Kagami nunca hubiera aceptado nada ofrecido por un desconocido, esa era una idea totalmente descabellada tanto para ella como para cualquiera que la conociera. Siempre había cargado con el orgullo de ser la hija ejemplar. Notas perfectas, habitación siempre limpia, porfavor y gracias seguido de una educada inclinación de cabeza.
Es por ello que el mundo la observaba con extrañeza cuando sus manos aceptaban la pequeña caja ofrecida por un anciano en las calles de Paris. No era convencional, es verdad. Pero también era cierto que las lágrimas derramándose por sus mejillas tampoco eran algo de todos los días. La tarde era oscura, como si el mundo intentara guardar para si mismo la intimidad de las emociones al fin sacadas a flote por Kagami Tsurugi. El sol se negaba a resplandecer para que nadie más pudiera observarla. Esas pequeñas gotas existieron mientras apenas tuvieron de testigos al cielo, a su dueña y a aquel anciano que ya se estaba alejando, lentamente, sin la expectativa de ser seguido por nadie.
Y así fue.
Kagami observó nuevamente el objeto que tenía entre las manos y dudó si era buena idea traerlo consigo a casa. Ese titubeo se vio pronto exterminado ante el recuerdo de una botella de vino romperse estrepitosamente sobre su cabeza, dejándole una lluvia de pequeños pedazos de vidrio y gotas de alcohol acomodandose tras su caída en su melena, brillaban como escarcha ante cualquier mínima luminosidad. Si alguien ya había roto la promesa, qué sentido tenía el mantener la suya.
Corrió tan rápido como pudo para huir del arrepentimiento antes de que fuera tarde. No entró por la puerta, no se quitó los zapatos, y no le importó ensuciar su cuarto. La ventana había sido su lugar seguro para que nadie descubriera que ella estaba allí, que había vuelto al lugar del que trataba huir. Se reconstó en su cama, el techo era el lugar más emocionante al que ella hubiera observado nunca. Podia ser lo que ella quisiera. A veces soñaba con ella misma rodeada de personas riendo a carcajadas, otras veces se veía a ella siendo la mejor esgrimista que el mundo jamás hubiera conocido, disfrutaba cuando aparecía su padre abrazándola y dándole palabras alentadoras.
Pero ahora no aparecía nada. Era solo un techo blanco, vacío, insípido. Nunca lo odió tanto como ahora. Pero no lo odiaba a él, odiaba al mundo, al espejo, a todo lo que su vista le permitiera observar. Todo era insípido, nada nunca tenía color, y para ella el vivir se había convertido en observar su alrededor cada vez tornarse más incoloro, esperando el momento en el que todo simplemente desaparezca. No le preocupaba llegar a la oscuridad absoluta; de hecho, la anhelaba. El camino era simplemente una tortura.
Su día había sido una locura, se sentía como su hubiese sido atropellada por un camión al menos veinte veces. Sus músculos le pedían sólo tirarse en el suelo y sus ojos ya habían hecho lo suyo y las lágrimas habían comenzado a derramarse por sus mejillas. Quizá fue por ello que no dudó en lanzarse sobre aquel anciano para que no fuese atropellado por un motociclista imprudente. Sea como sea, lo hizo y él le había compartido tal mirada amistosa que en su corazón sintió un poco de consuelo que no le permitió negarse a su agradecimiento.
Quizá debió haberse conformado con ello y no acepar la caja. Pero lo cierto era que aquel objeto resplandecía sobre todo lo demás. No porque estuviese hecho de diamantes ni mucho menos, si fuese así estaría segura de que no lo aceptaría, sino porque tenía presencia, parecía ser parte de ella. Las figuras talladas como decoración le recordaban a su hogar. No, no a su casa. A su verdadero hogar.
Abrió la pequeña caja cuando recordó las razones por las que volvió corriendo a casa. En ella había un pequeño dije de color escarlata en forma de mariposa. Era bellísimo, resplandecía ante los pequeños rayos de sol que alcanzaban a colarse por su ventana. Nunca buscó color en un arcoíris, siempre supo que su color se encontraba en la oscuridad.
El escarlata siempre había sido su color favorito.
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Empty Charm [Marigami]
Fiksi PenggemarEn esta versión Paris cuenta con cuatro héroes portadores de miraculous. No fueron elegidos por nada, cada familia posee una historia oculta capaz de congelarle la sangre a cualquiera. El guardian de los Miraculous no es tan bueno y desinteresado co...