La chispa de melancolía que tenían aquellos ojos que tanto amaba mientras veía con intensidad las olas del mar chocando contra la costas, no paso desapercibido al más alto, quien se sentó a su lado, viendo de reojo a Ignacio, esperando que empezara una conversación.
Conversación que nunca llego, pues el castaño no le dirigió la mirada ni una vez, seguía perdido viendo el mar como si fuera lo más interesante del mundo.
Preocupado, toco su hombro, consiguiendo al fin la atención del muchacho.
Sus miradas conectan, notando al instante su mirada cristalina.
Sin dudarlo mucho, lo envolvió en un abrazo, a lo que el más bajo respondió ocultando su rostro en su pecho, aferrándose a su camisa, soltando así las lágrimas que retenía desde la mañana; contándole, con su voz entrecortada, el origen de sus lamentos.
Y ahí, Andrew comprendió que todo era por la carta que había recibido en la mañana.
Aquella carta, que habían enviado sus padres para darle la noticia de que lo habían comprometido con aquella dama pelirroja de una ciudad lejana.
Agarra al noble por los hombros, separándole de un golpe recibiendo una mirada de terror de este.
—No me dejes...— Susurró, temiendo recibir un golpe por el contrario, o que se enojara con él. Aunque muy bien sabía que no pasaría algo como eso.
El castaño como respuesta, solo niega con la cabeza y sonríe. Una sonrisa sincera, de esas que no solía mostrar a nadie más que no fuera a él.
Quería que supiera que su amor no sería para más nadie excepto para él. Nunca le dejaría.
Aún si se casaba con alguien más que no fuera él, aún si se convirtiera en espuma de mar. Sabía que esto así seria desde el primer momento en que fue a la casa de aquella bruja, más nunca le importo. Estar con el, aunque no sea para siempre, fue lo mejor que le podía haber pasado.
Las manos de el de sangre noble envolvieron el rostro del mayor, mirando fijamente los ojos del chico al que le había permitido resguardarse en su casa hace dos años atrás. Quien no tenía voz, probablemente tampoco memorias, y aquel con quien había podido encariñarse con el pasar tiempo.
Ambos rojos de la vergüenza, poco a poco se acercaron, uniendo sus frentes. Una pequeña sonrisa se asomo por el rostro del más bajo y cerro sus ojos.
Querían quedarse así un rato. Quizás para siempre.
Lastima que ninguno podía quedarse por más tiempo.
( esto es de an pero me vale verga, lo subo (?)
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que descanse en paz
Spiritualel drabble de cumpleaños para valchu que estaba en la otra cuenta.