18. Me hiciste esperar mucho tiempo.

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Emilio me acompañó hasta la puerta, asegurandose de cerrar antes de seguirme hasta la acera. El proyecto finalmente estaba listo y ahora debia tomar camino a mi casa. Él se ofreció a llevarme, pero yo me negué por cortesía. No quería causarle más molestias. En especial porque la casa se quedaría sola una vez me fuera con él. Su madre había salido de emergencia con Romina al médico, porque esta ultima se estaba sintiendo últimamente mal.

Una vez afuera, sentí una gota de agua mojarme la mejilla. Elevé la vista y sentí varias gotas de agua caer sobre mi rostro. En cuestión de segundos, la lluvia comenzó. Pero era demasiado tarde, la puerta estaba cerrada y cuando intentamos volver a abrir, y Emilio buscó en las bolsas de su pantalón, supimos que las había olvidado dentro.

Emilio gruñó, me tomó del brazo y miró hacia todos lados. Tres casas mas allá, distinguimos un hueco debajo de un balcón donde cabrían ambos, para después correr hacia allí, mojándonos más en el camino.

Soltamos un suspiro de alivio cuando estuvimos bajo techo y las gotas de lluvia dejaron de rebotar contra nuestras cabezas. Yo no dejaba de reír, contagiando a Emilio mientras lo hacia. Hasta que todo paró, el tiempo, las risas y las voces. Todo paró por un tiempo indefinido, conmigo concentrado a realizar fantasías involuntarias por el solo aburrimiento.

-No sabes lo que es- murmuró Emilio.

Volteé de lado a lado, si saber realmente si hablaba para mi o para sí mismo. Observando el perfil de Emilio delinearse contra la semi oscuridad de la calle.

-¿Qué cosa? - murmuré, apoyando mis codos contra mi vientre.

Emilio se mordió el labio y volteó a verme, suspirando y seguidamente negando con la cabeza, Yo, al ver su inseguridad, me recargué completamente sobre la pared, quedando aún más cerca de él.

-Sé que no hablamos mucho, Em, de este tipo de cosas-comencé a decir-Pero ya te lo había cometado antes. Puede hablar de lo que necesites conmigo. No pienso contar nada de lo que me digas, y sé que cada uno tiene sus problemas y es normal. De verdad, a veces es mejor desahogarse-terminé de decir, sin sabe exactamente de donde había salido todo eso.

Una sonrisa apareció en los labios de Emilio.

-Bonito discurso... pero no es cosa de confianza. Realmente no lo entenderías-contestó en un susurro antes de regresar a su expresión grave-. Gracias de todos modos-añadió después.

Fruncí el ceño. ¿Qué podría ser tan difícil que yo no pudiera entender? y, ¿por qué demonios no me había dado cuenta de ese problema antes? Tiempo después, volteé a verlo a nuevamente. Me sobresaltó un poco cuando ví lo cerca que estábamos. Mis ojos no tardaron en hacer de las suyas, y vagaron por todo su rostro, distinguiendo reflejos dorados en los ojos cafés. Se veían mucho mas impresionantes a esa distancia. A su vez, observaba sus pestañas túpidas, y lo bellas que eran sus cejas, desviándome hacia su nariz, sus mejillas, sus labios...

En eso, me alejé mirando hacia arriba. Pero sin parar de notar el modo en que Emilio frunció el entrecejo, mirándome, ahora llevaba una expresión divertida en el rostro.

-¿Qué fue eso?-preguntó Emilip, divertido, volviendo nuevamente la vista al frente.

-¿Qué cosa?-respondí, confundido.

-Te alejaste...

Y habría respondido a eso si supiera qué demonios responder. Pero, como parecía costumbre en estos últimos encuentros, las palabras me faltaban y mi léxico no parecía tan amplio para ser usado correctamente. Así que me decidí por guardar silencio, mirando como la lluvia se había vuelto insoportable. Las gotas eran gruesas y abundantes. Parecía una cortina celeste y blanca que bloqueaba su camino.

IMPOSSIBLE, emiliaco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora