Cuatro: sillas.
Tiempo atrás, Yoongi solía ir a un pequeño y bullicioso comedor donde se sentaba con sus amigos a comer y hacer tonterías.
Ahora, que sólo quedaba él. Se veía como un lugar muy grande y demasiado silencioso.
Y es que en la compañía donde trabajaba, rara vez habían muchas personas almorzando juntas, los grupos de Idols comían en otro lugar diferente, mientras que los productores, coreógrafos, managers y demás, solían comer en sus propias oficinas, ignorando el verdadero comedor asignado.
Yoongi suspiró agitado y miró la hora en su reloj, el minutero marcando justamente las doce.
— ¿Te vas a sentar o no?— Yoongi miró a su lado, viendo la sonrisa juguetona de Jungkook, y simplemente se encogió de hombros.
— Vamos al puesto de siempre. — Dijo encaminándose al único lugar donde habían dos Mesas juntas.
Las mesas estaban hechas para que se acomodaran un máximo de tres personas (dicho antes, en verdad nadie iba a ese comedor, así que no habían muchas cosas) por eso mismo Yoongi solía tener un puesto donde habían dos Mesas juntas y cinco sillas a su alrededor.
Se sentó en su lugar de siempre, Jungkook sentándose a su lado mientras comenzaba a jugar con un tenedor y cuchara que él le había pasado para que "creará un nuevo ritmo" mientras disfrutaba de su almuerzo.
— ¿Llegarán los demás?— Preguntó mientras comía un pedazo de carne. Jungkook se encogió de hombros.
— Namjoon y Tae siempre llegan tarde, y Hobi viene sólo si estás tú— Yoongi apretó su mandíbula mientras asentía, tomando ahora un poco de jugo de naranja.
Todo se sentía tan normal, tan rutinario, una rutina que a él encantaba pero... ¿Porqué se sentía mal?
La puerta se abrió de par en par, dejando ver a un joven chico de cabello rubios. Yoongi lo ignoró cuando este le vio sentado en su puesto de siempre, sintiendo la pena en la mirada del contrario.
— Ese solía ser tú amor platónico, ¿no?— Murmuró hacia Jungkook, quién simplemente le miró mal antes de comenzar a marcar ritmo, esta vez con la palmas de sus manos.
Unos minutos después llegaron Namjoon y Taehyung, el castaño iba en la espalda del más alto contando uno que otro chiste, y al lado de los dos iba Hoseok riendo estrepitosamente.
Cuando los tres tomaron asiento en sus lugares y comenzaron a conversar entre todos y nuevamente el malestar en Yoongi apareció.
Su mirada se volvía difusa de a momentos, escuchaba los gritos y risas de sus amigos, los veía a su lado... Pero, en segundos, todo se volvía borroso, ellos desaparecían, y volvía a estar solo.
De a momentos los efectos de sonido de Hoseok destacaba por sobre todo, y después sólo escuchaba el microondas de fondo.
De a momentos veía a sus amigos y pareja a su alrededor, y después veía las cuatro sillas vacías.
¿Qué demonios le estaba pasando?
— ¿Me puedo sentar aquí?
Yoongi alzó la vista, sus amigos desapareciendo, las cuatro sillas estando vacías.
— No— Respondió rápidamente, su garganta sintiéndose seca— Ahí se sienta Kookie.
El rubio le miró confundido, y pudo ver un poco de lástima en sus ojos. Pero no le importó, porque cuando nombró a su hermanito, este volvió a aparecer sobre la silla.
— ¿Y si me siento-
— Ahí va Namjoon— Dijo apuntando a otra silla.
Y ahí apareció su mejor amigo, como si nunca se hubiese ido y siguiera conversando tranquilamente con...
— A su lado está Taehyung— Claro, Namjoon estaba conversando con Tae. — Y a mi lado va Hoseok.
Yoongi pudo volver a respirar cuando los vio a todos otra vez.
— Oh, bueno yo... Disculpa.— El rubio se inclinó antes de comenzar a caminar. Yoongi pudo sentir como Hoseok le pegaba en la cabeza.
— No seas mal educado, dile que traiga una silla y ya está— Yoongi arrugó la nariz mientras asentía molesto.
— Mocoso— El rubio se giró, mirando a Yoongi con curiosidad— Si quieres sentarte, trae una silla.
— Ah, claro— El rubio sonrió mientras tomaba una silla al azar y se sentaba frente a Yoongi— Soy Jimin, por cierto.
— Yoongi— Murmuró antes de seguir comiendo.
— Tú eres productor ¿cierto? ¡Eso debe ser increíble! Yo no me imagino componiendo buenas canciones ¿sabes?
Jimin siguió hablándole a Yoongi durante todo el almuerzo, y al rubio mayor no le molestó, toda su vida estuvo acostumbrado al ruido de las conversaciones de sus amigos, así que ver que el mas pequeño parecía ser un parlanchín de primera, logró traerle una pequeña paz al mayor.
El ruido seguía a su alrededor, las sillas ahora eran seis, y él estaba bien con eso.