Capítulo 60

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Kirishima se deja caer en el sofá, recostándose boca abajo y soltando un largo suspiro. Tamaki, por otro lado, se encuentra sentado detrás del escritorio de Fat Gum, moviendo de manera grácil sus dedos sobre el teclado y cliqueando con el mouse de la computadora, llenando el silencio de la oficina. A penas ha pasado una semana desde que todo Japón se ha enterado de la "cita" de Suneater y Red Riot, noticia que ninguno ha negado o afirmado.

—Deberías estar listo para el patrulleo— dice Amajiki, con los ojos clavados en la pantalla del computador—. Recuerda que tienes que ayudar a los nuevos.

—Lo sé— se queja el pelirrojo cual niño de seis años.

Entonces el muchacho de piel pálida deja su trabajo y se gira a mirar al menor que yace aún tumbado en el mueble, no dando indicios de moverse próximamente.

—¿Bakugō-kun aún no habla contigo?

Un gemidito de tristeza escapa de los labios de Eijirō y su brazo derecho cae por el sofá, hasta que su mano toca el suelo limpio del lugar.

—No.

Los labios finos del morocho se aprietan uno contra otro, tamborileando los dedos sobre el mouse y moviéndose ligeramente sobre las ruedas de su silla.

—¿Quieres que te ayude? — pregunta Amajiki con timidez.

—Muchas gracias, pero no. Senpai, él es demasiado... Impredecible. No creo que sea buena idea. Primero lo haría explotar antes de que pueda decir pío.

—Ya veo... Lo lamento tanto, Kirishima-kun.

—No se preocupe— suspira, incorporándose y sonriendo de manera frágil al mayor—. Sé que podré solucionarlo. Y, ¿usted? Seguramente ha tenido más inconvenientes que yo.

—Pues...— Tamaki se acomoda en su asiento, mirando un segundo el teclado antes de volverse al menor—. Hadō preguntó por el tema, y tuve que explicarle todo. Y la verdad es que no tengo muchos... Problemas. Es decir, sí he recibido muchos correos de revistas y demás, pidiendo información, pero... No me siento cómodo.

—Mh. A mí muchos de los héroes que trabajan aquí, o de otras agencias, me han preguntado si de verdad estamos juntos. Aunque no sé cómo le hago para cambiar de tema. Supongo que tengo suerte en ese aspecto.

—Agradezco que eso no me pase. Por alguna razón piensan que soy como Endevoar o algo así. No los voy a despreciar ni nada de eso... No soy mala persona...

—Por supuesto que no. Solo están confundiendo su timidez con inaccesibilidad. Pero me alegra que no lo hostiguen. Y, ¿entonces ya le ha dicho a Nejire-senpai todo?

Tamaki asiente, retomando su trabajo unos instantes. La habitación se llena de "tics" que producen las teclas al ser presionadas por sus dedos.

—Incluso le dije que... Que me gusta Mirio— musita el mayor, en voz tan bajita que Kirishima tiene suerte de oírle.

—¿De verdad? ¿Cómo se lo tomó?

—Empezó a gritar como loca— Eijirō suelta una risa al imaginarse a la muchacha—. Luego dijo que ella quiere ser la madrina de nuestra boda.

—¡Oh! Yo quiero llevar los anillos.

—¡Kirishima, no digas esas cosas! — chilla Amajiki, su cara tiñendose de un intenso color rojo.

El aludido se carcajea al ver que su superior se cubre el rostro con ambas manos, totalmente avergonzado por las insinuaciones hechas.

Y un par de golpes en la puerta anuncian la llegada de alguien más. Eijirō no duda en dar el pase de entrada mientras que Amajiki se esconde detrás del escritorio, aún apenado. La cabeza rubia de Togata se asoma por la abertura a la par que sus ojos azules inspeccionan la habitación.

Sentimientos por la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora