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La mirada de Gabriel estaba fija en la puerta, pero Renato sospechaba que estaba poco interesado en el tránsito de gente que entraba al salón de Jardín Paraíso y más concentrado en no mirarlo a él.

Habían estado sentados en su puesto habitual durante casi una hora, y apenas se habían dirigido la palabra. El hielo se había derretido en sus bebidas. La música resonaba a su alrededor. Desde que el castaño había regresado de una corta -gracias a Dios- sesión con un cliente esta noche, su compañero había estado callado.

"¿Te vas a quedar?" Gabriel había preguntado.

Renato se había encogido de hombros y le había ofrecido una sonrisa juguetona. "Me quedan un par."

Y ese había sido el final de la conversación.

Renato levantó su vaso y lo inclinó para deslizar un cubito dentro de su boca. Mientras dejaba el vaso junto a Gabriel, destrozó el hielo con sus muelas. Convirtió los diminutos pedazos en la nada misma, dejando que el hielo se lleve el impacto de su silenciosa frustración.

Ajeno de una manera irritante, el rizado tomó un sorbo de su propia bebida, pero mantuvo su atención en la puerta. En no mirar al chico al que se había cogido de manera tan tierna la noche anterior.

¿Qué te pasa? Quería preguntarle, pero se concentró en pulverizar el resto del hielo derretido. Ésta no era la primera vez que Gabriel le mostraba este silencio frío. De hecho, Renato ya se lo esperaba cada vez que salía con un cliente solo. Cada maldita vez, volvía y se encontraba sonrisas forzadas y silencios incómodos.

Puso los ojos en blanco y fue por otro cubito de hielo. Si no le gustaba que saliera solo, entonces que ponga huevos y le diga algo, pero había insistido una y otra vez en que no tenían que solamente trabajar juntos. Que esto era trabajo y él no estaba dispuesto a impedir que se ganara la vida. Aunque había notado que Gabriel casi que había dejado de salir solo, lo que le resultaba extraño. No era como si los tipos no pidieran por él -era tan popular como Nicolás- por lo que podía romperla con o sin Renato.

Si estaba molesto o triste, lo menos que podía hacer era decir algo. Excepto si ese 'algo' era "no está funcionando" o "ya no deberíamos vernos", Renato no podría digerir ninguna de las dos opciones. Quería más, no menos.

Pero tal vez sería menos doloroso si Gabriel le arrancara la esperanza de raíz y-

Poné la mente en el juego, idiota.

Se aclaró la garganta. "Noche tranqui."

El rizado se giró hacia él, con una ceja levantada. "Vos ya hiciste buena plata esta noche."

Claro. Por supuesto. Se trata de plata, ¿no?

Renato rompió el contacto visual y buscó en su vaso otro cubo de hielo. Los dos habían estado conversadores y juguetones en la cama de Gabriel esta mañana. Nada fuera de lugar, nada malo en absoluto. Ahora esto de nuevo. Y a la mierda con esto. Dios. No estaba de humor para manipulaciones psicológicas.

"Mierda". Los ojos de Gabriel estaban de nuevo fijos en la puerta. "Mirá quién acaba de entrar."

Renato estiró el cuello y casi escupió un cubito de hielo cuando reconoció al cliente.

Rolex.

No pudo evitar sonreír. Vuelve por más, ¿verdad? "Me pregunto si la tercera es la vencida."

¿Eh?" Gabriel lo miró. "¿Pensás que tiene tu zapatito de cristal o algo así?"

El castaño lo miró, sorprendido por su tono de voz. Esta mañana, en la cama, habría sonado a una broma, pero había un tinte ácido en su voz que a Renato no le gustaba en absoluto. "No un zapatito de cristal, pero espero algo de plata fácil."

Intercambio. [Quallicchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora