capítulo doce

280 36 1
                                    

—¡Es un pedófilo boluda! Deberían ir a hablar a dirección —le dije a Cielo, haciendo que suspiré. Sé que se está arrepintiendo por contarme.

Me fue a buscar a educación física para poder ir a tomar mates a la única plaza que tenemos en el Country, ella me dijo en el recreo que quería tener un momento a solas conmigo y claramente se lo concedí porque bueno... ¿Quién le puede negar algo a ella? Está acostada en mi pecho mientras yo me mantengo en un árbol, el mate pasó a segundo plano cuando empezó a contarme lo que está pasando en la clase de ejercicio de mujeres.

Sí, ilógicamente nos tienen separados.

—No quiero que se arme quilombo...

—No es una boludes Cielo, habla con tus compañeras y vayan.

Lopez, el profesor de educación física, las está obligando a llevar pantalones shorts con el frío que hace... ¡Estamos en invierno! Y él se excusa con estar buscando la comodidad de las alumnas, lo peor es que las amenaza diciéndoles que van a desaprobar si no lo hacen. Agregando que toda la hora de clase se la pasan corriendo sin hacer algún tipo de ejercicio previo, esto podría hasta catalogar como explotación porque hasta yo sé, sabiendo que odio el deporte, que no se puede entrenar sin antes elongar.

—Ludo me cayó bien —me dijo cambiando de tema. Se la dejé pasar.

—Ella es lo más...

—¿Y qué esperas para activar? Estas siendo medio lento..., medio bastante.

—Me importa en serio y creo que —suspiré, admitir esto lastima mi ego—, quiero ir despacio.

—No vas a ser virgen toda tu vida ¿Lo sabes? —me preguntó incorporándose para dar la vuelta y mirarme con una sonrisa burlona, rodé mis ojos empujándola un poco— ¡No te lo estoy diciendo en un mal sentido! Si le importas y te gusta, deberías decírselo.

—Las cosas están más que dichas.

—Bueno, pero tenés que darle esa seguridad.

—¿Ella no puede hacerlo?

—Siento que están en una competencia para ver quién se demuestra menos..., cuando ambos sienten lo mismo ¡No seas estúpido!

Hice una mueca, no sé si tiene razón, porque los dos nos demostramos bastante y ninguno se queda callado a la hora de responder lo que el otro está diciendo. Ya establecimos una confianza que me encanta y estamos bien, sé que el sexo es importante y que cada vez las ganas son más, pero no es lo único que quiero de ella como para preocupar cuándo vamos a hacerlo. Aunque tengo que admitir que sí debería tocar ese tema alguna vez, ni siquiera sé si se está tomando la libertad de acostarse con otros mientras que conmigo solo comparte besos. No quiero pensar en eso.

—O sea... ¿Que no sea vos y Joaco?

—¡¿Por qué me bardeas si yo no te hice nada?!

—Mentira tonta —me reí acercándome para abrazarla, la ataqué solo por la necesidad de cambiar de tema.

—¿Ya le dijiste que sos virgen?

—Nop...

—Deberías.

—¿Por qué de repente estás tan preocupada?

—Porque te noto enganchado y me gusta la pareja que hacen —se encogió de hombros. Lo que más me gusta de Cielo es la sinceridad que tiene encima, sé que nunca me va a mentir y que en el caso que Ludovica no le guste, me lo diría como lo hizo muchas veces—. Todo el mundo está expectante de ustedes ¡Incluso tus amigos ya flasharon que hiciste todo el kamasutra con ella!

Entre versos y otros prejuicios | Primer ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora