Alfred
-No hace falta, de verdad Alfred
-Sí que la hace-afirmé mirándola a esos ojos que tanto me gustaban
Me miró con un gesto de aprobación, nos sentamos en un banco y continúe- hace 5 años estaba prometido con Ana; era una chica increíble, ella y yo nos conocíamos desde los 3 años; siempre fuimos mejores amigos hasta que nos dimos cuenta de que sentíamos algo más que amistad el uno por el otro y empezamos a salir. Estuvimos saliendo durante mucho tiempo hasta que al final, nos prometimos. Ella se dedicaba a los musicales mientras yo me encargaba de hacer las canciones de estos. Un día, una discográfica se fijó en mí y los dejé para dedicarme a lo que siempre quise ser, cantante y compositor.
Durante el tiempo que estuve grabando canciones Ana y yo no nos veíamos mucho solo algunas noches en las que estábamos demasiado cansados o, terminábamos agotados de hacerlo como para hablar. Ella tenía un compañero bastante atractivo y que siempre había sido demasiado simpático con ella, al estar yo, no pudo avanzar mucho pero al irme, se aprovechó.
Demasiados tonteos, roces, juegos, hasta que una noche en la que decidí presentarme en su camerino para darle una sorpresa, me los encontré besándose apasionadamente. Al verme, fue detrás de mí y comenzó a gritarme que fue un error, que ella nunca quiso hacerlo, pero yo, como siempre soy un cabezota no me giré en ningún momento, al contrario; aceleré el paso- hice una pausa al notar un nudo en la garganta y las lágrimas apuntó de derramarse, Amaia; quien me miraba tiernamente pero a la vez intrigada me acarició la mejilla y dio paso a que continuará-. Crucé el paso de peatones sin fijarme en nada ni nadie, solo escuché a una voz femenina gritando mi nombre y el sonido de un cuerpo contra un coche. Cuando me giré pude ver a una magullada Ana. Rápidamente llamé y apareció una ambulancia que nos llevó al hospital más cercano, allí estuvo varias semanas en las que me quedaba día y noche esperando a que mejorará.
Una tarde, tras salir sus padres con las caras descompuestas me tocó el turno de visitarla. Al entrar, me encontré con una sonrisa forzada y a una apagada Ana.
-Hola Alfred- dijo casi en susurros
-Hola- murmuré
-Quiero que sepas que siento mucho todo lo que pasó y que aceptó toda la culpa, pero también que te quiero y te querré siempre.
La miré extrañado; algo que notó porque continúo.
-Además quiero que no me olvides pero sí que rehagas tu vida y les cuentes a tus hijos y nietos que estuviste prometido con tu mejor amiga, que no te supo apreciar. Espero que encuentres a alguien que te sepa valorar y te haga más feliz de lo que yo he podido hacerte.
-¿Pero qué estás diciendo Ana? Lo primero de todo es que me perdones tú a mí por no haberme parado y permitir que te pasase esto. Lo segundo, tú vas a ser la madre y abuela de esos niños y les podremos contar juntos miles de nuestras anécdotas.
-Alfred, tu tan bueno y positivo como siempre, después de todo lo que te he hecho aquí sigues, a mi lado. Pero si he pedido que vengas ha sido para despedirme, me voy cariño-respondió emocionada y con lágrimas en los ojos
-¿Cómo que te vas?- pregunté confuso
-Me muero Alfred, hoy los médicos me han informado que no me queda mucho tiempo aquí.
Empecé a llorar y caí en sus brazos. Dos semanas después, Ana falleció. Yo iba como un alma en pena, dejé de componer y con el paso del tiempo la discográfica se cansó de mí y de mi negatividad al rechazar contratos por lo que, me echaron. Me mudé aquí por petición de mi madre pidiéndome que comenzase una vida aquí y por una orden de desahucio.
Amaia me miró con tristeza, me acarició la mano y empezó.
-Quiero que sepas que siento mucho lo de Ana y comprendo que no quieras nada con nadie pero quiero que sepas que estoy aquí, por si te hace falta. De la manera que sea; como si es de amiga o de pareja, no me gustan mucho las etiquetas, además tu y yo somos muy alternativos para esas cosas- esto último me saco una sonrisa y a ella una risa nerviosa- siempre que lo necesites voy a estar a tu lado.
Me miró y agachó la cabeza.
-Muchas gracias Amaia, de verdad.
Con la mirada en nuestras manos entrelazadas siguió.
-Y también que entiendo que ahora mismo no te veas preparado para tener algo pero que sepas que me gustas muchísimo y que pienso esperarte.
Levanté su barbilla y hablé.
-No sé qué decirte, salvo gracias de todo corazón y que eres la mejor-me sonrió y proseguí- Tú a mí también me gustas mucho pero no me siento capaz de nada después de todo lo que le pasó a Ana, no quiero perderte a ti también. Lo siento.
Nos miramos dulcemente y seguimos andando hasta su portal. Nos despedimos tras un largo abrazo y de desearnos buenas noches. Mientras andaba hacia casa pensé en que nunca había sentido nada parecido a lo que sentía por Amaia.
Llegué y me desvestí, fui al baño y me deshice de las lentillas, volví a la cama, donde empecé a dar vueltas. Seguí pensando en toda mi historia con Ana, en nuestros besos y abrazos, en nuestras noches llenas de gemidos y orgasmos, que no llegaban a llenarme tanto en comparación con una mirada o caricia de Amaia.
Me levanté y me calcé, le escribí a mi tío una nota en la que le avisaba que pasaría la noche fuera. Emprendí el camino hacia casa de Amaia. Seguí pensando en que ella no se merecía esto, en que nos debíamos dar una oportunidad, lo que sentimos sé que es posible porque todo es perfecto si está.
Finalmente cuando llegué a su portal comprendí que lo que sentía por Ana no era más que un sentimiento de atracción y cariño ante todos los años vividos juntos y que si estaba tan entristecido por su pérdida era porque me sentía culpable de ella, después de tantas sesiones de psicólogos diciéndome todo esto ha llegado ella y me lo ha hecho ver más rápido. Pegué al telefonillo pero nadie me abrió, hasta que un hombre que entraba me dejó pasar. Subí rápidamente las escaleras y toqué su timbre como un loco repetidas veces hasta que, una cansada Amaia abrió y cambió su gesto tranquilo y somnoliento por uno nervioso y sorprendido.
-Sé que lo que tenemos es real y no quiero desperdiciarlo por un estúpido sentimiento de culpa -dije velozmente
-¿Qué me quieres decir con eso, Alfred? -preguntó confusa
-En que me gustas demasiado como para perderte sin haberlo intentando- hice una pausa para coger aire y continúe- Me gustaría darnos una oportunidad. ¿Querrías ayudarme a encontrarme otra vez?-pregunté tímidamente
Rápidamente atrapó mis labios con los suyos y empezó a besarme repetidas veces mientras intercalaba palabras que no supe descifrar.
-Entonces, ¿es un sí? -dije separándome un poco de ella
-Es un claro sí- afirmo sonriente
Ahora fui yo quien atrapó sus labios. Nuestros besos se fueron intensificando hasta que prácticamente, ella se enganchó a mi cadera con sus piernas mientras yo, cerraba la puerta, tras habernos adentrado en su piso.
Bueno, este es un capítulo "largo" y os lo dejo por aquí para compensaros con que esta semana creo que no voy a subir, aunque si encuentro un hueco será para vosotras/os. Espero que os guste y me encantaría que comentaseis como creéis que va a continuar. Adiós a todos y todas.
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Volver a empezar
FanficAlfred, un muerto andante en una vida que dejó de tener sentido para él hace mucho tiempo, toma una aventurada decisión que cambia su vida por completo. Además, conocerá a gente que le ayudará en este cambio tan intenso.