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    Estaba en mi cama, teniendo otra de mis innumerables crisis hacia las 3:00 de la madrugada. Esta fue diferente al conseguir derrotar el miedo que me atormentaba; esta vez supe que lo ocurrido el anterior día no volvería a pasar. No sabía cómo lo iba a realizar, pero desde luego, tenía que terminar, no podría seguir aguantando esto. Ya que no me acuerdo de más, creo que me dormí.

    Mis ojos se abrieron con el sonar del despertador y lentamente levante mi pesado cuerpo de la cama. Pasé rápidamente cerca del espejo y lo esquivé con la mirada por el  miedo a reflejar mi rostro en el y ver el estado en el que estaba. Ese día, como muchos otros, iba vestido de negro, camiseta y pantalón largos y una chaqueta con capucha  para intentar tapar mis facciones descuidadas debido a mi situación social y psicológica. Casi nunca mostraba mis brazos dado que había demasiados seísmos provocados por esa angustia y desesperación que llevaba conmigo a todas partes y acumulaba hasta llegar a casa y descargarla dando lugar a esas profundas hendiduras que cada vez tardaban más en cicatrizar.

    Después de vestirme salí de la cueva en la que vivía con la mochila llena de libros y la cabeza rebosante de dudas acerca de cómo resolvería este obstáculo que me impedía ser libre. En mis orejas había unos tapones  que desprendían una melodía que hacía retumbar mi corazón, era una de esas canciones que te sacaba fuerzas de donde no las hay, de esas que te animan a correr, pero no porque te dé ganas de hacer ejercicio ni te haga sentir bien sino que te hace correr hacia el puente con altura más cercano.

    Llegué a la cárcel y entré en una de sus celdas, en la que ya todos me esperaban para empezar con la juerga de ofensas hacia mi: “maricón, sopla-nucas, mariposón, muerdealmohadas...”. Caminé hacia mi pupitre haciendo como que no me importaba...como siempre, y me senté dejando mis cosas a un lado como siempre.

    Fue muy fácil pensarlo, lo complicado sería realizarlo. Aguanté insultos entre clase y clase.

    Uno de mis supuestos compañeros, justo cuando sonó la campana, empujó mi hombro hacia atrás; recuerdo bien sus palabras, dijo:

    -¿Qué te pasa marica?¿Tienes mucha prisa?

    Clavó su mirada en mí, intenté esquivarla, pero rápidamente recordé la reflexión que había tenido en la madrugada y reaccione. Como estaba demasiado pegado, lo aparté con todas mis fuerzas, y no eran muchas, ya que no me alimentaba bien debido a mi estado de ánimo, aunque  fueron las suficientes como para que se alejase.

    -Subnormal, ¿qué haces? No me toques. Veo que tienes ganas de fiesta, te espero en el patio. - dijo amenazante. Se fue enfadado.

    En ese momento supe que no me esperaba nada bueno, pero debía afrontarlo como otras veces aunque esta vez con la cabeza alta y la ideas claras. Llegué al patio, allí estaba, con sus amigos, pensando cómo humillarme esta vez. Me acerqué y lo que recibí fue una bofetada mientras en mis oídos retumbaba una frase.”Espabila, que tienes un pollo en la cabeza que no veas.”. Iba a recibir otro golpe, pero frené su muñeca harto ya de estereotipos en los que no estaba permitida la libertad de expresión. En vez de pegarle, hice que comprendiera que con violencia nada se arregla.

    -“Yo no te critico por tus gustos ni preferencias, tú no deberías criticarme a mí. ¿Qué más da que ame a un hombre o a una mujer? El amor es el amor y no entiende de sexos. Ser homosexual no es tener ninguna enfermedad ni tener ningún pollo en la cabeza, la homofobia sí lo es, pero eso ya es cosa tuya, acepta a las personas como son!”

    Desde aquel día entendió que no puedes enjaular al pajarito de colores en una jaula en la que todos comen del mismo alpiste, estas aves son peculiares, estas prefieren ser libres e independientes, sin alguien juzgándolas. Prefieren ser ellas mismas. Prefieren ser ellas las dueñas de las alas que conducirán su camino. Eso pensé, que iluso fui.

    Después de la conversación el asunto se zanjó. Él lo hizo finalizar. Yo le pedí volar libre y él me impulsó hacia el paraíso, el lugar en el que las aves son las patronas, él me llevo al cielo.