Un reencuentro memorable

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En el instante preciso cuando crucé con mi vista hacia el otro extremo del cuarto  y vi a ese ser llamado Norman, mi vida volvió a tener color, alegría de ver a nuevamente a ese ser amado. Habían pasado años, años de creer que Norman había muerto y ahora lo tenía frente a mi... Sentí cómo Ray apretaba mi mano, también emocionado de ver Norman. Ray y yo nos miramos rápidamente, como para comprobar de que era verdad lo que nuestros ojos estaban viendo, se nos salían risitas de los nervios. Vi las lágrimas saltar de los ojos de Ray, así como también sentí la calidez de las mías.

Mis pies fueron los primeros en reaccionar, salieron corriendo como si tuvieran vida propia, como si yo ya no las controlara. Corrían hacia él. Oh Dios, pensaba mientras corría, esto debe ser un sueño, es él, es él, gritaba par mis adentros mientras acortaba la distancia entre nosotros dos. Ray me siguió por detrás y al llegar a Norman, me lancé en un abrazo como de película, con toda la emoción que llevaba el hecho de volvernos a encontrar. De estar todos juntos. Éramos adultos, ya no éramos niños. Y aun así, todo se sentía como niñez, con emociones puras, sin ningún miedo, sin monstruos, sin el temor a morir, solo sueños por construir.

Tomé su rostro con mis manos, fuertes ahora, mientras repetía si acaso era real, si no era un sueño. Norman solo reía con lágrimas y risas. Pude besarlo ahí mismo, iba a hacerlo, pero Ray lo tomó por el cuello, se puso entre los dos y nos abrazó cálida y fuertemente. Ahora todos llorábamos a la vez.

Luego de ponernos al día, donde contamos nuestras penas y desaventuras, donde nos apretábamos las manos para cerciorarnos de que aquello no era un sueño, nos quedamos dormidos en una pequeña habitación. Sentados al lado de la cama, en el piso, como en los viejos tiempos, con Ray a un lado y Norman al otro, viajamos en sueños, con nuestras manos sujetas en todo momento.

Ya pasadas las horas y estirados en el piso, pude sentir como Ray se apegaba más a mi, abrazando mi estómago por detrás de mi, como si me guiara hacia su cuerpo, atrayéndome como un imán. Ciertamente esta no era la primera vez que dormíamos de aquella manera. Incontables fueron las veces en las que, arrancando de monstruos con deseos de hincar sus dientes en nuestros huesos, nos refugiamos en ramas con poco espacio en el bosque. Pero Ray jamás me tocó como lo estaba haciendo ahora. Había algo diferente en la forma en que lo hacía, en la intención detrás de aquellos movimientos.

Dejé que me llevara. En sus manos siempre me sentí segura. Me rendí ante el sueño, pero, aun así, mi mente seguía conectada, entrando en un estado de seminconsciencia. Las manos de Ray, luego de un rato, comenzaron a explorar mi cuerpo. Subió lenta y sigilosamente mi blusa, por debajo. Las yemas de sus dedos hacían contacto con mi desnuda piel, endurecida por el arduo ejercicio de sobrevivir en un mundo salvaje, en forma y tonificada para su supervivencia. Llegó a mis pechos, los cuales solamente mantenía sujetos con unas bandas de género amarradas a mi pecho. Midió el tamaño de una con su mano, delicadamente, como si tocara los pétalos de una rosa. Masajeó en busca de su centro, encontrando mi pezón endurecido por la circunstancia. Mis mejillas ardían. Mi respiración comenzó a apresurarse y sensaciones que por años suprimí, ahora, justo en ese momento, en donde por fin nos reencontrábamos con Norman, se comenzaban a desatar.

Exploró un pecho, que por cierto no eran muy grande pero sí lo suficiente para ser tomado por una mano, y luego fue por el otro, dejando activados mis dos pezones, tibios por el calor del momento. Comencé a sentir cómo el calor de su cuerpo, debido a la proximidad que teníamos, empezaba a traspasarme. Cómo partes de su piel comenzaban a endurecerse. La espiración de Ray también se agitaba y podía sentir como sus caderas se apegaban más a las mías por detrás mientras su respiración me hacía cosquilla en la nuca.

En un momento, cuando ya la excitación me estaba comenzando a despertar más y ya estaba siendo consiente de lo que estábamos haciendo, Ray liberó un pezón por entre las telas que lo sujetaba, dejándolo libre, en contacto los dedos desnudos de Ray. Aquel toque fue algo glorioso y, en un reflejo de mi deseo ante aquello, apegué más mis caderas a las de él. Ya no me importaba si Norman despertaba. Lo amaba, sí, y más de una vez había fantaseado con que era Norman y no Ray el que me tenía en una situación así, pero también amaba a Ray. Era su compañero y, a pesar de haber crecido como hermanos, eso en algún punto de nuestra precoz adultez había cambiado por completo debido a todas las circunstancias que habíamos vivido, solo que ninguno se atrevía a decirlo.

Luego de un rato así, yo ya estaba completamente consiente de todo. Luego de que mis pezones fueran masajeados suavemente de maneras inimaginables para mi, la mano izquierda de Ray comenzó a descender, llegando a mi muslo izquierdo, rozándolo con suma delicadeza por todo su borde, marcando contornos para luego tomar dirección entre las dos piernas.

Su toque era sutil, ni rápido ni fuerte, casi como si quisiera que yo no despertara. Introdujo su mano donde ya la temperatura de mi cuerpo no podía estar más ardiendo. Movió sus dedos sobre mi ropa interior, encontrando el punto exacto en donde me hacía sentir más, ahí en aquel monte lleno de placer.

Mi cuerpo comenzó a buscar más en las caderas de Ray, sintiendo su excitación sobre mis muslos. Mi cuerpo pedía algo más pero mis labios no se atrevían a actuar y, entre la oscuridad de la noche en aquella habitación, sentí un mirada atenta sobre mi. Era Norman, mirándome de frente mientras yo era acariciada por Ray.

Una pequeña exclamación salió de entre mis labios, que rápidamente fueron sellados por los de Norman. Ray se dio cuenta de esto y aprovechó el momento de subir mi falda hasta mi cintura.

- Vaya reencuentro - dijo Ray.

- No podría haber sido mejor - exclamó Norman mientras se separaba un poco de mis labios, jadeando.

Sentí que moría de vergüenza, pero Ray no dejaba de acariciarme, no me daba tiempo de pensar claramente.

Sutilmente comencé a sentir el miembro humedecido de Ray acariciando mis muslos, buscando la aprobación para entrar. Respondí apegando mis caderas más a él. Mientras éste hacía hacia un lado mi ropa interior, yo comenzaba a sentir el dolor de dejarlo llegar más dentro de mi. Pero Ray fue gentil y con suaves movimientos, me entregó un placer inigualable. Era un dolor totalmente transmutado en algo sensacional.

Mientras, Norman seguía basándome por todos lados; por mi rostro, por el cuello, besando cálidamente mis clavículas, descendiendo a mis pechos, desatándolos por completo, abriendo mi blusa, dejándome casi desnuda.

Entre tantas cosas sucediendo a la vez, en mi cabeza comenzaba a repasar cada acción sobre mi cuerpo. Norman ahora besaba un pezón, y con su otra mano jugaba en el otro pecho, entreteniendose con mi humedecida piel en su centro. Mientras, Ray me tomaba por detrás con armoniosas embestidas que cada vez iban subiendo de ritmo. A lo que Norman acariciaba la parte frontal de mi cuerpo, tocándome mientras Ray entraba en mi. Y todo esto sucedía mientras la boca de Norman no dejaba de decirme sobre la mía cuánto me amaba. Y así, todos entregándonos placer, todos amándome de la misma manera, y yo así también a ellos, es que llegamos al placer máximo, en donde no pude evitar abrazar a Norman con un brazo mientras gemía de placer, y con la otra mano acercaba lo más que podía a Ray hacia mí y sus movimientos llenos de amor.

Me desplomé aun más en el piso, mirando hacia al techo, luego hacia la izquierda, luego a la derecha, teniendo a las dos personas más importantes para mi jadeantes de placer. Aquella noche podía decir que era capaz de morir en paz, con la felicidad incrustada en mis mejillas, esperando por un mañana.

Un reencuentro memorableWhere stories live. Discover now