//Tu historia y la mía, tu sueño y el mío.//

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Llega el final, mucho antes de lo que había previsto... pero el final al fin y al cabo. No me queda más que agradeceros, mil veces más, a todos los que estéis leyendo esto, a todos los que hayáis leído cada fragmento de esta pequeña historia. Como ya os dije, pretendo con esto que podáis emocionaros... haceros sentir algo, cualquier cosa, aunque sea rabia. Así que de corazón, espero que os guste y que lo disfrutéis tanto como yo al escribirlo. Gracias a todos!

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Disfrutábamos de un maravilloso día en Cantabria, en mi ciudad. Habíamos alquilado una casa en la playa y todo parecía perfecto en aquel momento. Mi hermana y Aurora paseaban por la playa cogidas de la mano. Malú me abrazaba por la espalda, con la barbilla apoyada en mi hombro. Nada en ese momento podía hacerme más feliz.

En cuanto al pasado, no puedo pararme a contaros todo por lo que pasamos cada uno de nosotros. Supongo que os imaginaréis que hubo momentos muy buenos... pero también otros muy malos. Os resumiré un poco la historia: 

¿Os acordáis del concierto en Barcelona? ¿Y de Sara? No sabéis la de problemas que me trajo aquello... El novio de Sara apareciendo por Madrid, Malú celosa y Sara, la pobre, que no sabía que hacer. Por lo pronto, los celos de Malú me costaron bastante caros. Mi chica no podía soportar que cuidara de Sara, pensaba que entre nosotros había algo más, cuando en realidad yo solo quería ayudarla. Discutíamos durante meses, dejaba de hablarme y no me abría la puerta de su casa ni me cogía las llamadas. Una vez incluso se fue de Madrid sin decirme a donde, según ella 'a pensar'. Sin duda nuestra relación no fue fácil, ni mucho menos, pero no me arrepiento de nada de lo que hice. No me arrepiento de haberme plantado en su puerta durante horas hasta que decidió salir, ni de recorrer Madrid con el coche para encontrarla, ni de seguirla por los conciertos, esperándola en el camerino con ayuda de su hermano para que habláramos. No me arrepiento de mi decisión de estar a su lado cada día por muy mal que me contestara, ni de comprarle una rosa blanca todos los días, para recordarle lo mucho que la quería. No, no me arrepiento. 

Aunque bueno, no todo lo que yo hice es bueno. Mi orgullo desde luego no faltó en ciertos momentos. Había momentos en los que era yo el que me enfadaba y me iba, el que no le contestaba, el que le cerraba la puerta cada vez que hacía algo que no me gustaba y el que se pasaba horas sin hablarle por celos. Y diréis ¿celos? Si, celos. Celos de un compañero de Malú que la invitaba a salir, que quedaban constantemente, aún viéndose cada día, cada hora del día. Y me molestaba mucho. Pero al fin y al cabo, todas esas cosas quedaron reducidas en pequeñas anécdotas que podremos contar a lo largo de los años, riéndonos de lo tontos que fuimos al dejarnos escapar por momentos.

Pero bueno, antes de seguir contándoos nuestra historia, no quiero pasar por alto la de mi hermana:

Para los que no recordéis lo de su viaje a París, os resumiré también, pero mejor me centro en lo importante. Martina me llamó, en el que se supone que era su día de vuelta, para decirme que se quedaría unos meses más. Me enfadé con ella, más que nada porque era un momento en el que la necesitaba bastante, necesitaba que estuviera allí, pero por otra parte estaba orgulloso de ella, de que tuviera la valentía de plantarse allí, prácticamente sola, y ejercer un trabajo periodístico con apenas diecisiete añitos. Me inspiraba valentía, de la que muy pocos tienen y me encantaba. Pero lo importante es su historia allí, lo que me fue contando a través de unos testamentos de whats app que me escribía cada día. En ellos me lo contaba todo, sus sensaciones al entrevistar a modelos parisinas, a grandes diseñadores de moda y a grandes artistas como pintores, escultores... incluso cantantes franceses. Vivía en un piso bastante céntrico en la ciudad de París, con muy buenas vistas. Le daban dinero para que fuera en taxi a Francia, las veces que le tocaba hacer algún reportaje allí, lo cual ella acababa aprovechando para hacer turismo. Se la veía muy feliz, la verdad, hasta por una pantalla se le notaba. Pero un día, en uno de esos textos me decía que tenía que contarme algo muy importante, pero como no íbamos a vernos, que al menos me lo contaría por teléfono. Entre unas cosas y otras, cuando salí de trabajar una mañana se me ocurrió llamarla a Skype. Hablamos durante horas, muchas horas. Pero después de tanto tiempo hablando, viendo como sonreía, con que ilusión pronunciaba cada palabra que decía... Por fin me dijo lo que tenía que decirme. ¡Ella y Aurora estaban juntas! Si os soy sincero, esa noticia me sorprendió... Bueno, me dejó helado cual iceberg, pero no me disgustó en absoluto. Era una de esas noticias que en mi familia (me refiero a mis padres y a nosotros, el resto de la familia es más cerrada...) no nos suele sorprender. Sabemos que es algo normal, con lo cual, cuando me lo dijo mi hermana me alegré mucho. Me chocó, claro, al recordar esa imagen con mi primo en el hotel... Pero me alegré al ver lo feliz que estaba, como sonreía y como le brillaban esos preciosos ojos. Al fin y al cabo ¿que hay mejor que la felicidad de la gente a la que quieres? 

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