Capitulo 5: Frío y nieve

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—¡Maldición! ¿Cómo demonios terminé en esta situación? —preguntó Shen.

El mago colgaba de un precipicio sujetándose solo con una mano, mientras Chelsea se abrazaba fuertemente a su espalda y su otra mano luchaba por mantener a Silver entre sus dedos que a su vez sostenía a Let, el cual también tenía a una inconsciente Elizabeth sujeta por el cinturón de su abrigo. Todos a punto de caer al vacío. Su brazo izquierdo no soportaría mucho tiempo más y él lo sabía.

—Voy a soltarlos —dijo Shen.

—¿Qué? ¡Estas loco! —contesto Silver.

—Sólo háganme casó, a la cuenta de tres los voy a levantar y quiero que sujeten a Chelsea tan fuerte como puedan. Solo tendrán un momento. ¿Listos?

—¡Espera un momento! —gritó Chelsea.

Shen comenzó a balancear su mano de un lado a otro hasta mover a todos los magos al mismo tiempo.

—Uno, dos… tres… ¡Ahí vamos!

Silver logró sujetarse de la falda de Chelsea mientras todos caían al vacío, la caída era tan larga que sus gritos a duras penas se escuchaban entre las nevadas montañas mientras ellos se perdían en la niebla.

Retrocediendo el tiempo dos días antes de aquel momento. Aún era temprano por al mañana y Shen continuaba dormido. Elizabeth entró muy energética despertando al joven de un sobresalto.

—¡Arriba! Debemos salir pronto o nos dejarán atrás, ya preparé el desayuno así que solo baja.

—«Maldición, está niña otra vez» —pensó el dragón.

Él bajó con disgusto sin decir nada, se sentó a la mesa y probó la comida de la pelirosa. Sí bien le parecía molesta, debía reconocer que su cocina era excepcional. Al menos madrugar había valido la pena. Ella por su parte miraba con ojos curiosos al joven mientras comía, él se percató de esto y devolvió la mirada.

—Esta delicioso — dijo sabiendo que eso quería escuchar la pelirosa—. Jamás había comido algo tan bueno.

El rostro de Elizabeth expresó su alegría y también empezó a comer. Poco después se despidieron de Lucy y salieron a toda prisa seguidos de los dos felinos. Como acordó con Erza el día anterior, los esperaría a la salida de Magnolia después de las ocho de la mañana.
Al llegar, el resto del grupo ya se encontraba en el lugar indicado, todos con cara somnolienta y temblando por el frío matinal.

—¡Ahhh! Veo que decidiste unírtenos —dijo Erza a Shen.

—Si, algo así…

—Bien ¡Vamos! Les explicaré todo en el camino.

Shen volteó un momento atrás. Magnolia quedaba atrás poco a poco, hace pocos días que llegó y no sabía si la dejaría vivo o muerto. Esas condiciones de partida jamás habrían pasado por su cabeza en ese momento.

El trabajo era simple, al norte de Ishgar en una cordillera de montañas un grupo de criaturas habían estado causando estragos y varias personas habían sido reportadas como desaparecidas en un corto periodo de tiempo. Aunque no parecía la gran cosa, la realidad es que varios magos de diferentes gremios ya habían tomado el trabajo y no los habían vuelto a ver desde entonces. En consecuencia se decidió aumentar el nivel de clasificación de la solicitud así como la recompensa por completarla.

Con su regresó, Erza era la única en el gremio calificada para tomar el trabajo y dispuesta a hacerlo, pero sabía que no podía hacerlo ella sola. El camino sería muy largo, un día entero en carreta hasta llegar al pueblo del girasol y después otro medio día a pie por las montañas hasta la zona de las desapariciones. La primera parte del recorrido fue muy ligera, el grupo se la pasó bromeando y divirtiéndose hasta la llegada de la noche. El frío ya comenzaba a percibirse, así que los magos se acurrucaron en el poco espacio que disponían. Chelsea sugirió permanecer lo más pegados posible para entrar en calor, ella y Elizabeth se colocaron a los costados de Shen que tomó asiento a mitad del vehículo, Apple y Snow se acomodaron en el regazo del joven, Erza y Silver más acostumbrados al frío continuaron en la zona del conductor disfrutando del cielo nocturno y Let se apartó a una esquina sin decir una palabra como era habitual en él.

