9. "Ni se te ocurra"

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—¿Queda mucho para llegar? —le pregunta Eva a Lisa —. Necesito ir al baño. —añade moviendo sus piernas en el asiento.

—No queda mucho. —le asegura ésta.

El autobús sigue avanzando unos metros más hasta que llegamos a un pequeño pueblo.

—Ya estamos. —nos avisa Lisa. Se levanta y coge sus cosas. Todas la seguimos y bajamos en la parada.

Andamos un rato por el pueblo, cargadas con las mochilas, hasta que llegamos a una especie de pequeña casa rural en un bosque.

—Es preciosa. —comento admirándola.

Lisa saca las llaves de su bolsillo y abre la puerta. Entramos en la casa. Dejamos las mochilas encima de los sillones que hay en el salón junto con una televisión.

—Vamos a ver las habitaciones. —Bianca se adentra en el pasillo.

Hay dos habitaciones, las dos con una gran cama de matrimonio, pero sola una de ellas tiene una cama individual supletoria.

—¿Cómo vamos a dormir? —pregunta Lisa mirando las habitaciones —. Yo si no os importa, me pido ésta. —coge su mochila y la deja encima de la cama de matrimonio.

—Vale, ahora solo faltamos las demás. —comento mirando a mis nuevas compañeras de casa rural.

Después de unos tres minutos más sin exagerar, decidimos que en la habitación azul junto con Lisa, dormirán Bianca y Eva, y Amelia y yo dormiremos en la habitación roja.

Guardamos todo en nuestros respectivos armarios. Cuando todo está recogido y acomodado nos sentamos en los sillones y ponemos la televisión.

—¿Vosotras creéis que me va a escribir? —nos pregunta Lisa rompiendo el silencio que se había creado entre nosotras.

—Después de que hayan intimado tanto, puede. —le contesta Bianca —. También le puedes escribir tú, no hace falta que esperes a que te escriba. —le aconseja.

—Podemos dejar de hablar de chicos, estamos en una casa rural hagamos algo divertido. —pronuncio cerrando el libro que había empezado a leer.

—¿Y qué te apetece hacer? —me pregunta Eva.

—Podemos hacer un bizcocho o algo de comida. Me estoy muriendo de hambre. —sugiero dejando el libro en la mesa de centro.

—A mi me parece buena idea. —se levanta conmigo Amelia y nos dirigimos a la cocina —. ¿Sabes la receta? —me pregunta a lo que niego sonriendo —. Espera voy a por el móvil. —se va y mientras voy sacando algunos utensilios, que vamos a necesitar.

—Ya estoy aquí. —vuelve con el móvil. Buscamos la receta y cuando la encontramos empezamos a prepararla.

—Venimos a ayudar. —aparecen las tres que faltaban en la cocina. Ponemos música de fondo y nos repartimos las tareas.

—Ni se te ocurra. —me dice Amelia mirándome amenazante.

—¿El qué? ¿Esto? —le mancho la cara con mantequilla y con eso empiezo una guerra entre todas.

Acabamos manchadas de harina y levadura por todas partes.

—Esto está riquísimo. —prueba la tarta Bianca —. A merecido la pena mancharme tanto. —sonríe, nos parte un trozo a cada una y nos lo da.

—La verdad es que la tarta ha quedado súper buena. —cometa Lisa aún masticándola.

—¿Quieres más? —le pregunto.

—No, gracias. —me sonríe y deja el plato en la encimera —. Debo ir al baño. —nos dice y se va.

La sigo sin que se dé cuenta. Me quedo escuchando al otro lado de la puerta. Oigo cómo sube la taza del retrete, pero me tranquilizo cuando escucho que no está vomitando la comida.

—¿Qué haces aquí? —me pregunta extrañada Amelia.

—Solo estoy esperando a que salga Lisa para entrar al baño. —miento. Parece creérselo porque se va y vuelve junto a las demás.

—¿Qué haces aquí afuera? —me pregunta Lisa cuando abre la puerta y me ve ahí plantada.

—Solo quería averiguar una cosa. —pronuncio, pero cuando voy a entrar en el baño, ella me para cogiéndome de la muñeca.

—¿El qué? —me pregunta mirándome directamente a los ojos, por lo que no me queda más remedio que contarle mis sospechas —. Últimamente comes muy poco y luego cuando vas al baño sueles vomitarlo todo como aquella vez que te vi en el baño. Me preocupas. —me sincero.

—Tranquila, estoy bien. —me asegura intentando tranquilizarme y después se va.

Entro y cierro la puerta detrás de mi. Cuando acabo salgo de allí y me dirijo hacia la cocina.

—¿Todavía no te has duchado? —me sonríe Bianca mirándome y yo niego —. Entonces me voy a duchar yo primero, —se pide —para quitarme esto. —se señala y sale de la cocina.

—Voy a ver si me ha escrito Abel. —Lisa sale y se va al salón a mirar su móvil.

—Yo también voy a ver si me ha escrito Hugo. —sale también Amelia.

Nos quedamos Eva y yo solas en la cocina mirando por donde se han ido antes las chicas.

—Estas enamoradas. —comenta mirándome con una sonrisa —. Bueno, voy a ver si ha acabado Bianca y a ver si me puedo duchar, para quitarme la harina que tengo en el pelo, gracias a ti. —me acusa cuando pasa por mi lado.

—No toda esa harina es mía, solo una parte. —sonrío —. Pero lo bien que te queda y lo bueno que es para el pelo. —bromeo.

—Ya ves ahora van a hacer mascarillas de pelo con harina. —sonríe siguiéndome el hilo —. Seguro que quien las haga se va a forrar.

Justo en ese momento Amelia entra por la puerta.

—¿Por qué estáis hablando de mascarillas de pelo con harina? —nos mira como si fuésemos dos locas.

—No estamos locas, somos visionarias. —sonrío —. Eva me ha dado la idea y vamos a llevar a cabo ese negocio, nos vamos a hacer de oro.

—¿Qué te parece si añadimos otros productos a nuestra línea como la mascarilla de chocolate? —me propone mi socia.

—Pues me parece una buena idea. Lo único que no sé si va a llegar la materia prima. Porque a lo mejor la gente se lo come según se lo va aplicando en la cara. —sonrío divertida.

—Pues ya está, dos negocios en uno, de alimentación y belleza. —sentencia como una buena señora de negocios.

—Así me gusta, socia. Pensando en grande. —sonrío y chocamos los cinco como dos niñas pequeñas.

—Saben mejor me voy a ir, a ver si se me va a pegar parte de su tontería y alguien tiene que estar cuerda en este grupo. —Amelia sale de la cocina con una sonrisa en la cara.

—Nosotras estamos muy cuerdas. —gritamos Eva y yo a coro —. Somos visionarias del futuro. —repetimos sonrientes.

Solo iba a ser una citaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora