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En su carruaje, Eric sopesaba sus opciones.

Había disimulado lo mejor posible –y, al parecer, con éxito- ante su amigo la desagradable sorpresa que se había llevado al ver allí a aquel aspirante a cuñado al que había procurado mantener bien lejos de su querida Sophie.

Pero la presentación que Paris había hecho de su nuevo socio aún resonaba en su cabeza, helándole la sangre.

"El hombre que matará a su hijo". ¿Hasta dónde llegaba la perfidia de aquel desalmado, que estaba dispuesto a deshacerse de su propia sangre a cambio de renombre y poder? Eric se contuvo para no escupir al suelo del carruaje la bilis que le corroía.

Según Paris, el señor Clover sería parte del plan que en su día trazaron para que Lyrica fuese suya para siempre. La idea principal se mantenía: Eric se presentaría en la Corte con aquel falso poder en que Lord William le nombraba prometido de la joven, y la Reina no podría hacer nada, pues aquel compromiso se consideraría última voluntad y, por tanto, estaría libre de los usos comunes en la Corte. Haría las maletas de Lyrica, y juntos subirían a un carruaje que, lejos de llevarles a la mansión de los Pendleton, les conduciría al puerto, donde se alojarían en la mejor posada, con la excusa de que en casa tenían en proceso una reforma.

Pero, por supuesto, contaban con que Even no la dejaría ir tan fácilmente. Tanto Paris como Matthew conocían de sobra su temperamento apasionado, y habían previsto que el joven músico buscaría la manera de recuperar a su amada. Y, hasta cierto punto, le permitirían perseguirla.

El anexo al plan, la parte correspondiente a Matthew Clover, consistía en esperar a Even en el puerto, lugar hasta el cual un compungido Paris le guiaría, y donde su padre, su propio y maldito padre, acabaría con la vida del joven. ¿Por qué? Entre otras cosas, porque Paris había pagado el precio conveniente: el sesenta por ciento de la fábrica. Pero también porque, una vez muerto, Matthew podría hacerse con las obras de su hijo, y venderlas a precios desorbitados. Después de todo, era el músico personal de Su Alteza Real.

Pareciese que la riqueza y el poder fuesen más espesos que la sangre.

-Hemos llegado, señor. –señaló la voz del cochero. Eric volvió a la realidad, y bajó con pesadez del carruaje, sin dejar de dar vueltas a la cabeza.

-¿Y esa cara, Eric? ¡Es como si hubieses visto un ánima!

La alegre y dulce voz de su hermana le devolvió a la realidad, dibujando en su rostro una enorme sonrisa, alejando sus preocupaciones un momento. Corrió a abrazarla.

-¿Qué haces aquí, no deberías estar en Palacio?

La jovencita asintió.

-Pedí permiso para ausentarme hoy, y, dado que he avanzado muchísimo en mis clases y que hoy Su Majestad acudiría a un recital con Lyrica y el señor Clover, me lo han concedido.

Eric no pasó por alto el cariño con que su hermana hablaba de la pareja, pese a ser completamente ajena al hecho de que seguía libre de aquella nefasta boda gracias a ellos, en gran parte.

-¿Cómo te trata la Corte? –se interesó el joven. -¿Te da alguien problemas?

-Siempre habrá quién –respondió la muchacha, encogiéndose de hombros. - Pero procuro hacer caso al consejo de Lyrica, y no darle importancia siquiera. Ella, el señor Clover y Su Majestad en persona me cuidan como si fuese su propia hermana. Sólo tú estás por encima. –rió.

Eric la acompañó riendo, revolviendo su pelo dorado.

-Y dime...¿qué opinas de la relación de esos dos?

Alma Lyrica, Libro Cero - Even Clover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora