Rosas Nocturnas.

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El funeral se había realizado con fuertes lluvias, ya que ella lloró al morir, pero él lloraba más, el joven azabache miraba el ataúd mientras éste se encontraba bajando 7 metros bajo tierra, todos los presentes usaban los paraguas que portaban para protegerse de la fría lluvia que arreciaba casi en la puesta de sol que ya carecía de color, pero Levi, sin embargo, prefirió empaparse ya que así, de este modo, ocultaba sus lágrimas a los demás. Así, mientras tanto, trataba de ocultar su dolor ante la pérdida de su amada Arlette, la cual le había brindado a Levi su último aliento antes de partir al Más Allá.

Mientras las horas pasaban lenta y dolorosamente, el rostro de Levi se veía más descompuesto por el dolor, ya que estaba desolado, puesto que la había visto en su último aliento, delante de sus ojos vidriosos los cuales se iban, además, apagando, notó su mano enfriarse en la suya, sumiendo su mundo de felicidad con la mujer de su vida en un mundo de dolor y sufrimiento. Durante el transcurso de los días, Levi apenas comía y dormía poco, ya que se pasaba el rato encerrado en su habitación llorando a lágrima viva, abrazando el cojín de Arlette el cual aún olía a ella, ese hermoso aroma de hierbabuena que a ella tanto le gustaba, pero a él le fascinaba ese olor.

Se habían conocido unos años atrás cuando ella estaba trabajando en Starbuks, una cafetería mundialmente famosa por su buen café y or sus instalaciones, en ese instante que la miró a los ojos se le resbaló el café a un empresariolo bastante amargado como para evitarle el resto del día. Pero eso no detuvo que Levi le pidiera el número de teléfono y empezase a hablar con ella como si de una amiga de toda la vida se tratase. Con el paso del tiempo se habían casado, cuando ella murió estaba embarazada de tres semanas de su primer hijo, ahora los había perdido a los dos. Al recordar que Arlette portaba a su hijo lloró desconsolado, se le volvió a partir el corazón por segunda vez ese día.

Mientras estaba encerrado en la habitación, Mikasa, su hermana menor, miraba la puerta entristecida con aire nostálgico, necesitaba hablar con Levi de lo que ocurría y como podría solventar el dolor que éste sentía por la marcha de su esposa. Llamó a la puerta tensa, necesitaba hablar con su hermano ya, pero no podría si él  no cooperaba.

- Levi, ¿Puedo pasar? tengo que hablar contigo.- Dijo Mikasa preocupada por Levi, y con una taza de té en la mano.

- Pasa.- Dijo Levi con la voz apagada.

Mikasa entró seria y aturdida por la afirmación inesperada, y miró a su hermano decaído y agotado, entristecido y amargado, se veía que la echaba de menos.

- Levi, creo que deberías salir a que te de el aire, ya sé que el mundo sin ella no es mundo y sé que tu vida giraba en torno a ella, pero sé que la amabas y la echas de menos, creo que deberías ir a llevarle flores a su tumba para demostrar que aún la amas, sin importar si está muerta o si está viva.- Propuso ella mirando a Levi totalmente decaído y deprimido por la marcha de su amada.

- ¿Por qué debería hacerlo?- Preguntó él desconfiado por las palabras de su hermana menor.

- Porque me preocupo por tí. Por favor Levi, han pasado 9 meses de la partida de Arlette, deberías superarlo.

- Creo que tienes razón, tarde o temprano me reuniré con ella, ya lo sabes, la amo todavía y la amaré siempre.

Mikasa suspiró ciertamente aliviada, pero también temerosa, ya que su hermano ahora era muy impredecible, vamos, que era un peligro para todos en ese instante. Hizo que Levi se diera una ducha de agua caliente y que se vistiera con vaqueros camisa y zapatillas de deporte. Cuando salieron de casa, Levi iba decaído todavía, pero su hermana lo iba a llevar a una floristería que ella conocía, y a Levi le resultaba muy familiar, era la floristería a la que iba Arlette para comprar rosas rojas, sus favoritas. Levi se dio cuenta de ese detalle, las rosas rojas, le recordaban que no estaba solo y siempre que fuera a algún lado siempre las vería, recordando a su querida Arlette, compró una docena de rosas rojas y esperó a que llegara la noche, para él era muy importante esperar a que cayera el sol para dar vida a la noche.

Al dar las doce de la noche, Levi salió de su casa a escondidas de su hermana, con las rosas en la mano  y se puso en camino al cementerio para ponerle sus rosas nocturnas a su querida Arlette, más bien a su lápida, la cual cuidaban muy bien y permanecía reluciente, como el primer día que pusieron aquella lámina de mármol con las letras de oro puro y con la fotografía de su querida Arlette sonriendo como si fuera la primera vez que la viera en aquel Starbucks. Eso no le aliviaba en absoluto.


Pasaron dos años y Levi seguía sin estar aliviado, pero empezó a plantearse reunirse con ella, morir para ir con Arlette y seguir contemplando su sonrisa, la cual nunca se iba de aquella lápida.

Lo tenía decidido.

Se iba a reunir con ella, pero de noche, y justo el día que ella murió, esa misma noche.

Levi compró un arma con dos balas, una de ellas por si fallaba. Al llegar la noche, fue al cementerio con el arma en la mano y con las rosas en la otra, sin pensarlo dos veces acabó por terminar con su vida, delante de la lápida de su amada y así reuniéndose con ella para volver a estar juntos como el primer día. Ambos espíritus se volvieron a reunirse y darse un profundo beso, se habían echado de menos y ya no volverían a estar separados.

- ¿Por qué lo has hecho?- Preguntó Arlette mirándolo con cierto amor y vestida exactamente como murió, con la bata del hospital.

- Porque no podía vivir sin tí.- Respondió él, tal como murió con vaqueros negros, la sudadera negra y unas converse que solía llevar desde que iba al cementerio a ponerle rosas a Arlette.

Aquellas rosas nocturnas que ahora adornaban las tumbas de la pareja, los cuales ya estaban unidos por su hilo rojo del destino.

Rosas nocturnas. ONESHOOT LEVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora