Diez

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—Taehyung, ¿todavía estás aquí? Estaba a punto de cerrar.

Taehyung levantó la cabeza del documento al que estaba echando un vistazo. Su oficina estaba tan oscura que apenas veía la silueta de Namjoon en la puerta. Con un gemido, dejó caer su pluma y flexionó sus dedos.

—No me he di cuenta que era tan tarde.

Namjoon se inclinó sobre la jamba de la puerta y cruzó sus brazos. —Sé que Jin y yo te pedimos que trabajaras muy duro, pero no esperamos que te mates a ti mismo.

—No lo haré. Solo quería terminar esto.

—¿Y has terminado?

Taehyung suspiró. —Supongo que tendré que hacerlo. —Echó una mirada al reloj y se levantó de golpe. —¡Maldición! Tenía una invitación para cenar a las ocho.

La risa ahogada de Namjoon llenó la habitación. —Entonces, debes darte prisa. A las damas no les gusta cuando llegas tarde.

Taehyung dejó de abrocharse su abrigo. —¿Cómo sabes que es una dama la que me invitó a cenar, y eso es realmente la verdad?

El mayor sonrió. —Nunca te he visto moverte tan rápidamente antes, así que asumí que no ibas a casa. Y, en verdad, todas las mujeres que he conocido no llevan bien ser ignoradas.

Taehyung cogió su sombrero junto con sus guantes y titubeó en la puerta.
—¿Piensas que un hombre debe siempre decir a una dama la verdad sobre él mismo?

—¿Sobre por qué llega tarde a la cena, o estás hablando en términos más generales?

—Más en general.

Namjoon le consideró. —Pienso que depende del tipo de relación que tengas. Por ejemplo, Seung Hee conoce todo sobre mí y mi menos-que-perfecto pasado, aun así me ama.—Su leve sonrisa murió. —Desafortunadamente, no todas las mujeres son tan aceptadoras.

Taehyung jugueteó con su sombrero.
—No sé cuanto debo revelar sobre mis gustos sexuales.

—¿Confías en ella?

Taehyung pensó en ello, imaginando los azules ojos y la cara seria de Marguerite. —Sí.

—Entonces cuéntaselo.

—¿Y si se aleja de mi por repugnancia?

—Entonces no era la mujer perfecta para ti, ¿verdad?

Taehyung suspiró y caminó hacia la oficina principal, la que por una vez estaba tranquila y desierta. —No estás siendo de mucha ayuda.

—Lo sé. —Namjoon palmeó a Taehyung en la espalda. —Cuéntale algo de ello, entonces, pero por el amor de Dios, no mientas.

Taehyung le deseó buenas noches, echó una cautelosa mirada alrededor de las desoladas, sucias calles y decidió caminar a la calle principal para encontrar un coche de alquiler.

A pesar de atender a su trabajo, había pasado la mayor parte del día preguntándose que debía contarle a Marguerite y cómo reaccionaría ella.
Una cosa estaba clara. No podía permitir que le viera como un perfecto caballero; no estaba a gusto con toda esa pretensión. Ella realmente le gustaba y quería su respeto. Pero ¿qué podía decir que no la horrorizara?

Nada.

Su vida entera era una serie de humillaciones. ¿Por qué demonios ella desearía relacionarse con él de todos modos? En esa nota sombría, hizo señas a un taxi y se dirigió a la casa de Marguerite en Maddox Street.

[♦♦♦]

Marguerite metió su cuchara del bol de la tonta carabina enfrente de ella y lentamente absorbió la tarta de frutas de la plata. Quizá era realmente tonta. La Sra. Jones se había ido a la cama, dejando a Marguerite todavía esperando en la mesa que el querido, querido Taehyung apareciera. En anticipación a su visita, se había puesto su vestido favorito, permitió a su doncella rizar su pelo en una cascada de rizos y prescindió de sus enaguas.

Perversión. » k.th (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora