Desde siempre conviví con los muertos
Era algo inevitable, ya que mi padre era propietario de la funeraria más concurrida de la ciudad.En fin, era con lo que nos manteníamos, no podía quejarme. Era un buen negocio, bueno pero turbio.
El lugar donde se sitúa el establecimiento, era un internado dónde hubo desapariciones de estudiantes y profesores que, inexplicablemente, todos sus nombres iban de orden alfabético.
El intendente de aquel internado, llamado Armando, fué la única persona que no desapareció. Se pensaba que el intendente tenía un pacto con el demonio, ya que, aproximadamente a las tres de la mañana se escuchaban gritos y lamentos que provenían del cuarto de intendencia, en el edificio de departamentos escolares, y como si de un chiste se tratase, al día siguiente se emitía una alerta escolar, diciendo que algún estudiante había desaparecido.
La primera persona en desaparecer fué la hija del profesor Frankfurt, Alessia Frankfurt, de apenas 12 años.
Alessia era mi mejor amiga, porque técnicamente era la única niña de mi edad en ese lugar. Nuestro pasatiempo favorito era hacer pulseras tejidas, nunca nos cansábamos de realizar combinaciones con los hilos, nuestros colores favoritos eran el rosado, el rojo y el guinda.
Su pesada cabellera dorada era hermosa, me encantaba trenzarle el cabello, hacerle mil trenzas mientras hacía coloridas pulseritas de la amistad, podíamos tener los brazos llenos de brazaletes que hacíamos en nuestros ratos libres.
Yo tenía leve conocimiento de guitarra, pero me alcanzaba para tocar las canciones del momento, las que Aless podía bailar por horas en el salón de su casa.
Claro, hasta que desapareció.
En un 25 de abril desapareció Alessia, es inexplicable el dolor que sentía en ese momento. Aless era mi mejor amiga, mi confidente y mi compañera.
Dos meses después fué encontrada enterrada en el jardín del internado, sin vida.
2 años después de lo sucedido demolieron el edificio y 9 años después mi padre compró el terreno, y como en su familia siempre tuvieron recintos funerarios, él también construyó uno, el cual fué llamado "Funeraria Frankfurt", en honor a Alessia.
Te mentiría se te dijera que no tuvo éxito. Durante los primeros meses todos los funerales de la gente adinerada de la ciudad fueron en el establecimiento funerario de mi papá.
El misterio más grande de lugar era el del salón "Santa María" ubicado dónde Alessia y yo bailábamos. Los asistentes a los sepelios en aquel salón se quejaban de escuchar niñas jugando.
Mi padre nunca supo el proveniente de este ruido pero yo sí. Yo sabía que la niña que jugaba y bailaba era Alessia.
Muchas veces, teniendo mi padre el salón vacío, me gustaba ir a jugar con Alessia, a hacer brazaletes y a trenzarnos el cabello, porque al fin y al cabo, ambas nos encontrábamos en un plano del que no podíamos salir, ni tampoco crecer, pero tampoco sufrir. Nuestras vidas en el internado fueron, sin más, una tragedia.
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Suspiros
RandomAquí escribo cosas que me nacen o me gustan, frases que me marcan o historias que me salen como suspiros.