Pasando la media noche, ambas jóvenes cayeron dormidas apretando a Shen para disgusto de este último. Más entrada la noche, Erza también sucumbió al frío y entró dejando sólo a Silver fuera. Observó al grupo y tomó asiento silenciosamente.

—Deberías bajar la guardia un momento, dormir con dos hermosas jovencitas a su lado sería el sueño de muchos hombres.

—¿Te diste cuenta? ¿Desde cuándo?—respondió Shen.

—Desde un principio. He visto muchos como tú. Reconozco a un sobreviviente apenas lo veo.

—¿Les dirás…?

—Para nada. No siento que seas una amenaza así que lo ignoraré… por ahora —Erza reveló su sonrisa y mostró el filo de si espada —. Claro está que si lastimas a Elizabeth o Lucy no dudaré en cortarte la cabeza.

—Tú también eres extraña…

—Todos en Fairy tail tenemos historia… Además, siendo sincera. También tengo curiosidad por verte en acción.

—¿Todos los humanos son así de excéntricos?

Erza fue la única en darse cuenta de ello, ni siquiera el viejo Makarov consiguió ver a través de Shen y comprender que en el fondo no confiaba en nadie más que el mismo y estaba dispuesto a utilizar a todos a su alrededor.

—Pero, hay algo que me hace ruido… ¿Qué clase de vida debes haber llevado para perder toda la confianza en los demás? —preguntó algo triste.

—No es necesario que te compadezcas. Así es como he vivido toda mi vida —la respuesta fue simple, cortante y vacía —. Es mejor estar solo, prefiero mantener a los demás lejos de mis asuntos si no te importa.

Erza no dijo nada, después de eso, Silver regreso adentro y se colocó junto a Chelsea cayendo dormido fácilmente. El resto de la noche paso en silencio. Poco a poco el sueño terminó venciendo a Shen, su cabeza se inclinó un poco recargándose sobre la de Elizabeth que se encontraba aferrada a su brazo izquierdo.

—«Nadie está mejor solo» —pensó la pelirroja para si misma observando al joven —. «Quizá, solo tiene miedo a salir lastimado».

La mañana llego y una gélida ráfaga de viento despertó a Shen. Al abrir los ojos solo Elizabeth y los pequeños felinos se encontraban junto a él.

—Oye, despierta, ya llegamos —la única respuesta de la joven fue acomodarse nuevamente—. «Maldición, despierta niña».

Luego de varios intentos Elizabeth finalmente abrió sus ojos, aún somnolienta volteó a su alrededor y después dirigió su mirada a Shen.

—Buenos días —dijo sin despegar su mirada adormilada del joven —. ¿Es hora de comer?

Los ojos marrones y dulces de Elizabeth causaron en Shen una sensación que jamás antes había experimentado antes, obligándole a voltear en otra dirección para no ser obvio. Algo ingenua como siempre, ella no se dio cuenta de la reacción y se limitó a observarlo con curiosidad.

—Vamos, los demás ya deben estar a medio camino.

—S-si —respondió la pelirosa dejando su lugar.

Shen fue el primero en bajar, una vez en el suelo ofreció su mano a la pelirosa, que se ruborizó un poco pero acepto la oferta. Al bajar ambos se quedaron pasmados ante lo que sus ojos veían, el lugar estaba cubierto por una hermosa sábana de color blanco, como hecha de algodón o alguna fina tela.

Colina abajo se encontraba un pueblito, lleno de risas y tomaron camino a el. Cuando Shen bajó apenas unos pasos algo le golpeó la nuca haciéndole perder el equilibrio, cayendo de rodillas en la nieve.

Se levantó molesto y giró rápidamente la cabeza cuando una bola de nieve le golpeó directamente en el rostro. Limpió los restos líquidos y observó a Elizabeth riendo.

—¡Oye! ¿Qué crees que haces? —la respuesta de ella fue otra bola a la cara—. ¡T-tu! ¡¡AHORA VERÁS!!

Shen se dejó controlar por sus impulsos, se agachó, tomó un gran trozo de nieve y lo arrojó contra Elizabeth. El proyectil tenía tanta fuerza que golpeó a la joven en el pecho y la arrojó varios metros hacia atrás hasta chocar con un árbol.

Shen se dio cuenta que se excedió y corrió en ayuda de la pelirosa, ella solo reía a más no poder pues jamás espero ver esa reacción en su compañero. Él se quedó sin palabras, ya que creía haberla lastimado.

—Veo que se divierten —Erza regresaba a despertarlos, vio toda la escena y causó mucha gracia en ella.

—¡Ahhh! Tía Erza, ¿viste eso? ¡Intento matarme! —exclamó la pelirosa mientras fingía lágrimas.

—¿Qué..? —preguntó un nervioso Shen.

—Si, lo vi, es un chico muy malo. Ahora ve a divertirte con los demás y déjame hablar con él.

Elizabeth bajo la colina corriendo y se encontró con sus compañeros más abajo, Erza le pido de favor a Shen que el ayudará a bajar las cosas de la carreta.

—Parece que tú también puedes divertirte, ¿eh?

—No sye de qué me hablas —respondió Shen volteando a otro lado.

—No es por ser insistente, pero deberías convivir más con ellos —sugirió Erza —. Estoy segura que cambiarán la idea que tienes sobre los demás.

—¿Por qué le preocupa tanto? —preguntó un desconfiado Shen —. Apenas y me conoces.

—Si, es cierto, pero esa marca en tu mano te vuelve mi familia. Es natural preocupase por tu familia, ¿no?

—«Familia» —pensó Shen —. Has lo que quieras —dijo él mientras observaba su mano.

Erza tocó la cabeza de Shen cálidamente sin decir nada cuando pasó junto a él, tomó camino a la posada y le dejó atrás. Él se quedó sin habla, tomó las cosas y la siguió en silencio, manteniendo distancia entre ambos.

Una vez llegaron a la posada bajaron sus cosas, la parte de abajo que era una mezcla entre bar y restaurante y ya se encontraban los demás. Elizabeth los saludó indicando que tomaran asiento, el grupo tomó un merecido descanso, comió algo y recuperó fuerzas antes de partir. Como primero debían conseguir unos buenos abrigos para soportar las bajas temperaturas de las montañas, pasaron de tienda en tienda hasta que todos consiguieron uno de su agrado.

Finalmente dejaron el equipaje en la posada, llevando sólo lo indispensable. Apenas pasaban de las diez de la mañana y el grupo se disponía a seguir su camino. El pasó siguiente del recorrido era una estrecha vereda que subía poco a poco la cuesta. Antes de comenzar, Erza dio la orden de no separarse y tener cuidado al pisar, pues el camino era muy endeble.

El pueblo se hizo cada vez más pequeño a medida que pasaba el tiempo, hasta desaparecer por completo se la vista. Ellos debían tener cuidado pues los caminos eran muy confusos y perderse era común y demasiado fácil.

Una vez terminó el ascenso empezó la parte más difícil, los nevados, estrechos y quebradizos caminos de hielo. Cada paso que daban podía ser el último, así que debían se extremadamente cuidadosos con cada metro que avanzaran.

Caminaron de esa forma durante horas, el cielo ya se oscurecía y no veían lugar a donde llegar. Aún peor, durante la noche la temperatura descendía aún más y la visibilidad se volvía casi nula. Si llegaban a perderse, sería su fin seguro.

—¿Cuánto falta? —preguntó Silver.
—No mucho, unos kilómetros más. Hay un valle más adelante.

—¿Kilómetros? —preguntó Elizabeth.
La pelirosa ya comenzaba a aburrirse, así que tomó un pedazo de hielo y lo puso en la espalda de Chelsea. La pelirroja reaccionó y empujó a Elizabeth causando que golpeará un tempano de hielo haciendo una fractura.

El trozo de hielo cayó por el precipicio generando un gran estruendo al tocar el suelo. Para empeorar todo  durante esa época del año la nieve está muy suelta y las avalanchas era cosa de todos los días.

El estruendo del choque desprendió la nieve de la cima y una masiva cantidad comenzó a bajar rápidamente hacia el grupo.

—¡Corran! —grito Shen.

El grupo avanzó a toda prisa, Elizabeth se alteró y olvido ver donde pisaba, cuando su pie tocó la orilla el hielo se rompió y ella resbaló, sujetándose por poco. Shen venía detrás dudando por un momento en ayudarle o ponerse a salvó.

Al final, su compasión ganó y tomó a la pelirosa de la mano y la subió rápidamente, casi la arrastrándola para moverla.

Erza y los demás llegaron a tiempo a un pequeño túnel, estrecho pero suficiente para salvar sus vidas. Shen y Elizabeth casi estaban con ellos, pero la avalancha ya les pisaba los talones. Silver estiró su mano para ayudarlos y justo antes de alcanzarlos, la avalancha llegó hasta ellos y los arrastró. Toda esa masiva cantidad de nieve empujó a ambos por el precipicio, cayendo sin remedio.

Ella abrazó fuertemente a Shen y él la apretó entre sus brazos mientras caían. Erza grito sin poder hacer nada, pues la enorme cantidad de nieve cubrió ambas entradas del túnel y los dejó encerrados sin poder ayudar a sus amigos.

Mientras caían, los ojos de Shen cambiaron a color dorado. Sin tiempo para transformarse por completo, dejó dos alas negras emerger de su espalda para tratar de mantener vuelo, sin embargo no tuvieron la fuerza suficiente para aguantar el tremendo peso de la nieve y en su lugar las utilizó para envolverse junto con la maga.

Impactaron contra el suelo a gran velocidad, la nieve que cayó primero ayudó a amortiguar la fuerza de la caída pero no del todo. Elizabeth salió de debajo de un montón de nieve y miro a su alrededor. Ya estaba totalmente oscuro y no había rastro de sus compañeros.

Buscó con desesperación y en una esquina encontró a Shen, medio cubierto por nieve roja. Ella se horrorizo con la escena, el brazo izquierdo de su compañero estaba roto y él estaba cubierto de heridas y moretones.
 
Ella quiso revisar pero fue detenida por él al sujetar sus manos.

—Estoy bien… —dijo mientras se ponía de pie.

—Pero —ella intentó una vez más revisar la herida.

—¡DIJE QUE ESTOY BIEN! ¡VAMOS!

—Sé que no soy médico pero creo que puedo ayudar. ¿Por qué no confías en mí?

—¡YO NO CONFÍO EN NADIE! —gritó Shen sin pensar.

El rostro de Elizabeth se llenó de tristeza, no dijo nada y siguió a Shen en silencio. Con el pasar de los minutos había menos visibilidad y el brazo de Shen empeoraba más y más cada paso. Para empeorar todo, una tormenta se desató sobre ellos, la fuerza de Shen finalmente se acabó y cayó de rodillas. Elizabeth corrió a auxiliarlo, pero fue rechazada bruscamente otra vez.

—¡Te dije que no necesito tu ayuda! Si quieres seguir, no te detengo.

Elizabeth entendió la indirecta y siguió adelante perdiéndose en medio de la tormenta. Shen finalmente se desplomó y quedó cara a la nieve, ya sin fuerzas miró un rato a la nada. Jamás pasó por su cabeza que moriría en un lugar como ése, tan alejado de Xing. En ese momento aceptó que moriría como había vivido, como un perro callejero, solo y sin que a nadie le importara. Entonces cerró sus ojos y se resignó.

—«Ling… parece que hasta aquí puedo llegar…».

Cuando él perdió toda esperanza, un cálido movimiento lo despertó. Elizabeth regresó y lo estaba levantando con mucho cuidado.

—¿Qué haces? —preguntó desconcertado.

—¿Qué más? ¡Te saco de aquí!

—No me refiero a eso, ¿por qué… volviste?

—¡Porque eso hacen los amigos! —ella le mostró una gran y sincera sonrisa a Shen, lo cual causó una gran confusión dentro de él.

Elizabeth ayudó a Shen a caminar hasta una cueva que encontró más adelante, algo pequeña pero útil para la situación. Bloqueo la entrada con nieve y usando unas maderas que encontró por el camino encendió un pequeño fuego para calentarse, recargó al joven en la pared, tomó la mano herida y colocó un tronco pequeño en la boca de Shen.

—Esto va a doler mucho —advirtió la pelirosa.

Él no dijo nada y asintió con la cabeza. Elizabeth hizo un rápido movimiento y se escuchó un crujir. Shen mordió tan fuerte que la madera se rompió a pedazos entre sus dientes, dejando salir un grito profundo y metálico, algo inhumano sin lugar a dudas. Elizabeth cortó un trozo de su abrigo y lo usó de venda para el brazo.

Pasando lo peor, ella se dejó caer cansada de espalda a lado del joven, el pequeño tronco no duraría mucho pero al menos los mantendría calientes por un momento, Elizabeth no soportaba muy bien la bajas temperaturas si su fuego se extinguía así que comenzó a temblar. Shen se percató de esto y dejando a un lado su orgullo, extendió su mano hasta rodear a la pelirosa y luego la acercó hacia él. Sabía que la mejor manera de mantener el calor era estar juntos. Elizabeth no se opuso y se aferró a él del brazo.

—Oye, te debo una. Cuando regresemos… podrás pedirme lo que tú quieras.

—Supongo que esa es tu manera de decir gracias —el rostro de Elizabeth expresaba felicidad mientras sus ojos estaban lagrimosos.

Ella se colocó frente a Shen y comenzó a darle pequeños golpes en el pecho reclamando su actitud. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que él se había sentido culpable por algo, así que sólo la dejó descargar su enojo, al menos así no le preocuparía que pudiera congelarse.

Mientras ella lo seguía regañando, Shen pudo notar como su corazón palpitaba más rápido de lo normal, no era una sensación desconocida para él, recordaba haber sentido algo así antes, mucho tiempo atrás, pero esta vez era algo diferente. Volteó a ver la dulce cara de su compañera llena de lágrimas, la tomó por la barbilla y secó sus lágrimas con el pulgar.

—¿Por qué tú…? —el rostro de Shen expresó tristeza —. ¿Por qué me haces hacer esto?

Usado su peso, Shen empujó hacia atrás a Elizabeth hasta quedar encima de ella. La pelirosa se sentía atrapada sin poder moverse, incluso si él tenía una mano lastimada no evitó que la utilizara. Con la mano izquierda, lentamente comenzó a bajar el cierre del abrigo. Elizabeth forcejeo para salir del aprieto pero por alguna razón no lograba reunir fuerza suficiente. Estaba totalmente a merced de él, sabía lo que seguía así sólo volteó para otro lado y apretó muy fuerte sus ojos. La imagen de amable que Shen había mantenido pronto se borraría de su mente.

El joven observó la cara llena de decepción de Elizabeth y comprendió al instante que hacía mal y la obligaba a actuar contra su voluntad. Cegado por sus instintos más primitivos no se dio cuenta antes que la estaba lastimando.
Él se apartó rápidamente de la joven, ella abrió los ojos y volteó a verlo, entonces ambos se observaron el uno al otro un momento, confundidos y sin decir nada.

—Yo... Yo… ¡Lo siento! Me deje llevar —dijo en tono culpable.

—Esta bien, me asusté un poco pero no pasó nada, no tienes que disculparte… —ella comprendía que también se dejó llevar al no hacer nada para impedirlo.

La pelirosa arregló su ropa, se sentó del lado derecho de la cueva y ocultó su rostro ruborizado. Un incómodo silencio reinó por unos momentos hasta que ella se acercó lentamente.

—Oye, Shen, ¿es cierto que los dragones viven cientos de años? —preguntó con curiosidad.

—Hasta donde sé, algunos pueden llegar a vivir hasta un milenio.

—Y… ¿Cuántos años tienes entonces? ¿Has vivido siglos?

Shen soltó una leve risa que llamó la atención de la pelirosa. Pues era la primera vez que escuchaba ese sonido.

—La verdad yo… Yo sólo tengo veinte años —dijo algo resignado —. Básicamente soy una cría.

—¿De verdad? Que alegría... — sus ojos se cerraban poco a poco —. Me preocupaba que fueras tan viejo como el abuelo Makarov…

El agotamiento finalmente alcanzó a Elizabeth y dejó caer su cabeza sobre el hombro de su acompañante. Shen, aún desconfiado, la acomodó en su regazo, llevó su mano hasta la cabeza de ella y comenzó a revolver su cabello con suavidad. 

—«¿Qué me has hecho? —se preguntó —. ¿Qué tipo de magia has lanzado sobre mi?»

Esa noche, algo cambió dentro de Shen, pues la barrera que había formado alrededor de su corazón se agrietó un poco. Elizabeth había perforado hasta un lugar muy profundo para salir con facilidad.

Al poco rato el cansancio también venció a Shen y ambos quedaron profundamente dormidos hasta al día siguiente.

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