Soy Ascaragorth, nacido en el clan orco Forjahelada, al norte del continente. Escribo este diario para desmentir los bulos que se cuentan sobre mí, sobre como acabé siendo un aventurero solitario y para dejar un registro de las aventuras que he llevado a cabo hasta ahora.
Entre los miembros de mi clan y, en general, entre todos los orcos del norte, siempre he sido considerado como un gran guerrero. La mayoría de enemigos a los que nos enfrentábamos temblaban al ver nuestros estandartes porque sabían que allí estaba yo, dispuesto a derramar su sangre para regar los campos sobre los que combatíamos.
Mi nombre de guerra era Ascaragorth el degollador. No había mortal al norte del continente que no temblase al escuchar mi nombre. Hasta que un día, en una escaramuza contra una legión de elfos, caí en el campo malherido y mis compañeros, presos del pánico, me dejaron atrás.
Días después desperté en una cama extraña, en una habitación que no me resultaba familiar, con vendajes por todo el cuerpo y sin mis armas.
Por más que lo intentaba no era capaz de ponerme en pie. Mis esfuerzos por incorporarme eran en vano pero, tras casi una hora intentándolo, logré sentarme en el borde de la cama.
- No deberías hacer esfuerzos – dijo una extraña voz que venía desde detrás de la puerta entreabierta – aún no estás recuperado del todo.
En ese momento me puse en pie rápidamente pero después de apenas dos segundos caí de bruces al suelo.
- ¿Quién eres y que me has hecho? – Pregunté desde el suelo, intentando ver algo en la sombra de la puerta a la par que buscaba un arma con la que defenderme.
- Tranquilízate, somos una orden de sacerdotes. Te encontramos casi muerto entre un reguero de cadáveres al norte de aquí y te trajimos para curar tus heridas.
Tras una larga "negociación" accedí a quedarme en el templo ya que la otra opción era irme y morir en el bosque antes de que pudiese cruzarlo. Los primeros días me quedé aislado en mi habitación, en guardia por si pasaba algo, nunca me he fiado de los humanos. Los días pasaban y me empezaba a aburrir ahí dentro así que decidí salir a explorar el monasterio, ver quienes lo cuidaban y con qué propósito me salvaron la vida.
Al salir de la habitación lo primero que vi fue que no era el único a quien allí cuidaban. Había un largo pasillo con varias puertas que, supongo, darían a habitaciones como la mía. En un extremo del pasillo había un portón de madera, más grande que el resto así que me dirigí a ella para ver que había detrás. Era una salida a un patio bastante grande en el que paseaban varios sacerdotes. Al percatarse de mi presencia, un sacerdote humano que estaba allí se me acercó.
- Hola, por fin te conozco, es todo un placer. – Dijo el sacerdote entusiasmado.
- ¿Quién eres tú y a qué viene tanto entusiasmo? – Pregunté con desconfianza.
- Tan solo soy un clérigo más de esta orden. – Contestó el sacerdote. – Mi entusiasmo se debe a que eres el primer orco que conozco y el primero de tu raza que pisa dentro de estos muros en los cuatrocientos años que llevan levantados.
Aquellas palabras me intrigaron. Era el primer orco en pisar aquel monasterio en tanto tiempo. Con tantas riquezas a la vista y con tan solo un puñado de sacerdotes custodiándolas y era el primero en entrar.
- ¿El primer orco que entra aquí? – Pensé en voz alta a la vez que recorría con la mirada el muro que los protegía, sin un solo agujero, ni una marca de violencia en él. – ¿Cómo es eso? ¿De verdad ningún clan ha saqueado esto antes?
- Muchos lo intentaron pero ningún clan orco ni tribu de minotauros han conseguido jamás traspasar estos muros. Incluso un grupo de mercenarios humanos lo intentaron alguna vez.
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El diario de Ascaragorth
FantasyEste diario fue escrito por Ascaragorth. Uno de los orcos más temidos de la historia de Urios. Aquí nos relata de primera mano como fue su historia. Desde cuando lideraba las hordas del clan Forjahelada hasta que perdió este cuaderno.