Capítulo 20:

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JESS:

Después de la cena, decidí subir a mi habitación con la excusa de que estaba demasiado cansada y me dolía la cabeza. Marco simplemente asintió y tras recoger entre ambos la cocina, él se marchó a continuar con su dibujo y yo, fui escaleras arriba para tumbarme en la cama y dormir como nunca antes lo había hecho. Salvo que una vez lo hice, me acordé de Vero y decidí, tras darle mil vueltas a la cabeza, escribirle un mensaje para ver qué tal había ido todo. No quería inmiscuirme en sus problemas familiares, pero ella es mi amiga y no me gusta verla apagada, había desarrollado un vínculo especial con ella y ahora todo era diferente. Es como si ahora viera su vida desde sus zapatos, claro que su dolor era diferente al mío. Ella no contestó —algo que imaginaba—, y en lugar de seguir esperando decidí ponerme a leer un rato porque el sueño se había apaciguado y, en la cama, el cansancio se veía desde otra perspectiva. Pero tras una media hora entre las páginas del libro que tenía entre mis manos, tres golpes suaves sonaron en la puerta sorprendiéndome.

—Jessica, ¿puedo pasar? —preguntó Marco tras la puerta. No emití ningún sonido, le dije que me iba a la cama y, sinceramente después de lo que me había preguntado para finalizar la conversación, pensar en volver a hablar con él en un espacio reducido a veinte metros cuadrados me dejaba sin aliento y con los vellos de punta.

¿Por qué quieres esa pregunta en blanco? ¿Por qué esa y no cualquier otra? ¿Qué escondes, Jessica?

Y yo le respondí que no solo algunas personas son difíciles de leer, sino que hay otras que, aunque son tangibles consiguen hacer un borrón en su historial y hacer una parte de su pasado invisible.

Le escuché suspirar al otro lado de la puerta antes de abrirla y observarle a él agarrando el picaporte con una de esas miradas indescriptibles que posee la mayoría de veces en las que necesito una respuesta de su parte.

—Jessica... —Suspiró.

—Te dije que me iba a la cama, Marco —dije despacio mientras me echaba hacia atrás para encontrar con mi espalda el cabecero de la cama.

—Estoy aquí porque sabía que no lo harías. —Esbozó una sonrisa señalando el libro en la cama. Me apresuré a taparlo con la colcha mientras él soltaba una carcajada silenciosa que hizo que mis mejillas se tiñesen de rojo a pesar de que él no pudiera verme.

—Iba a... —No terminé la frase. No iba a hacerlo cuando sabía que se daría cuenta de que lo que fuera que fuese a decirle es una excusa.

—Tenemos que hablar —dijo terminando de adentrarse en la habitación antes de cerrar la puerta detrás de él. Sé que dije que esperaba que apareciera en mi habitación por la noche para hablar de todo esto pero, ahora que está sucediendo puedo decir con seguridad que no esperaba que eso fuera a pasar realmente. Es decir, Marco Collins, el chico de pelo negro azabache y con millones de preguntas ocultas, el chico que nunca daba explicaciones, el chico con un humor de perros, el chico que nunca daba respuestas, estaba de pie en la puerta de mi habitación esperando para darme una. Es difícil de creer, ¿verdad?

—Me parece que eso podíamos haberlo hecho durante la cena, en cambio te interesaste más en mí que en eso.

—Suelo hacerlo —se justificó encogiendo sus hombros.

—No lo entiendo, Marco. Me tratas como justificante para todo lo que haces y que tiene una explicación —repliqué seria. Él soltó una carcajada similar a la de hace unos minutos que hizo que yo frunciera el ceño imitando una de sus usuales y características poses, no encontraba nada divertido en esto.

—Supongo que después de lo que acabas de decir vas a continuar con algún tipo de palabrería superficial así que continúa, por favor —pidió como si esto fuera divertido, con una sonrisa helada para mis ojos, con una sonrisa que pedía que continuase para después venir con una explicación, esas que nunca solía darme y que, en raras y contadas ocasiones sí que lo hacía para desestabilizarme al completo.

MARCO© ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora