Capítulo 17: Cosas nuevas

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Durante toda la semana, Dylan trabajó más duro que en toda su estancia en Kansas, por eso, cuando llegó el sábado por la mañana, durmió hasta casi el medio día ya que no tenía que despertar a Simon para ir al colegio.

Brook le había dicho que los sábados el club también abría, pero no los domingos, con lo que Dylan tendría un día para descansar.

Él domingo Dylan disimuló todo el cansancio frente a su hermano para que pensara que todo iba bien a pesar de que estaba a punto de dormirse sobre el tazón de cereales.

–¿Llegaste muy tarde anoche?– Le preguntó Simon y Dylan levantó la cabeza.

–Esto... bueno, un poco, pero no tienes que preocuparte de eso, ¿vale?

–Al menos hoy no tienes que trabajar.

–Si, menos mal. Así podremos estar juntos.– Dylan sonrió un poco.

Ambos hermanos consiguieron pasar un día juntos en toda la semana sin tener que preocuparse de nada.

Pasaron toda la mañana fuera y comieron en uno de los restaurantes que le había recomendado Brook. Simon no hacía más que flipar con todos los sitios a los que Dylan le llevaba, que previamente había visitado él con Brook, y algunas cosas más que había ido surgiendo por el camino.

De vuelta a casa, Simon insistió en intentar poner videoclips en la televisión. Cuanto estaban en Kansas, Dylan solía conectar altavoces en su ordenador y ponía música en su cuarto mientras ambos pasaban el rato. Ahora habían conseguido conectarlo a la televisión y podían escuchar la música desde cualquier parte de la casa.

Mientras Dylan se ponía el pijama en su cuarto con la música de fondo, no paraba de pensar en aquello que le había dicho Louane acerca de bailar. La verdad era que cuando le tocaba limpiar el bar y se quedaba solo, le gustaba recoger al ritmo de la música, pero nunca pensó que aquello pudiera considerarse bailar. Pero esa noche pensó, ¿por qué no? Siempre le había gustado la música, así que decidió intentar bailar un poco.

Ni siquiera sabía si lo estaba haciendo bien o no, simplemente se dejaba llevar por la música hasta que en la puerta entre abierta apareció Simon, con su pijama de Marvel y la boca abierta al ver a su hermano con un brazo por encima de la cabeza y la pierna contraria levantada. Al darse cuenta de ello, Dylan volvió a colocarse normal.

–¿Qué hacías?– Le preguntó Simon.

–Eh... ¿bailar?

–¿Te gusta bailar?

–No lo sé. ¿Llevas mucho tiempo ahí?

–Lo suficiente para saber que bailas bien.

–¿A sí?

–Si, bueno, a ver, esta claro que no eres profesional, pero no ha estado del todo mal.

–Vaya, gracias.– Dijo yendo hacia la cocina para preparar algo de cena y Simon le siguió.

–¿Vas a bailar más?

–¿Por qué? ¿Te incomoda?

–No. Me gusta verte contento, y parecías contento bailando.

–Sy, es la primera vez que bailo.

–Somos hermanos.– Dijo subiéndose a la encimera y sentándose en ella.– Puedes contarme lo que quieras.

–Gracias, hermanito. Lo mismo digo.

–¿Y con Brook todo bien?

–¿Por qué me preguntas por Brook?– Se rió Dylan.

–Porque te gusta.

–¿De donde te has sacado eso?

–Madre mía, si tengo que explicarte eso, es que eres más tonto de lo que me creía.– Dijo bajando de un saltó de la encimera y después fue hasta el salón.

Dylan negó un par de veces con la cabeza mientras sonreía y siguió preparando la cena, pero antes de que pudiera llevarla al comedor, le sonó el móvil. Era un número que no tenía guardado en la agenda, así que decidió coger por si era importante.

–¿Diga?

¿Donde está mi hijo?– Escucho al otro lado de la línea. Sonaba como una mujer desesperada, y borracha. Aquel último dato le dio la clave.

–¿Mamá eres tú?

Me llamo Emily Raeken y tu te has llevado a mi hijo.

–Mamá, estas muy borracha.–  Dijo bajando la voz.– Y yo también soy tu hijo.

¡Di tu nombre!

–Me llamo... Dylan Mcall. Y soy tu hijo.

¡Mientes! ¡Mi hijo no se llama Dylan! ¡¡Tu no eres mi hijo!!

Lo siguiente que escuchó Dylan fue una botella de lo que fuera romperse contra la pared y después escuchó a su padre entrar en escena. Gritó el nombre de su madre y después intentó quitarle el teléfono mientras seguía gritando que le devolvieran a su hijo y que Dylan no era nadie para él.

Dylan.– Consiguió decir su padre.– Lo siento, hijo. No sé como ha conseguido tu número.

Mamá esta borracha, ha llamado preguntando por su hijo como si lo tuviera secuestrado y ha dicho... que yo no soy su hijo.– Se limpió un poco las lágrimas.

Lo siento Dylan, de verdad. Ya sabes como es tu madre, y sabes que no lo decía en serio.

Pues yo creo que un poco si.

Sabes que no.– Su padre guardó silencio un momento.– Dios. Dylan, me encantaría hablar contigo un rato más, pero tu madre...

Ya, ya.

Te llamaré pronto. Te quiero Dylan.

Y yo a ti papá.

Dylan colgó, intentó recuperarse. Respiró hondo un par de veces, se limpió las lágrimas y después salió al comedor con la cena como si no hubiera pasado nada.

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