14. Forgotten yearning

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Por supuesto las cosas no iban a ser tan sencillas después de confesar todo lo que tenían guardado y a veces pesaban sus errores, junto a esa vieja rutina que tenían ambos de discutir, sumamente arraigada por todos los siglos que llevaban de conocerse.

Los primeros días desde que habían comenzado a sincerarse realmente no los había cambiado mucho, a excepción de ser muy conscientes de la presencia y de cualquier expresión del otro. De una u otra forma, eso terminó por convertirse en una situación estresante, y contradictoria: Arthur apenas podía mirar a los ojos a Francia, y éste no estaba muy seguro de cómo actuar con Inglaterra, no cuando toda la vida se había esforzado en buscar cosas que únicamente lo molestaran.

Matthew, enterándose poco después—y sorprendido de lo importante que fue la intervención de su hermano—, decidió ayudar de manera directa, hablando con su padre sobre cómo habían ido las cosas.

—Es como sí simplemente no hubiese pasado nada, Matthieu —admitió con la exasperación permeando en su voz—. La verdad no sé qué tan rápido o lento se avance, o como tenemos tomar las cosas entre nosotros. Y sabes cómo es Arthur, tampoco es que ayude mucho.

La verdad es que Canadá no tenía mucha idea de que aconsejar, ni cómo debían manejar esa nueva ¿relación?, que tenían ahora las naciones que lo vieron crecer. Se vio tentado a preguntarle a su hermano su opinión, sin embargo no auguraba que otra intervención de Alfred fuera exitosa. Y la situación se volvió por demás extraña: Francia terminó regresando a su apartamento, quería tiempo para pensar.

También estaba el asunto de que su relación era ya más bien del dominio o público, considerando que Estados Unidos ya tenía a medio mundo enterado...Arthur estaba furioso con eso, por supuesto.

—Sé que es difícil dejar de lado el pasado, o la forma en que han aprendido a verse hasta ahora —dijo Matthew, disfrutando la vista brevemente desde el segundo piso de la casa de Francia—. Pero creo que deberías pensar algo así papa: ¿Qué quieres con Inglaterra? ¿Qué es lo que te haría feliz? Si te gustaría ser más directo, no creo que sea inadecuado, es más, creo que es lo que él también quiere.

Francia negó con la cabeza. ¿Por qué tenía que querer tanto a una nación que le tenía terror a ser honesto? Francamente era agotador, muy agotador. Y eso le hacía recordar que por ese problema, el británico estuvo aislado de las otras naciones un buen tiempo.

No le era difícil recordar todas esas veces en que Inglaterra prefirió quedarse para sí mismo todas sus emociones, o con todo lo que pensaba. Sin postergar más un plan de acción, decidió arreglar alguna cita con Arthur en su casa, para no parecer tan agresivo.

Aunque Matthew tenía razón, probablemente ser directo era la solución.

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Si tenía que ser honesto, Arthur no esperó la invitación de Francia, no cuando ambos parecían naciones jóvenes sin rumbos en cuanto a cómo tratar su nueva relación. Pero no debía sorprenderle, Francis siempre era más de detalles y dejar claro sus intenciones con sus intereses románticos.

El pensar en cómo había sido el galo con sus otras relaciones no era muy bueno para él, ¿Por qué tenía que sentir celos? Ya debería tener en cuenta la larga lista de relaciones que sabía  tenía Francis.

Se presentó en casa del galo a la hora acordada, sintiéndose todavía más nervioso que cuando estaba intentando acercarse a Francia. Comenzaba a percibir como ridículo con la insistencia con que le daba vueltas a todo lo que estaba pasando entre ellos.

—Esta...está delicioso —halagó con gran esfuerzo la comida de Francia —. Gracias por invitarme.

Francia asintió con una sonrisa, y Arthur no pudo evitar pensar en cuánto le gustaba esa expresión del francés, o lo peculiar de cómo caía la sombra de las velas en el centro de la mesa sobre los labios del otro.

Por supuesto, la mirada del británico no pasó desapercibida por Francis; desde que decidieron decirse todas las verdades que guardaron, podía leer mejor el comportamiento del bretón. Le enterneció ese gesto mal disimulado de Arthur de admirar sus labios.

Apreció complacido el jadeo de sorpresa con que Inglaterra recibió su beso, acción que realizó aprovechando un pequeño momento en que se levantó para destapar un poco de vino. Al momento se preocupó cuando Arthur no reaccionó ni dijo nada.

Y el francés fue tomado por sorpresa, casi perdiendo el equilibrio, cuando el británico se levantó bruscamente para corresponder el beso, aprovechando para abrazarlo por la cintura. Sus labios se vieron en la inesperada dificultad de asimilar la intensidad con que Arthur tomó el control de la acción iniciada por él. A duras penas encontró la claridad mental suficiente para sostenerse de los hombros de Inglaterra.

Si algo encontró fácil Francis, fue el dejarse envolver en la necesidad y pasión con que lo sorprendía su antes rival. Las manos de ambos comenzaban a mostrarse inquietas en el cuerpo del otro, y el galo estaba más que complacido con la avidez del beso, que lo empujó bruscamente contra la mesa donde los alimentos yacían olvidados.

Hasta que el estruendo de algo de cristal al romperse en pedazos al caer al suelo los asustó a ambos.

Inglaterra se separó rápidamente de Francia, como si lo que acabara de hacer no hubiese sido su intención, o dentro de sus planes. Cuando miró a Francis, este sonrió con alegre malicia, y no supo si sentirse molesto por el poco autocontrol que tuvo, o sorprenderse de lo mucho que le provocaba el rostro enrojecido del otro, o lo mucho que sus ojos disfrutaba la imagen de ese hombre sin aliento.

—Supongo que deberíamos limpiar —señaló lo obvio Arthur, sin mejor comentario—. Yo...yo te ayudo —el británico ofreció y salió rápidamente en busco de algo con que recoger el desastre.

A Francis, la verdad es que no le importaba mucho la botella rota, pero suponía que con lo que acababa de pasar podía ser positivo en que vendrían muchos cambios.

Podía ser paciente, tenían toda la eternidad para encontrar su ritmo.

Lost, In You [Hetalia] [UkFr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora