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Jadeos, quejidos, gruñidos y gemidos de deseo, se acumulaban en sus pechos, sólo escapándose cuando descansaban de los besos. Besos feroces, un beso infinito, apasionado y muy erótico... se movían al compás, encajando perfectamente sus labios dulces, carnosos y rosados; devorándose la boca e invadiéndolas con las lenguas del otro que se frotaban húmedas entre sí, dejando escapar algún pequeño rastro de saliva por sus comisuras. Sus hormonas impacientes de adolescentes los hacia actuar de una forma feroz.

Feroces pasaban sus manos por el cuerpo ajeno, acariciando y tocando cada parte sensible del torso, las piernas, incluso sus glúteos siendo apretados por las fuerte manos de él. Una pose demasiado comprometedora, con ella tumbada en su pecho y sus pelvis pegadas reconociendo una erección y una tela muy húmeda de ropa interior femenina.

Sus miradas felinas y sonrisas tímidas no concordaban en lo absoluto, recorrían sus cuerpos desnudos con curiosidad, sentados en la cama frente a frente y en una distancia corta, lo suficientemente corta como para verse perfectamente en la oscuridad de la habitación. Miradas de deseo, en especial la de él, que lo hacia ver como un  vil depredador y en frente de sí, su presa.

— ¿P-puedo...?— Su voz gruesa tartamudeó por la vergüenza, él quería tocarla, besarla en otros lugares inexplorados. Dejar marca en su piel, quería hacer que fuera suya, pero él también quería ser de ella.

Se limitó a asentir con su cabeza, pero ella tomó la iniciativa de acercarse, abrazarle y sentarse en su regazo con sus piernas a los lados de sus caderas y hundiéndose en su clavícula. Sus pechos suaves  se hundieron en el de él, quien la tomó de la cintura y apegó aún más a su cuerpo, deleitándose con el aroma de su cabello largo y rizado, al igual que el de su piel, la de su cuello la cual mordió suavemente, besó, chupó y lamió, sabiendo que provocaría gemidos y movimientos frenéticos de excitación en la fémina, quien se dejaba llevar hundiendo las uñas en la espalda ancha y robusta del que le provocaba tanto placer con sólo eso.

La empujó de forma prudente sobre el colchón, posicionándose sobre ella y entre sus piernas. Apoyó sus manos a los lados de su rostro y le dedicó una última mirada de deseo antes de cerrar sus ojos y hundirse en su cuello para empujar lentamente hacia adelante, con la pequeña pero insignificante dificultad de unas piernas tensas y temblorosa rodeando su cadera con fuerza, preparadas para sentir un gran dolor en aquella zona tan delicada.

Entonces lo entendió, no podía ser tan brusco... a pesar de ser la primera vez de ambos, el reconocía que no era fácil, por lo que intentó distraerla acariciando su cintura y bajando un poco para tener acceso a sus suaves y medianos pechos, besándolos y lamiéndolos de forma tranquila, con ella debajo gimiendo y estremeciéndose con placer.

Hacia calor

Pasaron minutos e intentaron nuevamente cumplir con el propósito de esa noche, pero fue imposible para ambos, nerviosos por saber que habría dolor, mucho dolor y para ambos. A pesar de que todo iba tan bien, pero fue mejor abrazarse e invertir los lugares, ahora ella sobre él, abrazándolo cómodamente y él sin sentir ningún peso, correspondiendo a su abrazo.

Bajo las sábanas durmieron, sin saber que ese rayito de luna que se filtró por su ventana fue testigo hasta el amanecer de aquella situación tan torpe pero tan tierna, de esa misma noche donde ignoraron al mundo y fueron felices en su burbuja de amor.

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