Me puse la chaqueta y salí de casa sin haber comido nada, había conseguido dormir, pero despertar con el recuerdo de los tres muertos que había a mis espaldas me hizo sentir el estómago revuelto. Intenté no darle importancia, me quedaba gente por delante.
Entré al local y fui directo al despacho de mi padre, su guardaespaldas me paró el paso cuando iba a tocar a la puerta.
- Está reunido.
- Dile que soy yo. -me miró desafiándome, en otros tiempos hubiese cedido y me habría ido fuera a esperar, pero ya no sentía lo mismo que entonces.
- Espera. -entró y poco después salió de nuevo- Puedes pasar.
Sin volver a mirarlo entré al despacho, paré en seco al cruzar la puerta, allí estaba, el cerdo que se había llevado a Yaeji y a Seokjin. Kang Beomseok.
- Siéntate hijito. -dijo mi padre señalando el sofá- Vas a aprender algo muy importante. -sin responder me senté, mi padre respiró su puro y me miró dejando salir el humo mientras hablaba- Tres de sus hombres han muerto, ¿quién podría haber sido? -tragué saliva, no podía estar acusándome.
- ¿Alguien que busque venganza? -respondí intentando parecer lo más ingenuo posible- Si él ha matado a otra persona del negocio, quizá...
- Bien, bien. -movió las manos pidiendo que siguiese hablando- Eso es el motivo más simple, ¿qué más se te ocurre?
- ¿Qué más? -miré el suelo, buscando una respuesta no demasiado complicada- Si alguien quiere quedarse con los negocios que él haga...
- Bingo. -mi padre me dedicó una sonrisa demasiado ancha antes de relajarse sobre su asiento y mirar de nuevo a aquel energúmeno- ¿Ya te haces una idea de por dónde voy?
- ¿Ellos? -negó con la cabeza- ¿Y cómo han conseguido sus direcciones?
- Puede que os hayan estado siguiendo, conocen este local, intentaron que les diese dinero para su mierda de negocio. -rió a carcajadas- Se estarán pudriendo sin dinero y pensarán que si acaban con vosotros hablaré con ellos. -el humo del puro se le escapó mientras sonreía- Como si no tuviese más gente trabajando para mí.
- Pero... -vi cómo tragaba saliva trabajosamente, delante de mi padre parecía menos que una cucaracha, tan impotente, sonreí- Nos ayudarás a solucionar esto, ¿verdad?
- ¿Perdona? -mi padre lo miró levantando una ceja.
- Si puede, por supuesto señor.
- No intentes darme órdenes, como tu hay muchísimos, no encontrarás otros tan benevolentes como yo por ahí fuera, ¿me explico? -apagó el puro en el cenicero, vi cómo aquel bulto asustado ocultaba las manos bajo la mesa, el puro debió haber acabado en algún punto del pasado contra su piel- Lo único que puedo ofrecerte es poner alarmas y cámaras en todas las casas, no tengo personal para haceros de guardaespaldas ahora mismo.
- Será más que suficiente, muchas gracias.
- Vete ya, quiero hablar con mi hijo. -el hombre se levantó, avanzando hasta la puerta haciendo reverencia tras reverencia en dirección de ambos, no pude contener la sonrisa, se creía tanto y aquí estaba, reverenciando al asesino de sus hombres- Como si me importase una mierda que se mueran él y todos los que trabajan con él. -siguió mi padre asqueado haciéndome una seña con la mano para que me sentase más cerca- Con estas mierdas vas a tener que lidiar, aún estás a tiempo de echarte atrás.
- No, admiro lo que haces. -lo miré mientras avanzaba hasta sentarme- Sé que te critiqué por mucho tiempo, pero ahora entiendo lo que haces.
- Qué grata sorpresa. -sonrió, era él a quien más odiaba de todos- Sabía que llegaría el día en que entenderías el negocio, pensé que te costaría más, pero esto me facilita las cosas.
- Quiero aprender todo lo que haces, saber todo lo que necesito para ayudarte a seguir con esto.
- En cuanto te enseñe lo básico verás que no es tan difícil. Primero. -se levantó y fue hacia la estantería en la que guardaba sus archivadores- Necesitas saber todos los negocios que manejo, como imaginarás, no solo tengo este local, y la prostitución no es lo único a lo que me dedico. -me removí en la silla, acercando el cuerpo a la mesa para ver todo lo que comenzaba a desplegar frente a mí.
Salí de allí ya caída la noche, seguía sin haber comido nada y tampoco pensaba hacerlo. No conseguía quitarme de la cabeza lo mucho que se extendía la red de mi padre, no era de extrañar el dinero que tenía.
Fui caminando hasta casa, organizando en mi mente todo aquello, cómo debía seguir adelante ahora que tendrían no solo alarmas sino cámaras de seguridad. Perdí la noche pensando en aquello, decidiendo cómo debía proceder, qué pasos seguir para alcanzar lo que yo quería. Era ambicioso, quizá estaba tentando a la suerte, pero todo iba a ser por un bien mejor, mancharía mis manos de sangre todo lo que hiciese falta para conseguir mi objetivo, para hacerla feliz.
Cogí una manzana y un café y salí de casa casi llegado el mediodía, pasé todo el domingo encerrado allí otra vez, aprendiendo cosas que no quería saber, conociendo historias que iban a perseguirme hasta mientras dormía. Ya me despedía de mi padre cuando Kang Beomseok entró al despacho, sudando como el cerdo que era.
- Los han visto. -decía pasándose las manos por la cabeza- Jaeho y Dongil vieron su coche paseándose frente a su casa, todavía no tenemos protección y siguen pisándonos los talones, sí que son ellos. -contuve la sonrisa, aquello no me lo esperaba.
- ¿Qué esperabas? -lo miró con desprecio- ¿Que anunciase por redes sociales que os voy a poner vigilancia para que se asusten? -pareció querer escupir en su cara- Demuestra que seguís valiendo algo, dad el primer paso por una vez. Os están declarando la guerra a voces y vienes aquí asustado, ¿te pensabas que una vez aquí se te acababa la competencia para siempre? No me seas cobarde.
- Nadie se había levantado contra nosotros en años.
- ¿Y...? Nadie fue en vuestra contra porque sembraste un nombre, ha pasado tanto tiempo que ya no os tienen miedo. -señaló la puerta con desgana- Vete, la semana que viene tendréis vigilancia, pero si seguís siendo así de inútiles tendré que cambiar de gente, ¿me explico? -el hombre asintió y salió de allí al igual que el día anterior- ¿Ves lo que tendrás que aguantar hijo? -me miró rompiendo a reír- Nuestro negocio va antes que ningún lloriqueo de nadie, son marionetas, si no hacen su trabajo no sirven. -asentí.
- Está bien ver las cosas que te ocurren en persona, me deja entender mejor cual es la forma correcta de tratar los temas.
- ¿Verdad? -sonrió satisfecho, qué fácil era complacerlo- Aprendes rápido, como toca, yo tardé demasiado en entender a mi padre. -lo miré, por un momento casi se veía arrepentido- Nos veremos la semana que viene entonces.
- Claro. -me levanté con la sonrisa falsa estampada en la cara- Buenas noches padre.
Asintió perdiéndose en sus pensamientos y salí de allí, con aquello rondándome la mente, estaba tan acostumbrado a verlo allí, a verlo así, que nunca me había planteado si él había estado como yo en algún punto, odiando el trabajo de su padre. No, él no podía entender todo lo que yo había pasado, debía ser el típico niño rico que no querría trabajar hasta que entendió que trabajar de aquello era más sencillo que tener un trabajo normal.
Entré a casa decidido a estudiar, había conseguido aplazar los exámenes pero seguía necesitando las buenas notas para la universidad. Con todos los apuntes ya frente a mí no pude evitar sacar una vez más aquella libreta maldita. Tragué saliva antes de leer de nuevo todos los nombres que quedaban allí, esperaba que el haber comenzado una guerra entre traficantes de droga aliviase un poco mi carga, menos muertes a mi nombre. Cerré la libreta, forzándome a aparcar aquellos pensamientos y centrarme en los estudios, iba a ser una noche larga entre letras.