Capítulo VIII

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Julieta había estado todo el día en su oficina dándole vueltas al asunto de Temo.

Había hablado con Diana y esta le había dicho que tenia la dirección del sujeto.

Julieta no sabia si debía decirle a Aristóteles sobre la dirección, esta estaba relativamente cerca del edificio Corcega.

—¿Julieta?

La voz de Susana la saco de su trance.

—¿En que tanto piensas? —Le pregunto a la vez que se sentaba en la silla frente a su escritorio.

—Oh, no es nada, estoy...dándole vueltas a un asunto. ¿Necesitas algo?

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Mientras en otro lado.

El olor a humedad entraba a sus fosas nasales, el lugar estaba demasiado frío como para que la ropa que traía puesta lo mantuviera caliente.

Movió sus manos para tratar de alcanzar la única fuente de luz que aquel lugar tenia. Pero no pudo llegar a tocarla, unas cadenas ataban sus manos a cada lado de la pared, sus pies también estaban atados.

Escucho voces fuera del lugar y trato de hablar.

Pero no pudo.

Su garganta estaba seca y dolía cada que intentaba hablar. Sus ojos lagrimearon al ver la luz de nuevo.

Su estomago dolía, era como si lo apretaran desde dentro y no podía hacer nada para detener aquel dolor horrible.

Tal vez debía dejar de escupirle a la cara del sujeto que le llevaba comida y así llevarse un poco de comida a la boca.

Pero tenia miedo de que cualquier cosa que le diera estuviera envenenada.

—¿Despertaste?

La voz del sujeto resonó dentro de las cuatro paredes, era gruesa y rasposa con un tono amenazante que hacia que los vellos de su piel se erizarán cada que lo escuchaba.

—Te traje algo de comida...

Su estomago rugió de nuevo al momento en que su nariz pudo percibir el olor de la hamburguesa que el tipo había sacado de la bolsa.

—Come —Ordenó al tiempo que colocaba la hamburguesa en los labios del contrario —Si no comes el se pondrá enojado, y no quieres eso ¿Verdad?

Abrió la boca y dio una mordida, masticó y trago con dificultad.

—Buen chico —Dijo el sujeto. —Sigue comiendo.

Y así lo hizo.

Cuando termino con la hamburguesa el sujeto le acercó una botella de agua con un popote.

—Toma —Ordenó.

Acercó sus labios al popote y succiono el liquido con desesperación.

—Tenias mucha sed, es bueno que hayas comido algo, volveré mañana con más, ¿Te gusta la comida china?

No contestó.

—Comida china sera —Dijo el sujeto —Nos vemos mañana. —Y salió de la habitación.

Sentía como su estómago trataba de digerir la comida, sus tripas gruñían.
Tiempo después, sus ojos se sentían pesados y el sueño lo invadió de golpe. Sus manos estaban adormecidas al igual que sus pies.

Lo habían sedado.

Escuchó como la puerta se abría y como alguien caminaba hacia el.

—Que bueno verte, Temo.

Entonces cayo dormido.

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