Qué hiciste

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  Cuando Julio y yo nos casamos ya sabía de su afición a la bebida, pero como lo mismo tomaba durante tres días seguido, que dejaba de hacerlo durante meses, pues no se lo tenía en cuenta.

  Pero después de empezar a irle mal algunos negocios su comportamiento con la bebida pasó a ser mucho peor, llegaba borracho a casa, gritaba, tiraba cosas e incluso se peleaba con otras personas.

  En ese tiempo yo me quede embarazada de nuestro único hijo y le di a elegir entre la bebida y nosotros, trate de convencerlo de que visitara a especialistas para que lo ayudaran, pero seguía igual. Hasta que un día, poco antes de que naciera el bebé dejo de beber y todo fue a mejor.


  Durante nuestro matrimonio fuimos muy felices, nuestro hijo era encantador y muy bueno, era un sueño de niño. Nosotros éramos cómplices, amigos y amantes. Estamos muy enamorados y no habíamos perdido la chispa.

  Nuestros trabajos no nos impedían pasar tiempo juntos, al contrario, yo trabajo en una clínica dental y él había montado diferentes negocios a lo largo de su vida, que por unas cosas o por otras había ido sustituyendo por otros.

  Teníamos una relación muy social, nos gustaba ir al cine, a cenar o a tomar algo con los amigos y durante más de diez años él no probó el alcohol. Hacíamos viajes con nuestro hijo, con amigos, paseábamos, lo normal de una pareja.


  Unos años después volvió a cambiar de negocio, y esta vez abrió un bar. Al principio todo iba fantástico, el local era precioso, estaba bien ubicado y por ello, estaba siempre lleno.

  Un día, mientras tomábamos algo con amigos en el bar de Julio, él nos acompañó tomando una copa y me sorprendió, aunque no me lo tomé mal, al fin y al cabo después de tantos años sin beber pensaba que lo había controlado. Pero me equivoqué y con ello llegó nuestra ruina como matrimonio y como familia.


  A partir de entonces las borracheras se sucedían día si y día también, yo estaba desesperada no sabía que hacer ni a quién recurrir porque él no quería ayuda de nadie.

  El bar entró en quiebra a los pocos meses porque, además de que se bebía el género, su comportamiento con los clientes era vergonzoso y se peleaba con la mayoría por llevar la razón en diferentes temas.

  Empezó a echarme en cara que yo era una triunfadora y su comportamiento conmigo se tornó muy machista, cosa que nunca había pasado. Me culpaba a mí de su fracaso y cada día que pasaba me hacía sentir peor.


  Cansada de sus insultos, de su mal carácter y de su adicción, principalmente, cogí a mi hijo y como dice el refrán "carretera y manta" y nos fuimos a casa de mi madre durante unos días.

  Fueron las semanas más amargas de mi vida y tuve que coger la baja en el trabajo por depresión, porque yo lo quería y él había preferido la bebida a nuestra familia.

  Poco después pedí los papeles del divorció y alquilé un pisito para vivir con mi hijo. Me buscó y lo hizo tan intensamente que le pusieron una orden de alejamiento para que no se acercara a mí. Desde entonces acudo a terapia y tomo pastillas para poder dormir.


  A Julio no lo he vuelto a ver y sé por amigos que me ha seguido buscado, pero yo no quiero verlo, mi hijo no le habla y tampoco quiere saber nada de él mientras su padre no acepte que necesita ayuda.

  Juntos, mi hijo y yo vamos superando está etapa poco a poco y cada día estamos más cerca de volver a ser felices como una vez lo fuimos. Nos tenemos el uno al otro y yo siempre voy a estar ahí con él.

FIN❤

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