Caminaba dentro por los pasillos a paso pesado, tratando de huir del extraño comportamiento de todos ese día. Andar por los pasillos era casi un desfile, decenas de personas me miraban con rostros curiosos, algunos chiflaban, reían y otros celebraban con un gesto de aprobación. Cosa que no hacía más que avergonzarme sin saber la razón exacta por la cual todos actuaban de ese modo tan peculiar e irritante.
¿Qué demonios pensaban todas esas personas sobre mí? No parecían estar en la misma frecuencia que yo, para ser sinceros.
-¡Dejen de verme así, por el amor de Dios!-se sobresaltaron los chicos que me rodeaban, riendo un poco antes de seguir con su broma y su camino-. ¿Qué les ocurre a todos hoy?
Entonces la pena se agolpó más fuertemente en mis mejillas de un color rojo estridente, mordiendo mi labio inferior hasta dejarlo blanco. Emilio estaba ahí, mirando a todos del mismo modo en que yo lo hacía. Aunque habíamos dormido juntos, en la misma casa, en el mismo cuarto y en las mismas sábanas, ninguno de los dos decidió que era una buena idea venir a la escuela juntos. Aristóteles me dejó en casa antes, para darme un baño en la comodidad de mi propia ducha y terminé viniendo en autobús tal como lo haría una mañana común. Pero entonces, cuando entré por las rejas amarillas que apartaban la preparatoria del exterior, todo el mundo dentro tenía la apariencia de estar loco.
Compartí una mirada casi fugaz con él y volví a ver a mi alrededor, los chicos y chicas se amontonaban alrededor nuestro, como esperando por un espectáculo. La cosa es que realmente no había un espectáculo por ver o por dar.
La gente comenzó a murmurar, rodeándonos en un circulo cada segundo más apretado que antes, con Emilio y yo a lados puestos del vestíbulo, confundidos y sonrojados hasta el cuello. Y si no fuera porque Elaine entró corriendo hasta mí y me haló de la muñeca, posiblemente me habría quedado ahí sin tener la menor idea de que hacer o esperar, estático, con miedo y con tantos nervios que apenas podría soportarlos.
Elaine me llevó a rastras hasta la biblioteca, donde ella sabía casi nadie estaría. A pesar de que muchos de los mismos chicos que vitoreaban al rededor mío vieron hasta donde era llevado. Una vez estando en la tranquilidad que los libros me transmitían, la novia de Niko me sentó en una mesa donde él, Azul y Diego Valdés esperaban, con sus rostros largos teñidos de lo que parecía preocupación.
-¿Qué es lo que ocurre?
Azul, la preciosa chica que había conocido en escena y que era un amor de persona me miraba con tanta pena que me hacía sentir extraño, como si un tercer ojo me hubiese aparecido en mi entrecejo. Nikolas y Diego, ambos a quienes había conocido nada más poner un pie dentro de la preparatoria el mismo día. Ambos cómodos, sencillos y con los que cuales no tenía que pensar mucho al dar una respuesta. Eso fue más que suficiente para que me le pegara a ambos como una lapa al siguiente día en adelante. Tratar a Elaine había resultado un tanto más difícil. Tras su inteligencia y su gran habilidad para preguntar todo aquello que yo no quería contestar, había conseguido hacerme hablar sobre mis problemas familiares. Y la confianza entre ambos fue tan mutua que hasta la fecha, es la única con la que puedo y deseo hablar. Al principio me había parecido sumamente habladora y fue un inicio casi torturoso, pero ahora, no me veo a mi mismo sin ella y Niko en mi vida.
Todos y cada uno preocupados, rodeándome y dándome un apoyo emocional impresionante aún antes de conocer las circunstancias por las cuales cada uno de ellos estuvieran así.
-¿De verdad te quedaste en casa de Emilio anoche?-susurró Azul, con sus enormes ojos de color abriéndose de par en par.
Entonces mi mundo de pronto se vino abajo.
-Y-Yo... ¿cómo... cómo es que s-supieron eso?
-¡No me jodas!
-Nikolas, cálmate-gruñó la voz femenina de Elaine y Niko gritó en voz baja de entonces.
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IMPOSSIBLE, emiliaco.
FanfictionJoaquín se ha enamorado de Aristóteles Córcega, ¿el problema?: es que él no existe. Y Emilio está ahí para recordárselo.