Al crepúsculo, Makno Nox, Señor Kent en Venassi, observaba
la ciudad desde la ventana de su habitación más alta. Las luces despertaban como pequeñas criaturas abriendo sus ojos a la noche. El brillo de los hologramas, anuncios LED y cables de neón que se aferraban a los antiguos muros de piedra resultaba más evidente entonces, y la ciudad lucia menos vieja. Eso no le agradaba mucho a Makno. "...pero que se le va a hacer, no podemos frenar el progreso". Entre los techos se alzaban las columnas de humo de las piras encendidas. Coloridos dragones de papel, representando a Enrid, ondulaban en el aire; el Festival de Nuevo Ciclo se acercaba. Las aguas del canal parecían iridiscentes, como aguas manchadas de aceite al reflejar las luces violáceas de la ciudad.
–Por tantos ciclos fue Venassi, nuestro hogar, la nación más poderosa en todo Siera –dijo Makno posando una mano llena de anillos relucientes en el gélido cristal de la ventana, como queriendo tocar la ciudad entera–. Todo gracias a su gran canal. La posicionó como el centro del comercio y viaje marítimo – continuó, mientras deslizaba sus ojos por todo lo largo de sus aguas–, hizo, además, que sus tierras fueran las más fértiles por el constante riego subterráneo. Tierra sagrada.
En el centro de su despacho, un mapa tridimensional de la ciudad entera giraba lentamente con tenue luz celeste. Las zonas de mayor resistencia se pintaban en rojo, las zonas que lo apoyaban; en verde. Al fondo de la habitación, atrás del mapa, permanecía de pie Sírlen Mikxens, tan firme como una muralla, como siempre. Escuchaba con atención a su amo, y los lentes le brillaban frente a la figura tridimensional.
–Por generaciones, mi familia gobernó en la más grandiosa supremacía esta nación –dijo Makno con voz angustiada. Se pasó la mano por la poblada barba y luego por la cabeza, echando atrás su larga cabellera con rayos grisáceos atisbo de años acumulados, y de cansancio.
–Hasta que descubrimos el verdadero potencial de la quema de la armiza y el anillo geográfico se dividió por sectores, de uno al cuatro, en base a la riqueza del mineral en las tierras de cada nación –agregó Mikxens, mientras Makno se retiraba una gran capa negra con una robusta cabeza de dragón plateada en la hombrera izquierda. Se sintió más liviano tras retirarse el peso de los hombros. "Ojalá pudiera hacer lo mismo con mis deberes" pensó para sí mismo. Afirmó con la cabeza al comentario acertado del estudioso Mikxens y se desplomó en el asiento tras su escritorio soltando un gran quejido, sin disimulo de su cansancio ante su consejero; le tenía más confianza a él que a cualquier otro en todo Venassi. Mikxens lo había visto ya, tanto en sus peores, como en sus mejores momentos, a él y a su padre antes que él...
Un pequeño robot de servidumbre anticuado le acercó una bandeja de plata a Makno con un vaso de cristal con su bebida favorita. (Su destrucción...)
–Y ahora, Rood, y Sullidens de los Sectores 1 y 2 insinúan con ceder la zona minera entera en el planeta Mender a las víboras virdeanas –masculló Makno llevándose el vaso a la boca. Bebió hasta el fondo, la nuez en la garganta se le movió de arriba hacia abajo y entregó el vaso vacío al robot para que lo volviera a llenar–. Bastardos... Después de todo lo que hizo mi padre durante el esfuerzo unificado del consorcio por serraformar Mender. –Makno frunció el ceño, iracundo–. Satisfacer los caprichos de los malditos Estados Virdeanos, y a la vez, despojarme a mí de gran parte de mis reservas de armiza. Dos dianas con un solo tiro.
El pequeño robot de servidumbre volvió con el vaso lleno, sus ruedas producían un suave chirrido, como si estuvieran mal engrasadas.
–Eso pondría al Sector 3 en un estado aún más comprometido –dijo Mikxens acercándose al escritorio, con las manos tras la espalda–. Es evidente que sus intenciones son las de degradar al estado Kent al nivel de carestía del estado 4; el Sector Urot. Su plan es un dominio bisectorial. Su nuevo orden mundial. Y quien sabe que nueva jugarreta estén planeando los Estados Virdeanos ahora mismo.
Makno sacudió la cabeza
–Por eso atacaré Mender, Mikxens. Para luchar por lo que nos pertenece, no solo a los Nox, ¡sino al Sector Kent entero! No bastó con quitarnos el trono, ahora quieren hundirnos aún más en el pozo. Mi beligerancia hacia los estados Virdeanos les hace sentirse incomodos. No saben cómo desembarazarse de mí. – Makno bebió de su vaso–. Por eso luchare por lo nuestro en Mender, así tenga que hacerlo solo. Así tenga que poner a gran parte de mi propio pueblo en mi contra... –Makno apretujó los dedos en el brazo del asiento y puso los ojos en el mapa, allí en esos sectores de la ciudad que se pintaban en rojo resistencia–. Pero luego entenderán... Entenderán que hice lo mejor para la gloria del sector Kent.
–Tienen miedo, han cedido sus almas a las tentaciones de los sectores superiores –agregó Mikxens viendo también las zonas pintadas de rojo–. Se han vuelto dóciles y le consideran a usted mismo como el adversario.
El robot de servidumbre salió del lugar produciendo su chirrido mientras Makno lo miraba alejarse con disgusto.
–¿Sabes, Mikxens? –dijo Makno echándose hacia atrás en su cómodo asiento–. Yo también tengo miedo... Le he visto en mis sueños...
Mikxens se giró hacia él alzando las cejas con genuino interés. –¿A quién, mi señor? ¿A Enrid?
Makno afirmó con un gesto de su cabeza, con los ojos cerrados.
–Me ha advertido, Mikxens... Me ha pedido que no declare la guerra en Mender a Virden. Pero yo no sé qué pensar, estas visiones... ¿Creer o no en ellas?
El señor Mikxens puso las manos en el escritorio inclinándose hacia Makno.
–Haga lo que tenga que hacer por la gloria del sector Kent, mi señor. Los dioses nos abandonaron, ya no están aquí; ahora gobernamos nosotros, usted. –Su rostro era sombrío, de nuevo, sus lentes no reflejaban nada; estaban vacíos.
El robot de servidumbre volvió a la habitación, esta vez con la botella entera.
–No desistiré –dijo Makno. Se puso de pie frente al robot tomando la botella de la bandeja–. No temeré, pues el miedo es muerte en vida. La pequeña muerte. Una nación debe decidir su propio destino.
Makno era casi tan alto como Mikxens. De cuerpo esbelto a pesar de su edad. Llevaba un entallado traje gris, cuyo chaleco yacía ya abierto de par en par mostrando su pecho desnudo con los broches dorados colgándole a los lados. Se empinó a fondo la botella, y cuando el viejo robot chirriante se alejaba, le administró un potente puntapié que lo impactó en pedazos contra la pared opuesta.
–¿Qué hace esta chatarra en mi palacio, Mikxens? No me gusta ver tal decadencia en mi casa. Me deprime.
–Mañana le pediré al conserje que le asigne un modelo de última generación, mi señor –dijo Mikxens, viendo con compasión al pequeño robot convulsionar en el suelo.
Fin del capitulo 2
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El Tecnomesías: Saga Sistema aislado, primer libro
Science FictionUn joven cosmosoldado atormentado por su pasado y la maldad humana. Una beatificada figura pública con dos rostros e intenciones subrepticias. Un ser virtual que perdió su propósito. Y un sistema al borde del colapso. La Gran Retención, un fenómeno...