CERO

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GABRIEL.

- ¿Cuando vay a dejar de ser así con la Marti? - me preguntó enojada mi hermana chica apenas la puerta de la casa se cerró.

La susodicha acababa de irse y como ya era costumbre, mi hermana me paró los carros.

Me encogí de hombros y cambié de canal.

- Nunca.

Sentí un cojín impactar contra mi cara.

- ¡Ya po Gabriel! La Marti no te ha hecho nada. Además, yo nunca me he portado así con tus amigos culiaos. Lo único que te pido es que la tratí mejor, ¿qué te cuesta?

Suspiré cansado de pelear siempre por lo mismo - Ya weón, voy a intentar ser buena onda. ¿Estay feliz ahora?

Ella saltó encima mío pa' abrazarme - ¡Gracias hermanito! ¿Viste que no era tan difícil la weaita?

Me reí y la saqué de encima antes de que terminara asfixiandome - Ya, oh. No te emocioní tanto, dije que lo iba a intentar nomas.

La Cami puso los ojos en blanco y asintió dándose por vencida.

- Mejor eso a nada.

•••

- Igual la Cami tiene algo de razón po bro. La mina no te ha hecho nada, ¿por qué tanta mala?

Jugué con el lapiz un rato, analizando la situación- Si sé. Pero puta, no sé, algo tiene que no me agrada.

- Yo cacho que es royo tuyo. El otro día me la encontré en el negocio, y tuvimos su mini conversa. - me contó - Es simpática, tiene la pura cara de pesada, además de linda.

Eso no se puede negar por ningun lado, pero el hecho de que sea una pendex insoportable le quita toda la belleza.

- Ya, pico. No quiero seguir hablando de mi vecina.

El Nico se rió y al final solo dijo: - Dale tiempo al tiempo.

Ya, y... ¿tiempo pa' qué? - pensé dejando el tema hasta ahí.

•••

Iba entrando a mi casa cuando la vi saliendo de la suya.

Me miró con una sonrisa leve antes de empezar a caminar.

Y como si la wea fuera una película de Hollywood, de la nada corrió una brisa de viento cuática que le hizo volar unos papeles de su mochila mal cerrada.

Esperé a ver si se devolvía a buscarla pero eso nunca pasó, en volá ni cachó que se le había volado.

Bufé.

¿Ser o no ser buena persona?

Ya po Gabriel, hazlo por la Cami.

La bondad ganó, y partí directo a recoger las cagás de hojas - ¡Martina! - la llamé.

Ella se giró apenas terminé de decir su nombre, y me miró confundida.

Levanté mi mano con las hojas, mostrándoselas - Se te cayeron.

La Martina se acercó algo distante. - No me había dado cuenta, gracias.

- Dale. - se las pasé y metí ambas manos en los bolsillos delanteros del pantalón.

Ella asintió por segunda vez. Pero no se movió.

- ¿Te puedo preguntar algo?

Me quería puro entrar, pero tampoco era tan maleducado como pa' dejarla aquí hablando sola. Asi que por eso mismo me limité a asentir, esperando a que hablara rápido pa' entrarme.


- ¿Por qué te caigo tan mal? - la miré, y caché altiro que dudó un poco en seguir hablando, pero lo hizo - ¿Te hice algo y no me di cuenta o qué onda?

La miré confundido.

Por lo poco que llevaba conociéndola, entre comillas, había notado que ella era igual o más orgullosa que yo.

Por eso mismo ahora estaba tan impactado.

Me encogí de hombros y la miré volviendo a mi postura distante - Porque sí nomas.

Ella se rió sarcástica - Qué maduro. Se nota que erí el típico mino con complejos de rico - frunció el ceño, y a una parte de mí le dio un poco de ternura verla así de enojada, porque, aunque sonara muy cabro chico, era satisfactorio hacerla enojar - Jurai que me voy a andar arrastrando pa' caerte bien, ¿pero sabí qué? Me da lo mismo, chao nomas con vo'.

Y así sin más, se metió a su casa, saliendo de mi vista en cuestión de segundos.

¿No que iba saliendo? - pensé burlesco antes de meterme a la mía.

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