4. Recuerdos olvidados

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¿Os imagináis despertar porque alguien os está haciendo caricias en la espalda? Si, debe de ser maravilloso... Pero ese no es el caso.

Me he despertado por los gritos de Ian y Matteo. Estoy a punto de salir a pegarles, pero un grito por parte de Leslie hace que me detenga.

-¡Cómo tenga que salgir de la habitación para que os calléis os parto un cactus en la espalda!- para que mentir, a pesar de su grito siguen haciendo el mismo ruido.

Finalmente me levanto, abro la puerta muy fuerte y me sitúo en el umbral de esta, veo pesar a Ian corriendo con un caldero en la cabeza, el grito que iba a dar se queda en un inofensivo sonido de confusión, un segundo después, Matteo pasa corriendo con una escoba mientras grita.

-¡Daré muerte el dragón!- Ian hace un extraño ruido intentando imitar al animal fantástico.

-¡La muerte si que te la voy a dar yo a ti como no te calles!- me acerco por detrás y le saco la escoba de la mano.

Cuando el otro desequilibrado mental pasa por mi lado, lo cojo del cuello de su camiseta y lo freno en seco.

-Como no dejéis de correr por el pasillo en este instante os voy a partir está hermosa escoba en la espalda, y es de madera- digo en un susurro cerca de la oreja de ambos- así que ahora iréis a jugar a vuestro absurdo juego en el jardín, quién ahogue al dragón en la piscina gana el juego.

Suelto a los dos idiotas y ellos salen corriendo, justo después de recuperar la escoba. Creo que haré como Bruno y empezaré a tener un bate de béisbol al lado de mi cama.

Suspiro con pesadez y vuelvo a mi cuarto, me paro frente al armario mientras me muerdo el labio inferior. Son cerca de las nueve y media, tengo que ir al gimnasio, por lo que observo la parte donde está la poca ropa de deporte que me he traído, luego de un rato de darle vueltas, opto por unos leggins cortos y una camiseta oversize con una frase motivadora que no me paro a leer. Una vez estoy vestida cojo mi mochila y meto un cambio de ropa para cuando acabe mi entrenamiento. Antes de ir al gimnasio debo pasar por casa para pedirle el coche a mamá mientras ella está de viaje, también aprovecharé para seleccionar la ropa que me voy a traer y lo que voy a donar.

Cuando llego a la cocina veo a Jace vestido para ir a entrenar, lo sé porque lleva puesta una camiseta y no está medio desnudo como siempre, entre una de sus manos tiene una taza de café con hielo y en la otra un bocadillo de bacon y huevo a medio comer.

-Vas a ir al gimnasio, ¿no?- pregunto mientras cojo fruta de la nevera.

-Si señora, este cuerpo no de cuida solo- se señala a sí mismo con una sonrisa arrogante.

-¿Puedes dejarme en casa de los abuelos para que coja el coche de mamá?- me limito a preguntar mientras ignoro su gesto.

-Si, pero salgo en diez minutos- dice con la boca llena.

Ruedo los ojos mientras paso la fruta y el yogur por la batidora, vierto el batido en un vaso de plástico reutilizable y miro a Jace con una sonrisa.

-Me sobran ocho- imito su sonrisa arrogante de hace un momento.

Cuando él ha acabado de desayunar sube a por su mochila y nos vamos. Durante el camino no decimos nada, me he levantado de mal humor y él lo sabe, si le quiere lo más mínimo a su vida, no dirá ni una palabra.

-Fin de la ruta- una vez para el coche me empuja para que baje.

-¡Eres todo un caballero!

Le saco el dedo cuando estoy fuera, cojo mi mochila y entro en casa. Veo a la abuela en la cocina y sonrío.

Someone Like YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora