Capítulo 25. Damage

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—Por Dios.—Le tomé la cabeza. Mi mente se resistía a encajar piezas, era demasiado horroroso el resultado. La abracé mientras lloraba; juntaba furia, tristeza e impotencia.

—¿Entendés, Nina? —se secó los ojos y me los clavó guerreros, porque así y todo no se dejaba derrumbar—. Quién debía ser mi guía, mi protección, era el lobo.

Apreté fuerte la mandíbula de la bronca contenida, jamás hubiera imaginado semejante horror.

—Lo peor de todo es que no tenía ninguna forma de pedir ayuda. Mi madre no podía verlo y yo simplemente no podía contar lo que me estaba pasando, no podía articular palabras para describir la escoria. Esconderlo era una manera de ocultarlo para mí misma también  —tragó saliva—. Entonces es cuando empecé a pensar en la muerte....

Resplé con bronca y tragué llanto, sentía el corazón como una piedra pesada y dolorosa.

—Como solución —remató y me escrutó sonándose la nariz. 

Entendí que ese era el trasfondo de su tormento y el porqué de sus intentos suicidas.

—Pero, ¡tenemos que denunciarlo ya mismo!—grité acuciada.

—No Nina, todavía me falta contarte una parte.

¿Había mas todavía? Esto era demasiado.

—El día del accidente, fui yo la que accioné la palanca de freno para que el auto diera un vuelco. Quería verlo despedido por el parabrisas.—Hizo una pausa para escrutar mi reacción, mientras yo no podía dar cuenta de lo que estaba escuchando. Sin embargo, me tapé la boca del horror, aunque lo cierto es que empatizaba plenamente. 

—Los unicos que llevabamos puestos el cinturon eramos él y yo. Mi madre y Juan que iban detrás no. —Noté que era tan grande el daño que no podía llamarlo por su nombre.

Se tomó la cabeza y respiró profundo con una tristeza totalizante.

—¡Oh,  Santo Dios! —No podía ser tan jodido el destino. No sabía contra quien despotricar, si Dios existía era un verdadero sádico.

—Todo fue para peor, nos quedamos solos con él.—Sus ojos parecieron tornarse oscuros, nergos. Moví la cabeza de un lado al otro estupefacta —¿Te das cuenta la magnitud de mierda?

Asentí en silencio sin poder emitir ninguna palabra de aliento ni consuelo. Ella continuó como un huracán.

—Un día, cuando ya tenía suficiente cabeza y valor lo enfrenté —Me clavó nuevamente sus ojos furiosos —Le dije: si no te vas para siempre te denuncio, tengo pruebas. Sos abogado y sabes de lo que te hablo.

Me la imaginé pequeñita aticulando esas palabras y me pareció heróico.

—¿Y qué pasó? —pregunté agitada.

Hizo una pausa para observar mi reacción. Mi cara debería ser un remolino de rabia, desconcierto y dudas.

—Se fue y no volvió nunca mas. 

Largue el aire contenido. De repente mi mente se llenó de preguntas nuevamente.¿Habría sido algo reciente?

—Era la unica solucion —continuó eligiendo minuciosamente sus palabras —Porque de otro modo,—me miró fijo y me pregunté ¿de que otro modo? —nos hubieran separado a todos, habríamos ido a un orfanato, y si hasta ahora todo había sido un infierno....

Por Dios.

—Por eso es que también seguimos manteniendo la farsa de que él estába con nosotros, —explicó —Juan es el unico que sabe de verdad como sucedio todo.—Parecía ir cerrando cabos en su relato. Sin embargo decenas de preguntas me atormentaban, pero la dejé continuar hablando tal como ella necesitaba y quería.

—Fue que desapareció...—Golpearon la puerta. Nos sobresaltamos.Ella se incorporó como un soldado sobre la cama.

Me sentía de repente abrumada por todo. 

Eran dos agentes de la policía. Parecía una escena de película. Era increíble que justamente aparecieran en este momento

—¿Ud. es la señora Peña Fort? —Preguntó el mas corpulento. Sonó tan extraño el señora.

—Sí —contestó firme. Una chispa de preocupación se vislumbró en su ceño.

—Debemos informarle algo.

Hizo una pausa telegramica y se acomodó esperando algo importante. Como si supiera lo que le fueran a decir

—¿Si?

—Hemos encontrado a su padre muerto.

Mis ojos se expandieron como antenas parabólicas. Esto parecía una satira surrelista. Sentí primero alegría, despues de semejante relato, pero al mismo tiempo me llené de incognitas.

—¿Muerto? —Su cara mostraba asombro genuino, incluso y de manera inentendible, tristeza.

—¿Cómo? —Se apuró a preguntar con cierta tensión.

—Parecería ser que se suicidó. —Se desinfló de repente y me miró haciendome complice de su tristeza ataña pero también de esa enorme herida abierta que podría empezar a sanar.


Las Chicas solo quieren divertirseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora