[Leila]
Era invierno, mi nariz a penas lograba sentirla debido a que el aire frío golpeaba mi cara, y mi pelo jugaba con el aire. Fui a la cafetería de siempre, no sé porqué pero aquél Sábado quise levantarme temprano, y todo era distinto; todo parecía estar más silencioso, había menos tráfico que de costumbre. Sin duda mi alrededor anunciaba que algo estaba por suceder.
Me encontraba bebiendo un delicioso café con leche y mucha azúcar, tal como me gustaba...cuando lo vi entrar; una gruesa bufanda verde cuadrillé, su pelo más corto que lo acostumbrado y sus ojos fríos y grises observaban el lugar al mismo tiempo que frotaba sus manos para darse algo de calor. Dió paso tras paso por el local hasta llegar a la estantería, donde se encontraba una gran variedad de libros para acompañar la taza de café y espantar el sueño de la mañana. Ordenó su café y tomó asiento en una mesa al otro lado de donde yo estaba; me sorprende que a pesar de los años no ha cambiado, sigue siendo un aficionado a la lectura de libros de ciencia ficción, sacude con frecuencia su nariz como si ésta le causara comezón y sus pestañas cortas pero encrespadas suben y bajan al son de su parpadear.
Doy un sorbo a mi café y procuro levantar mi mirada hacia él, seguía sumergido en el fantástico mundo del libro que sostenía entre sus manos, era admirable su concentración. Pero en un descuido parte del café se me derrama encima.
—¡No puede ser! —grito enfadada por mi torpeza, intento secarme por mi cuenta y siento las miradas de los demás—...Disculpen, disculpen —me sentí tan avergonzada, comencé a secarme con una servilleta hasta que por inercia levanto la mirada.
—Tengo un pañuelo, creo que servirá más que esa servilleta —me demoro en reaccionar ante su presencia, era él siendo amable, sin duda era algo tarde para serlo, pero no me negué a su ayuda. Recibí su pañuelo y él asumió que se podía sentar a mi lado.
—¿Te han dicho...lo hermosa que eres?
Él me miraba fijamente, debo admitir que sus ojos me atrapaban, pero debía resistir, él no podía volver a ganar, no se lo permitiría.
—No me interesa que los demás me lo digan, porque yo sé perfectamente que lo soy. Gracias por tu pañuelo Adrián. —dejé el dinero de la cuenta sobre la mesa junto con el libro y me apresuré a salir pero cuando abrí la puerta me detuvieron del brazo.
—¿Quién eres? ¿ya nos conocemos?
—Sueltame —digo en un tono de enfado. —Tu me dejaste, me soltaste cuando yo más necesitaba aferrarme, pero me perdiste para siempre, pues me obligaste a buscar amor en otra parte, y qué crees, lo encontré. Hasta nunca señor desconocido.
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.¿Qué tal mis bellos lectores/as?
¿Les gusto el capítulo?
Solo puedo decir que esto comenzó con una canción.
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Almas Entrelazadas
Short Story"Tantas personas dentro de un mismo mundo y a pensas se conocen unos a otros" En esta historia narraremos el día de diez personas las cuales tienen una vida casi tan normal como la tuya. Personas que a pesar de no todas conocerse pueden influir en l...