Capítulo único

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Un hombre adulto meditaba justo en el centro de una especie de pentagrama, con inscripciones ilegibles esparcidas sobre los trazos de tiza roja que lo formaban, y siendo circundado por las velas de apariencia extraña, dándole al entorno atestado p...

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Un hombre adulto meditaba justo en el centro de una especie de pentagrama, con inscripciones ilegibles esparcidas sobre los trazos de tiza roja que lo formaban, y siendo circundado por las velas de apariencia extraña, dándole al entorno atestado por las tinieblas, un poco de claridad con sus oscilantes y diminutas llamas.

Tres objetos reposaban uno al lado del otro, iluminados por un escalofriante brillo: un cuenco rebosante de un líquido oscuro, un hueso negro en su totalidad y por último, pero no menos importante, un antiguo libro con indescifrables letras de oro.

Cinco cuerpos permanecían tirados en el suelo, todos ellos degollados, pero a pesar de eso, ni una gota de sangre se asomaba. Parecían momificados, aun cuando murieron recientemente. Muecas burlonas, perturbadoras para la vista de cualquier ser vivo, nadie en su sano juicio moriría con un ademán de risa histérica en la cara, pero tan solo eso quedó en los cadáveres.

Un par de ojos sagaces de un intenso tono carmesí se abrieron repentinamente. Él observaba complacido al diminuto aro de luz azul que a cada momento aumentaba de tamaño. Una malévola sonrisa surgió al instante, extendiéndose en su rostro tan pálido que unas finas venas azules, que competían con la tonalidad y la frialdad del hielo, resaltaban sorprendiendo a quien osara observarlo por, aunque fuera, un instante. Todo estaba yendo de acuerdo con el plan.

En un extenso terreno abandonado, alejado de toda civilización y desprovisto de todo ser viviente, pequeñas chispas azules iban tomando la forma de una línea recta, la cual se expandió hasta volverse un imperfecto círculo rodeado de pura energía

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En un extenso terreno abandonado, alejado de toda civilización y desprovisto de todo ser viviente, pequeñas chispas azules iban tomando la forma de una línea recta, la cual se expandió hasta volverse un imperfecto círculo rodeado de pura energía. Era un portal interdimensional, éste sacudía con fuerza los alrededores mientras la frágil tela del espacio-tiempo se rasgaba por un par de segundos, lapso suficiente para dejar pasar algo.

Ese algo apenas logró traspasar la barrera con éxito, quedó inmóvil. La radiante luz del sol era demasiado para su vista, fue cegado por un momento. Al contrario de su hábitat natural en que la oscuridad y desolación reinaban, el planeta tenía una especie de gigantesca estrella en plena combustión. Él no le prestó demasiada atención a las historias sobre esa dimensión. Nada podría detener su ferviente deseo de poner a la tan famosa Tierra a sus pies, ni siquiera esa pequeña molestia.

La lucha que cruzó dimensionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora