15. "Buenos días"

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Abro los ojos poco a poco para ver a través de la oscuridad. Con ellos ya abiertos, estiro los brazos para desperezarme.

—Buenos días. —me saluda Abel con una sonrisa

—Buenos días. —le saludo de vuelta —. ¿Qué hora es? —pregunto frotándome los ojos.

—Es la una de la tarde. —me informa mirando su reloj.

—Qué tarde. —me siento y me pongo los zapatos. Me levanto de la cama —. Debo irme. Mi madre estará a punto de llegar a casa y todavía tengo que pasarme por la casa de Isaac. —pronuncio empezando a estresarme un poco.

—Tranquila yo te puedo llevar a casa de Isaac. —se ofrece incorporándose.

—¿Me harías ese favor? —pregunto sorprendida y él asiente.

—Claro, además no tengo nada más que hacer. —sonríe divertido.

—Gracias. —le sonrío agradecida.

Se destapa para levantarse de la cama. Entonces recuerdo que se acostó solo con los calzoncillos. En todo momento le miro a la cara.

—¿Tienes hambre? —me pregunta mientras que se pone el vaquero y por último la camiseta.

—La verdad es que un poco. —reconozco sonriente.

—En ese caso puedes ir a la cocina a por algo de comer mientras que me termino de vestir y cojo las llaves del coche. —me indica.

Salgo de la habitación y me encamino hacia la cocina. Me extraña no encontrarme a sus padres o a su hermano en la casa. Abro los cajones buscando algo. Pero no encuentro nada, hasta que doy con un armario lleno de galletas de chocolate. Cojo uno de los paquetes y lo abro.

—Vaya, veo que a ti también te gustan. —comenta con una sonrisa al verme comiendo —. Ya nos podemos ir. —me indica y le sigo hasta la puerta.

Salimos de la casa y nos dirigimos hacia el garaje donde se encuentra aparcado su coche.

—Me ha extrañado no ver a tus padres o a tu hermano en casa. —comento cuando salimos a la carretera.

—Mi hermano se quedó a dormir en casa de su mejor amigo y mi madre tenía que trabajar. Llegarán más tarde. —me explica el porqué —. Por cierto, ¿te sabes la dirección de Isaac? —me pregunta sin dejar de mirar la carretera y asiento aunque él no me vea. Pongo la dirección en la aplicación de mapas del móvil.

Seguimos las indicaciones del GPS y durante el camino no hablamos mucho. Él rompe el silencio entre nosotros.

—¿Qué tal te lo pasaste en nuestra cita? —pregunta rompiendo el hielo.

—No sé, normal. —contesto simple mirando hacia delante. Viendo como los coches nos adelantan o se quedan atrás.

—Solo eso. —sonríe sin apartar la vista de la carretera. 

—¿Qué esperas que te diga? —pregunto con una sonrisa. 

—Quizás que fue la mejor de tu vida. —sonríe bromista. 

—Para eso te lo tendrías que haber currado más. —sonrío. 

—Para la siguiente qué quieres. Una cena romántica en la terraza de un restaurante, debajo de la luz de la estrellas. —me pregunta y en su tono puedo notar algo de burla.

—Oye pues sería bonito. —le sigo el hilo divertida —. Pero, creo que no va ha haber otra cita. —pronuncio mirando el mapa en la pantalla.

—¿Por qué dices eso? —me mira por el rabillo del ojo. 

Voy a contestarle, pero soy interrumpida por la voz del GPS dándonos instrucciones.

Solo iba a ser una citaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora