La colisión

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Todo estaba oscuro, y yo quieta. Hacía frio, ese frio que hace que tengas escalofríos, ese que se te mete en los huesos, ese que no se va, ese que se queda contigo.

Vamos, abre los ojos.

- No... puedo...

Dolor. En cada rincón de mi cuerpo, manos, cabeza, dedos... un constante y punzante dolor.

Levántate.

-No. No puedo... Mi cabeza... mis piernas... todo duele... Mucho.

Tranquilízate, ¿Qué oyes?

-¡Nada! ¡No oigo nada!

¿No lo oyes?

Silencio. Eso es lo que oía. Ya no sonaba la melodía de la radio, ya nadie cantaba el estribillo de la canción, ya nadie reía.

Plic...

Espera, ¿Qué ha sido eso? Parece como si algo estuviera chocando contra una superficie dura. Suena como si estuviera lloviendo, pero una lluvia ligera, pequeñas gotas de agua cayendo contra el suelo. Si, lluvia, eso es lo que estaba oyendo.

¿Segura? Sigue escuchando.

Plic...Plic...

No, no era lluvia, era mucho más ligero, era una melodía sencilla, intermitente. Alguien estaba llorando. Yo estaba llorando, era el sonido de mis lágrimas precipitándose por mis mejillas hasta caer en el cemento inerte. Ahí estaba yo, tirada en medio del asfalto, un asfalto frío, helado y muerto.

¿Recuerdas lo que ha pasado?

Era viernes, habíamos salido a cenar y luego...Luego entramos en una discoteca, bailamos, bebimos, todo iba bien...No, no, ya estábamos en el coche, riéndonos, volvíamos a casa... La música estaba muy alta y yo, yo estaba mandando un mensaje por el móvil y luego todo se paró, las risas, la música...Recuerdo que hubo un frenazo, el sonido de cristales rotos y luego todo se volvió negro.

Abre los ojos.

Empecé a oír voces, notaba gente a mi alrededor, mucho movimiento, intente hablar pero de mi garganta solo salió un sonido inaudible. Entonces abrí los ojos, pero no veía nada, solo destellos, luces que parpadeaban, rojas, azules, intermitentes, figuras oscuras que se movían rápidamente. Gente que me miraba y me hablaba, pero yo no entendía nada, me hacían señas con las manos pero yo solo sentía el dolor que recorría mis venas como una droga, que llegaba a cada célula de mi cuerpo, sin pausa. Un constante dolor que no amainaba, que cada vez era mayor. Me sentía como si me hubieran dejado encadenada, sentada en un caballo de madera, mientras este subía y bajaba al compás de una repetitiva y estridente melodía. Solo que yo no estaba en un tiovivo.

Respira. Todo va a ir bien.

-¿Listos? Una...Dos y... ¡Tres!

Noté como unos brazos me levantaban y me dejaban sobre una camilla, ya no sentía el frio del suelo, la humedad, la gravilla debajo de mis dedos...

-¿Me oyes?...

Y entonces miré sus ojos azules y tuve que desviar la mirada, porque en sus ojos me vi, vi a una chica totalmente destrozada y magullada. Y mientras me subían a la ambulancia pude ver lo que quedaba de un Fiat y un Renault, y un poco más lejos dos bolsas negras que tapaban los cuerpos que yacían sin vida.

Y todo se volvió negro.

Es hora de despertar. Abre los ojos.

Noté como alguien me cogía de la mano y me apretaba con fuerza, y vi a mi madre sentada al lado de mi cama con unas oscuras bolsas bajo sus preciosos ojos, mirándome, y mientras me acariciaba dulcemente mi mano, susurró:

-Descansa, todo va ir bien.

Abre los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora