Otra más

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Capítulo 8: Otra más.

Los días fueron pasando sin que nadie supiera muy bien cómo prepararse o si debían prepararse para algo. Después de la llegada de Hope todo se mantuvo tranquilo. Hasta el quinto día. No eran ni las seis de la mañana cuando todo Storybrooke se sacudió. Como un animal herido que tiembla para mostrar que aún respira. Regina dio un salto en su cama y salió corriendo hacia la estancia principal, encontrándose con Henry en la escalera.

-¿Qué ha sido eso? – dijo el chico.

-Otra de esas explosiones – Regina sintió la conmoción mágica y contuvo la respiración por lo que significaba. Un recordatorio amargo de que estaban en crisis.

-Regina – la voz de Emma se dejó oír desde la planta baja. La sheriff se había quedado a dormir la primera noche, después de la cena y luego otra noche más. Antes de que la morena pudiera detenerlo su habitación de invitados tenía una inquilina recurrente. No iba a quejarse ni a dejar de insistirle a la rubia en que no tenía importancia. Emma había pedido algunas disculpas por la invasión durante las primeras 48 horas, pero ahora se había ajustado al ritmo de la mansión. Y Henry estaba más que conforme con tener a sus madres en la misma casa. Al menos eso entendían ellas dos de su comportamiento casi encantado con la seudo-mudanza de la sheriff.

-Si – confirmó sencillamente la alcaldesa la ver la mueca interrogante de la rubia – es otro mundo alternativo muriendo, tengo la misma sensación que el día que llego Hope.

-¡HOPE! – Henry corrió hacia su habitación y llamó a alguien con su teléfono móvil – ¿Abuela? ¿Hope? – preguntó sin esperar ni una palabra de Snow – vale, voy a tu casa.

-¿Está bien? – indagó Emma con temor y su hijo asintió - ¿quieres que te lleve?

-Estaría bien – dijo el chico, mientras que caminaba rápidamente para cambiarse de ropa.

-También quiero ir – anunció Regina, preocupada por las emociones que la repetición de la explosión pudieran provocar en la hija de Emma.

-Vamos a ir todos – afirmó Emma dirigiéndose a su habitación para vestirse.

Entraron a casa de Snow y David sin golpear. Dentro, dos de los actuales residentes estaban sentadas alrededor de la mesa en silencio. Snow se puso de pie al verlas.

-Hola – dijo sin mucha convicción, viendo como Henry se saltaba las normas en cuanto a la cordialidad para sentarse al lado de Hope y pasar su brazo alrededor de sus hombros de manera protectora. Seguía impactándole lo bien que asumía su papel de hermano mayor. Vio a la joven removerse y quitarle peso al asunto. Snow preguntó a las recién llegadas - ¿quieren beber algo? Hay chocolate y cappuccino.

Regina negó con la cabeza y Emma no respondió a su pregunta, interesada por la ausencia de su padre - ¿Y David?

-Fue a los límites del pueblo donde se produjo la explosión – explicó Snow – quería ver si había una huella, como la última vez.

Emma asintió y observó cómo Regina se acercó a Hope preguntándole como estaba - ¿ella como se encuentra? – murmuró en complicidad a su madre.

-Preocupada supongo – susurró Snow – la vi aturdida cuando ocurrió, luego solo se mostró inquieta por el destino de esa gente y por la frecuencia con la que ocurrían estos desastres. Por lo demás, está silenciosa sobre todo.

Emma había cruzado lo mínimo de palabras con la joven desde su desafortunado encuentro en casa de Regina. Se habían encontrado alguna que otra vez en casa de la morena y en casa de Snow y David. Hasta el día anterior no habían cruzado casi palabras, pero en la tarde de ayer ambas se encontraron solas en casa de los padres de Emma. Así que la rubia mayor hizo un enorme esfuerzo para encontrar como romper el hielo de una manera que no la importunará. Lo consiguió al tercer intento, con una conversación sobre Regina y su manía con el control y el orden. Emma hizo un comentario sobre la necesidad de volver a la mansión antes de que la alcaldesa notará que se había dejado el lavabo sin recoger después de la ducha. Hope río sinceramente por primera vez ante la sheriff y le indicó que estaba segura que era tarde para eso, porque Regina tenía una especie de radar para pillar el caos en su mansión. A Emma le hizo gracia lo mucho que su presunta hija conocía a la morena. Le gustaba, pero también le seguía sorprendiendo. Indicaba un nivel de cercanía que parecía lejana a su estado actual. Aunque Hope tenía 18 años, por lo cual podría haber sucedido a medida que ella crecía. Se sentaron a hablar de Regina y conectaron. Ambas aprobaban el tema de conversación, ambas parecían idolatrar a esa mujer. Emma descubrió a Hope mirándola con curiosidad cuando se perdía en los innumerables encantos que tenía Regina. Encantos que, según ella, quería ocultar con cinismo, pero que siempre surgían a la superficie. Cuando se despidieron se sintió menos tensa y esa noche durmió más aliviada, hasta que aquel sacudón los despertó.

La última Esperanza (The Last Hope)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora