Diamantes oscuros.
Capítulo 18.
-¿Puedes apagar tu maldito teléfono?
Abrí los ojos de golpe por la voz desconocida y giré hacia mi izquierda.
No había subido a dormir realmente. Definitivamente no lo hice.
NO, NO, NO.
¡NO!
-¿Qué haces aquí?- pregunté, mirando lo obvio.
-Amm, ¿bebimos?- dijo- Por favor, apaga tu teléfono, lleva quince minutos sonando y no supe apagarlo.
Tomé la chaqueta negra que estaba en el piso junto a mi lado de la cama y me la coloqué rápidamente, era de Fred, pero no quería que me viera desnuda.
¡Como si no lo hubiera hecho ya!
-¿Bueno?- contesté rápidamente.
-¡¿En dónde mierda estás?!- gritó del otro lado.
-¿Liam?- pregunté, su voz era tan dura, aun cuando siempre hablaba duro, esta vez me había asustado.
-¡Sí!- gritó nuevamente- ¿Se puede saber en dónde estás? Te he marcado durante más de quince minutos, fui a buscarte y tus compañeras no coordinaron a la hora de mentir. Era obvio que no estabas ahí.
-¿Qué necesitas?- ¿en dónde mierda estaba? Giré para ver algo familiar, pero creo que sí, estaba en uno de los cuartos desocupados de la hermandad.
-Te hice una pregunta. Responde antes de que rastree tu teléfono- dijo como si nada.
-¡No!- Fred se quejó en la cama por los gritos y se tapó la cara con mi almohada. Rezaba porque Liam no haya escuchado eso.
-Luna, tienes cinco segundos.
Mierda, este tipo es inestable.
-Estoy en la casa, en otra habitación. Por favor no hagas un problema.
-Sal.
-¿Para qué?- pregunté.
-Sal de la habitación antes de que haga un problema.
-Bien.
Respiré y cuando estaba por abrir la puerta, lo miré parado justo afuera. ¡Él ya sabía en donde estaba! Cerré los ojos y los abrí de nuevo, estaba nerviosa, como si mis padres me hubiesen atrapado en mi primera vez.
Abrí la puerta despacio y lo miré.
-Hola- saqué un tono extrañamente temeroso, Liam parecía un tomate, estaba completamente rojo y su ceño estaba completamente marcado.
-¿Hola?- preguntó molestándose más. Me hizo a un lado y abrió la puerta, azotándola.
-¡Liam!- grité por su arrebato. Podría despertar a las chicas y apenas eran las siete de la mañana.
-¿Qué demonios?- habló Fred, mientras era levantado de la cama por Liam. Esto no podía ir peor.
-¡Suéltalo!- grité.
-¡Vete a la mierda, imbécil!- lo aventó fuera del cuarto. Liam me miró y notó la diferencia de tamaño entre la chaqueta de cuero negro y mi cuerpo.
-Ven- dijo como sin nada. Fred recién se estaba levantando y escuché las voces de algunas chicas, gracias a Dios Mika no estaba aquí.
-No- demandé.
-Bien, como quieras- me jaló por detrás y sacó la chaqueta abierta de mí en un segundo y luego se la lanzó a Fred.
-¡¿Qué te pasa?!- lo intenté golpear, y fallé miserablemente.
-¡Cierra esa maldita puerta, todos estarán viéndote desnuda en segundos!- sólo para no llamar más la atención, cerré la maldita puerta y le puse seguro.
-¿Qué te pasa?- lo miré.
-No llegas a dormir a tu habitación, ¿a qué se supone que vienes a la universidad?- levantó una ceja.
¿Qué estaba mal?
-Eres un imbécil, uno muy grande- señalé, y corrí a taparme con la sábana blanca- Tú dijiste que podía hacer lo que quisiera, ¿no es así?- lo reté y el me miró sorprendido. Estaba dudando en lo que iba a decirme, lo pude ver.
-Y no te estoy negando que hagas lo que quieras con tu cuerpo- dijo como si nada-, pero si vas a compartirlo conmigo, mejor que te acuerdes con quien te acuestas. ¿Lo conocías acaso?- rio sarcásticamente.
-No es tu maldito problema.
-Lo es, a mí me importa estar bien en cuanto a salud.
-Oops, olvidé decirte que tengo sida- me burlé de él. El agarró su cabeza en señal de frustración.
-Deja de ser infantil, maldita sea, Luna.
-¿Qué quieres? Por lo que veo, te urgía verme, ¿no?- su rostro se pone pálido y cambia a una cara arrogante. Una más arrogante que la normal.
Sí, y la normal ya era sexy, no podrían soportar lo que yo aguanto en estos momentos, lo juro.
-Necesito que me acompañes a mi casa.
-¿A qué?- pregunté, mientras sostenía fuerte la sábana.
-Un trabajo extra- dijo con simpleza. ¡Un trabajo extra, ni leches!
-Ajá.
-Vamos. Ve a arreglarte y te veo abajo en quince minutos.
-¿Esperas que no nos reporten?- le dije. Había hecho un alboroto.
-Luna, en algún momento entenderás por qué estoy aquí como la vil mañana. Ellos no pueden hacerme nada.
-Ah, me alegra, ¿qué hay de mí?- le dije con sarcasmo. ¿A él qué le preocupaba? ¡Él no era un maldito estudiante como yo!
-Ve a arreglarte, no estoy jugando.
-¿Y la escuela qué?
-Es sábado, Luna, no juegues conmigo.
-Bien.
Y corrí a bañarme. Las chicas me llenaron de preguntas, así que mientras me bañaba les grité el resumen de todo y les prometí que les contaría los detalles después. Me maquillé en tres minutos y até mi cabello en una cola de caballo alta. Me puse un vestido de flores de verano y unos toms. Esto debía ser suficiente.
Me despedí de ellas y corrí hacia el estacionamiento. Liam estaba esperándome, su sus dedos tocaban el volante y meneaba la cabeza. Me miró y salió rápidamente de su asiento para abrir mi puerta. Entré y esperé a que el entrara.
-Hola.
-Hola.
Me miró de reojo mientras se aventuraba en el ajetreo de New York. Prendí la radio y una canción que desconocía, comenzó a escucharse. Pero esto era mejor que el silencio incómodo. Subí el volumen y me acomodé en mi asiento.
-Baja el volumen.
-¿Qué, no puedes ver con el sonido?- me reí. Liam intentó miserablemente no reírse, pero la curva en su rostro era evidente, bajó el volumen un poco, meneó la cabeza contrariado y sonrió abiertamente.
Y el mal rato por fin había pasado.
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Diamantes oscuros
FanfictionUna piedra preciosa lo es, no importa su tonalidad. Un diamante será hermoso, por dentro y por fuera. Ya sea que muestre lo brillante, lo precioso, e incluso... lo más oscuro de sí mismo.