La plática que tuve con Sam me ayudó un poco, pero enredó más mis pensamientos. Realmente me ayudó por el simple hecho de que hablé con ella a solas un rato, pero lo que me dijo sigue dando vueltas en mi cabeza, una y otra vez, y me hace sentir inquieto.
Me dirijo a la oficina de Daira, una amiga mía que se me ha escuchado y apoyado tanto últimamente que podría decir que se ha convertido como en mi no-oficial psicóloga personal. Y a pesar de que originalmente es profesora de dibujo de la carrera de Diseño Digital, no soy el único que acude frecuentemente a su oficina pidiéndole consejos.
La saludo desde afuera, a través de su ventana, y abro la puerta.
-¡Julian! Qué gusto verte por aquí. -Dice con esa joven sonrisa carismática que tanto la caracteriza. -Adelante, siéntate.
Cierro la puerta detrás de mí.
-¿Cómo estás?
-Bien, bien... Aunque no al cien. -Jalo una silla y me acomodo en ella.
-¿Por qué? ¿Qué pasa?
-Es sobre mi sueño, ese que no me deja en paz. Estas semanas ha sido mucho más recurrente que antes, al punto de que estoy volviendo a evocar las escenas estando despierto. Y, no lo sé, me he estado sintiendo muy inquieto. Yo se lo atribuiría a eso, pero la verdad ya no sé...
-Deberías buscar un hobby, alguna distracción para olvidarte por un momento de eso que te abruma.
-Estoy dedicándole más tiempo al soccer. Y creo que sí me ayuda, pero en cualquier momento que mi mente tiene la oportunidad de divagar no puedo evitar evocar esos pensamientos.
Daira se queda pensando unos segundos.
-¿Has hablado con alguien sobre esto además de mí?
-Con Sam. Pero, no sé... La verdad es que lo que me dijo me dejó más inquieto en vez de reconfortarme.
-¿Qué te dijo?
Me quedo pensando un momento, mientras sintetizo mis ideas.
-Pues, que no fue culpa de nadie, que fue una situación accidental... Que yo debía estar consciente de que mi intención no era que le pasara eso; y que, al final, él ya se fue... -Hago una pausa. -Pero honestamente, nada de eso evita que yo siga sintiéndome culpable. Le quité la vida, ¡su vida!
-Ella tiene mucha razón en lo que te dijo. -Me interrumpe. -Deberías escucharla en vez de enfrascarte con esas ideas que te han manipulado durante todos estos años. Creo incluso que has logrado convencerte a ti mismo como si que de verdad hubieras sido tú quien lo empujó a la calle, o quien lo embistió con el tráiler, cuando la realidad es que, como dijo ella, fue un accidente. Tienes que dejar de permitir que el pasado, que no puedes cambiar, te afecte. A mi parecer, lo que te hace falta es que, sabiendo que a pesar de que no fue tu culpa cometiste un error, aprendas a perdonarte a ti mismo.
Siento un hueco en el pecho al escuchar eso último y comienzo a sentirme nervioso; incluso, por algún motivo, atacado. Esta plática se está volviendo muy incómoda.
-Eso es justo lo que me dijo Sam... -Pienso en voz alta.
Daira acentúa más su sonrisa.
-Es por eso que te digo, deberías escuchar más seguido a los demás; reconocer que todos, incluyéndote, necesitamos ayuda de vez en cuando. Dejarte toda la carga para ti sólo logrará perjudicarte.
Asiento lentamente con la cabeza. Mi expresión se ha vuelto seria, pero esta vez no por reflexionar, sino por sentirme incómodo. Que tanto Sam como Daira me hayan dicho eso, en vez de sentirlo como apoyo, lo siento como un ataque a mis convicciones. Y ahora que lo pienso: ¿qué rayos van a saber ellas de lo que siento si ninguna de las dos ha vivido algo así?
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La Esencia de la Vida
SpiritualUna familia que me quiere mucho, con buen nivel económico, la oportunidad de estudiar en las mejores escuelas del país donde vivo, y muchos amigos. ¿Qué más podía pedir? La estabilidad rodeaba todos los aspectos de mi vida. Estaba acostumbrado a que...