Capitulo 6

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—¿Estás seguro de eso? —preguntó Tony, nervioso.

—¿Por qué lo preguntas? ¿Es que no te apetece bailar?

—Oh, no es eso. Es que... no creo que les caiga muy bien a la mayoría de tus clientes. No les gusto. Ninguno me habla, ni han bailado nunca conmigo, ni nada. Se burlarán de ti si te ven conmigo. ¿Quizá podríamos ir a otro sitio?

—Vaya, conejito, lo siento —Steve lo dijo acercando la cabeza de su omega al pecho. Lleno de remordimiento, le besó en el pelo. Se iba a enfadar con él cuando supiera la verdad—. Verás, cielo. Tienes a todos los tíos allá abajo, locos por ti. Demasiado para mi gusto. La razón por la que ninguno ha coqueteado nunca contigo, soy yo. Les dejé bien claro que me pertenecías, y he tenido a todos los de seguridad locos, apartándote los moscones que se fijaban en ti. No lamento haberlo hecho, pero siento mucho haberte causado dolor, hacer que creyeras que no les gustabas. Eso no es lo que yo quería que pasara.

Anthony levantó la mirada, sorprendido por la confesión.

—¿Y enviaste a James cuando fui a Hydra?

—Ajá. James es amigo mío desde hace tiempo. Cuando Thor me dijo a dónde habías ido, lo llamé y le pedí que tuviera un ojo en ti hasta que yo llegara. No quería correr el riesgo que... bueno, que ligaras con otro y te fueras con él. Parecías tan decidido a encontrar a un tío con el que pasar la noche, que sentí que los celos me consumían. No podía permitirlo.

Mientras el silencio se alargaba, Steve se preocupaba más y más. Estaba tan concentrado en lo que podría estar pasando por la mente de Tony, que casi da un respingo cuando él se inclinó hacia él de forma repentina.

Le dio un profundo, emotivo y ardiente beso, que hizo que se le encogieran los dedos de los pies, y que su polla saltara. De todas las reacciones que podría haber esperado, esa no era una de ellas. Gruñó profundamente mientras cerraba los ojos y se presionaba contra las caderas del castaño, empujando de nuevo en el apretado canal. Sintió que una de las manos de él le acunaba la mejilla, y abrió los párpados. Las lágrimas inundaban los ojos de su omega.

—Cielo —murmuró con suavidad. Su corazón se llenó con un profundo remordimiento por sus actos.

—Te amo, Señor —murmuró Tony, y en ese momento, Steve pudo ver todo lo que él sentía, cada emoción. Toda la ternura, el amor y el interés que sentía, brillaban en la profundidad de sus ojos llenos de lágrimas.

Abrumado por las emociones, envolvió a Tony con sus brazos, atrayéndolo más cerca si cabe, mientras empujaba su polla hacia arriba, levantando las caderas. Las estrellas explotaron tras los párpados de Steve. Solo tuvo tiempo de gritar el nombre de Tony antes de hacer erupción en su interior, estremeciéndose con el más perturbador orgasmo que había tenido nunca. Pero Tony no se detuvo. Se movió arriba y abajo, montándolo, y Steve solo podía jadear, desamparado. Cada simple movimiento enviaba oleadas de emociones a lo largo de su sensible polla, y hacia su cuerpo entero. Era como ser devorado por un largo e interminable orgasmo.

Oyó los gemidos de Tony, la desesperación. Su pobre conejito necesitaba correrse también. Deslizó la mano hasta el pene, y empezó a masturbarlo.

—Córrete para mí, cielo —exigió—. Enséñame cuánto me amas. Se asombró cuando Tony se corrió inmediatamente con un grito, su cuerpo estremeciéndose.

—¡Señor! —gritó, y colapsó contra él.

Steve envolvió una de sus manos en su pelo, manteniéndolo cerca de él, su otra mano aún en el pene del omega, dejando que sus dedos se empaparan.

—Joder, Anthony, eres un buen chico —murmuró contra su pelo—. Nadie nunca había conseguido que me corriera de la manera en que tú lo has hecho. Sabía que eras especial, desde el primer momento en que te vi.

Porfavor, Señor (Adaptación al stony)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora