Sonidos de sirenas invadieron mis oídos junto a pisadas y gente hablando. Tenía frío, demasiado. Mis párpados pesaban impidiéndome que abriese los ojos. Todo estaba oscuro a mi alrededor.
¿Cómo acabé aquí?
¿Qué estaba haciendo antes de llegar aquí?
Cierto. Un coche me atropelló. Pero... ¿Dónde estaba? Solo me rodeaba la oscuridad.
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-¡Narel, despierta!- Zarandeó al niño pequeño que dormía en su cama con sábanas de color negro. -¡Venga vago, levanta ya o padre se cabreara!- La niña de pelo rizado rubio y ojos azules salió de la habitación tras amenazarle con el dedo al crío de pelo oscuro.
La puerta se cerró de un golpe y seguido se escuchó como alguien cerraba con llave. El niño, aún adormilado, restregó su puño en su ojo derecho mientras visualizaba la puerta de madera.
-¿Nara?- Preguntó con un tono sollozante y adormilado.
Rápidamente salió de la minúscula cama, intentó abrir con sus pequeñas manos aquella puerta, pero el picaporte estaba completamente bloqueado. Le habían encerrado.
El niño golpeó con toda su fuerza la puerta entre sollozos y gritos de auxilio. Su pequeño cuerpo temblaba. Cada vez que pasa el tiempo, su respiración se convertía pesada. Sus ojos se nublaron, pero el niño no desistía de su intento de salir al exterior. Calló de rodillas frente aquella enorme puerta, sus labios se tornaron azules. Con sus manos acariciaba lentamente la superficie de madera de aquella puerta, dejando un pequeño rastro de sangre proveniente de sus uñas.
La habitación se cerraba, como si las paredes tuvieran un mecanismo para que aquel sitio se volviese cada vez más estrecho. Parecía como si las paredes quisieran aplastar al niño que yacía sobre el frío suelo de mármol. Escuchó como al otro lado de la puerta sus hermanos mayores se burlaban de él riéndose y llamándolo débil. Por lo contrario, Nara, la niña del pelo rubio, rápidamente se hizo con la llave y abrió la puerta encontrando a su hermano pequeño desmayado en el suelo.
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-Por favor, despierta.- Suplicó. -No fue mi intención...- Sollozó.
Aquella voz femenina era... no, no era Nara.
Sentía como mi cuerpo pesaba, no podía moverme. Estaba completamente paralizado, como si algo no me dejase despertar de aquella pesadilla que se reflejaba una y otra vez en mi mente. Tenía frío.
¿Esto era estar muerto?
Noté una fuerte presión en mi garganta, me costaba respirar. Parecía como si alguien me estrangulara.
-Te mataré.-
Abrí mis ojos por completo al reconocer su voz, rápidamente mis manos se colocaron sobre las de ella intentando apartar su agarre de mí. Sus frías manos me agarraban con fuerza mientras insultos salían de su boca. Todo esto no tenía sentido. ¿Cómo había llegado hasta mi primera casa? ¿Qué hace ella aquí?
-Eres un maldito parásito, debí acabar contigo cuando pude.-
Luché intentando deshacerme de su agarre. Sus esqueléticos dedos se aferraban a mi cuello como una lapa.
De repente, el dolor cesó y ella desapareció. La atmósfera se volvió cálida. Un sol abrasador me cegó ¿De dónde había salido?
La fina arena cubría mis pies mientras las olas rompían en la orilla. Todo parecía calmado.
Esto no era real.
Cerré de nuevo mis ojos con fuerza intentando despertar de aquel sueño, o lo que fuese, pero seguía allí, sumergido en mis pensamientos; en aquellos recuerdos que alguna vez quise borrar de mi mente.
-Narel- Aquella voz sonaba como la de mi padre. -Hijo... Mírame.- Miré a mi alrededor en su busca.
-Hijo...- Sonaba cada vez más lejos. Como si huyera de mí.
Comencé a correr hacia la procedencia de la voz con la esperanza de que fuera él. Pero más que corría volvía al sitio de inicio. Su voz me llamaba una y otra vez, sin descanso.
Había perdido el sentido del tiempo. El sol seguía en la misma posición que hace un rato.
El tiempo no avanzaba, pero tampoco retrocedía. Pero mi mente y mi cuerpo pesaba cada vez más, estaba cansado de correr y volver al punto de inicio.
No podía salir de aquí. Pero... ¿Realmente quiero volver al mundo real? Aquí todo estaba en calma, y podía soportar el malestar que sentía. Incluso podría llegar acostumbrar a ello.
Me tumbé sobre la fina arena. - Ojalá estuvieran aquí mis hermanos.- Susurré colocando mi brazo derecho sobre mi cara.
-Deberías levantarte y demostrar que eres fuerte. No te crié para que fueras un vago.-
- ¿P-Padre?- Estaba confuso, había aparecido de repente enfrente de mí.
- Recuerda, yo fui quién te sacó de allí. Deberás hacer todo lo que te diga, y no quiero ningún no como respuesta -
Ya no me encontraba en una playa, si no en una especie de nave abandonada.
-¿Qué hacemos aquí? -
- Toma. - Sacó una pistola y me la ofreció. Le miré confuso unos segundos. - ¡Qué la cojas! - Exigió.
Agarré la pistola sin comprender su objetivo. ¿Qué estaba planeando?
-Demuestra que eres mi hijo favorito.- Dos personas trajeron arrastras a alguien con una bolsa que le cubría el rostro por completo y con las manos atadas.
- ¿Qué quieres que haga?- Pregunté sin apartar mi mirada de las tres personas.
Mi padre hizo un gesto con la mano, como dándoles una orden a los otros dos. Uno de ellos le quitó con fuerza aquella bolsa que le cubría la cara.
Abrí por completo los ojos.
- Quiero que lo mates. -
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El infierno está dentro de mí.
DiversosUna sonrisa aparecía en su rostro cuando poco a poco, en su interior, acababa con su propia vida. Parecía sumergirse completamente en la oscuridad. Sin corazón y sin remordimientos. ¿Sentimientos? Esa palabra dejó de tener significa para él cuand...