25.- Me dejaste.

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Mi casa estaba vacía, silenciosa, casi como mi corazón, con excepción de que este último estaba roto. Me senté a leer un poco, estaba harta de estar encerrada pero el cambio de escuela era tedioso y hasta el próximo lunes entraría de nuevo, había pasado gustosamente todas mis materias y conseguimos un bien puesto en otra escuela. Alejada de la ciudad, lejos de todo y todos. Pade como buen chicle pegostioso que es, se cambio de Instituto y ahora iría conmigo, mi mamá estaba feliz, según ella mi vida estaba cambiando a mejor. Pff, todo lo contrario, cada vez me hundía más y más.

Hasta que decide salir a tomar un poco de aire, habían pasado un mes desde la ultima vez que vi a Angi y desde ese día nunca mas nos topamos, debe ser por mi poca actividad fuera de casa, pero aún así se sentía agobiante. Se que me rompió el corazón pero aún la amo y lo seguiría haciendo así pasaran mil años.
Es imposible olvidar a tu amor verdadero.

Llegue al centro comercial, dispuesta a comprar ropa colorida, algo más alegre, algo que me alejé de mi constante tristeza.
Colores amarillos, era lo que más predominaba entre la ropa que había elegido, al igual que lila y azul cielo.
Estaba pagando todo, salir a tomar aire y estar tanto tiempo en una tienda me calmaba bastante.
Era una constante lucha contra mí yo queriendo salir de su depresión, pero vamos, ¡nadie se recupera tan rápido de una ruptura!, y menos de una tan dolorosa como la mía.

Salí del centro comercial y pasé por una heladería, el sabor a frambuesa en ese lugar era exquisito, así que me detuve para comprar uno, termine de ordenar y me quedé esperando a que mi helado fuera servido y estuviera listo para ser degustado por mi paladar.
Lo recibí gustosa y con un brillo en mis ojos, era la primera vez en un largo mes que mis ojos tenían brillo, una señora de edad avanzada se acercó a mí.

Eres muy linda.

— ¿Disculpe?

— Tú, eres tan dulce.

— Oh, muchas gracias, usted es muy radiante.

— Ojalá encuentres al amor de tu vida y no lo pierdas nunca.

— Creo que ya es demasiado tarde.— Me forcé a sonreírle.

No pierdas la esperanza, seguro esa persona te ama y volverán a estar unidos.

— Gracias.— Le sonreí por última vez y me encamine a la salida, era muy dulce aquella señora.

Pero sus palabras no eran del todo certeras y eso dolía.
Volví a casa, con el ánimo nuevamente por el suelo, esa señora sólo me recordó lo triste que era mi vida ahora y como me había abandonado el ser más precioso de mi vida.

Sabor a cereza. 🍒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora