrosia lo puede matar?
-Pues espero explote.
Para temor de la dueña, el pato graznó y comenzó a vibrar, para finalmente hacer su llamado de la naturaleza en la alfombra de Ares.
-¡Maldito animal acuático!-rugió el dios.
-¡Obgit!-exclamó Demeter admirada- para ser un pato has sobrevivido, tenemos que esperar que no explotes.
Acto seguido, lo llevó a su habitación dejando a un dios de la guerra furioso en pijamas.
Lamentablemente, no sería la única mala noticia que tendría ese día...

Los dioses del olimpo en la EscuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora