Una vez que terminaron la visita guiada por el club y una vez que Dylan demostró que era capaz de llevar dos bandejas llenas de vasos a la vez, casi todo el mundo estaba listo para abrir.
Las chicas habían empezado a prepararse, Ed tenía todo listo en su palco, la barra estaba preparada, la banda afinaba sus instrumentos después de vestirse y en el camerino de los chicos la mayoría aún terminaba de vestirse y prepararse.
Dylan se había pasado diez minutos en el espejo mirando como le sentaba el uniforme. Pensó en que le diría su padre si le viera así, o que pensaría Simon. Nadie debía saber aquello, nunca. También se pasó otros quince minutos mirando como todos los chicos se hacían la raya del ojo perfecta de una sola pasada, algunos incluso se echan rimel, y él tenía miedo de acercarse aquel lápiz negro puntiagudo al ojo.
–¿Necesitas ayuda?– Le dijo Aaron, el cual ya había terminado y estaba cerrando su taquilla.
–¿Como os sale tan bien lo de los ojos?– Aaron se encogió en hombros.
–Practica.
–Pues yo no puedo hacerlo para esta noche.– Dijo dándole el lápiz de ojos.
–Tengo una idea, ven conmigo.– Dijo saliendo de su camerino y Dylan le siguió por intriga.
–¿A donde?
–Al vestuario de las chicas.
–¿Por qué?
Aaron sorteó las mesas y las sillas colocadas perfectamente hasta la puerta del camerino de las chicas y la abrió después de avisar de que entraban.
Aquello era una completa locura. Las pelucas y la ropa volaban de un lado a otro mientras las chicas no paraban de gritar cosas como: "¿Alguna ha visto mi sujetador?" "¡He perdido mis lentillas!" "¿Alguien me deja pintalabios rojo?" "¡Mierda! ¡Se me ha roto un tacón!"
La verdad es que Dylan se sentía un poco incómodo allí, pero confiaba en Aaron, además de que era su encargado y si él decía que tenía un plan, lo mejor era fiarse de él. Le llevó hasta una chica rubia con un cinturón lleno de brochas, pinceles y maquillaje de todos los tipos y colores.
–Hola, guapa.– Le susurró Aaron al oído y cuando ella se dio la vuelta, le besó.
–Dime que es tu novia o empezaré a pensar muy mal de este sitio.
–No, tranquilo. Lo es. Dylan, esta es Clary.
–¿Tu eres el famoso Dylan?– Le preguntó ella.– El nuevo camarero del que hablan todas las chicas.
–¿Todas hablan de mi?
–Bueno, la mayoría. Bien y mal.
–Ah...
–Necesita ayuda con la raya del ojo.– Le explicó Aaron.– Sólo, con la raya. No te emociones.
–Vaale.
Clary sentó a Dylan en una silla y le dijo que bajo ningún concepto cerrase los ojos o llorarse, y que sobre todo mirara hacia arriba. No sabía cuanto tiempo estaba tardando, pero se le estaba haciendo eterno, hasta que por fin terminó y Dylan se miró en el espejo que tenía a su derecha.
–Te queda bien.– Le dijo Clary.
–Es tremendamente raro. ¿Las chicas os hacéis esto todas las mañanas?– La miró.
–Uy, y esto no es nada. Y ahora muévete, estamos a punto de abrir.
Dylan se levantó y fue en silencio de nuevo hasta el club, pero antes de llegar, vio una puerta entre abierta que daba a un despacho. Dentro estaban Louane y Bryce discutiendo sobre algo. Normalmente, Dylan no era cotilla, pero aquello parecía serio.
–¿Has visto las facturas?
–¿Cuantas veces te he dicho que no hables de trabajo en horas de trabajo?– Dijo Louane mientras se arreglaba el pelo en el espejo.
–Quedan cinco minutos para abrir.– Bryce se puso entre ella y él espejo.– Cariño, esto es serio.
–¿Te crees que no lo sé? Todas las cartas que me llegan son del banco reclamándome dinero. No sé que voy a hacer, y si no pagó todas las deudas... me quitaran el club.
–Encontraremos una solución.
–Pues como no encontremos algo que atraiga a todo Nueva York no sé que va a pasar.– Dijo sentándose en un pequeño sofá y miró a Bryce.– Dime una mentira.
Bryce había convencido a Louane hace años para jugar a aquel pequeño juego. Se pedían mentiras el uno al otro para saber que pensaban completamente lo contrario.
–Deberías ir al gimnasio.
–Vale, dime otra mentira...
–No te quiero.– Louane sonrió un poco y Bryce se sentó junto a ella.
–Solo es dinero. Solo una cifra. Lo conseguiremos.
–Ojalá tengas razón.
–Seguro que si.– Bryce sonrió.– Y ahora no se te ocurra llorar, me ha costado mucho dejarte como una diosa.
–Vale.– Ambos se levantaron.
–Estrés fuera.
–Completamente.
–Estupendo.
Dylan sintió que se acercaban a la puerta así que corrió para salir de allí y que no le pillaran espiando a su jefa el primer día.
Bryce fue el primero en salir y fue directo hacia las chicas con la cabeza bien alta.
–Chicas, es la hora. Así que salid ahí y moved el culo hasta que a la estatua de la libertad se le caigan las bragas.
Dylan corrió hasta salir del vestuario de las chicas justo en el momento en el que la gente entraba al club y se sentaba en sus sitios favoritos.
–Hora de trabajar.– Dijo y se colocó bien el bombín, se alisó el chaleco y fue directo a la barra.
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Show me your burlesque
Teen FictionLa gran manzana puede impactar a todo el mundo, sobre todo a un chico de Kansas, pero cuando Dylan Mcall puso un pie allí, supo que nada iba conseguir devolverle a la antigua granja donde vivía. Sobre todo después de descubrir que es capaz de mover...