Ahora o nunca

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Chequé que el boleto estuviera en mi bolsillo y me fui... Vi su hermosa y deslumbrante cara por última vez mientras que el tren se dirigía a un túnel. Nunca la volvería a ver. Me sentí tan deshecho que decidí olvidarla, hasta que... Cinco años después, ya dando clases como profesor de psicología, me invitaron a participar en un congreso exponiendo el tema de las nuevas teorías acerca de los sueños en Europa. Al aceptar la invitación tenía que estar de acuerdo en trabajar con la pareja que me asignaran sin cuestionar. Yo acepté la invitación sin problema.

Al llegar a mi destino me recogió mi nueva pareja de trabajo, ¡¡era una mujer hermosa!! Al verla me di cuenta de que ya la conocía. ¿Podría ser ella? - me pregunté. Sin duda era ella, Olivia, la mujer de mis sueños; la mujer a la que había olvidado para ya no sentir dolor, la mujer que deje en la estación de tren hace tantos años, la mujer a la cual le destrocé el corazón abandonándola.

Trabajamos juntos preparando el congreso y ella no se acordaba de mí. Hubo un momento en el que al fin tuve el suficiente valor de recordarle sobre quién era yo; de nuestro pasado y tal vez, si las cosas salían bien, invitarla a salir. Al dirigirme a ella, se volteó y me miró. Estaba espantado y aturdido, mis labios eran incapaces de abrirse y no podía formular ni una palabra, hasta que ella recordó que nos conocíamos. Ella sonrió y me dijo que fuera con ella. Me llevó a un lugar importante para ella y me platicó de cómo superó la pérdida que los dos sufrimos. Estaba tan sorprendido y tan feliz por ver su hermosa sonrisa otra vez que no pude resistir, le agarré la cara con mis manos y la besé. Sus labios contra los míos y toda le felicidad regresó a mi ser. Ella no reaccionó, solo se quedó quieta contemplando el momento. Antes que el "momentum" se perdiera le pedí que fuera mi novia. Sin dudarlo dijo que si. Era un sueño hecho realidad.

Finalmente, después de un año de salir como novios, planeé una cena romántica en un restaurante con vista hacia un lago para que le pudiera pedir su mano en matrimonio. De antemano pedí que le prepararan su comida favorita, la cual era lasaña; le compré un anillo de oro hecho a su medida con diamantes incrustados; pedí que sirvieran su vino favorito, el cual era un cabernet sauvignon y que prendieran velas en el centro de la mesa. Fui por ella a su casa; y al llegar la vi y me quede sin palabras. Estaba usando un vestido de color vino y llevaba una bolsa pequeña con colores oscuros, se veía hermosa. Al llegar al restaurante, la ayudé a sentarse a la mesa. Platicamos de cómo nuestra relación había madurado y como había dado muchos frutos. Mientras que la noche pasaba yo me preparaba para lanzarle la pregunta y en el momento oportuno lo hice. Le dije que quería pasar el resto de mi vida con ella y le pregunté si quería casarse conmigo. Ella sin titubear dijo que sí. Nos casamos en una hermosa iglesia donde muchas personas asistieron. Luego fuimos al salón de fiestas donde bailamos y brindamos sin medida.

En camino a nuestro nuevo departamento un choque inesperado sucedió. Lo único que me acuerdo es haber despertado en el hospital. Un doctor me dijo que necesitaba ir con él porque era muy urgente. En lo primero que pensé fue en mi querida esposa, Olivia. Los dos estábamos heridos pero ella estaba en unas condiciones de las cuales nadie podría recuperarse. Al llegar a su cuarto, lo primero que hice fue agarrarle la mano, besarla y decirle que aguantara un poco más porque todo iba a estar bien. De repente se empezó a convulsionar y los doctores llegaron corriendo. Estaba tan espantado y preocupado que mi mente no estaba preparada para lo que posiblemente pudiera venir. En ese momento me quede sin la capacidad de escuchar. Solo veía como los doctores le daban electrochoques en el pecho a mi querida esposa. Lo siguiente que pude escuchar fue un sonido agudo y constante de la máquina a la cual estaba conectada ella y un silencio profundo se postró sobre el cuarto. Ya sabía lo que significaba ese sonido. Quería decir que acababa de perder al amor de mi vida, a la única persona que me comprendía. Lo único que me dijo el doctor fue que lamentaba mi pérdida.

A la hora que me la dieron para llevarla a incinerar recordé que ella no quería que la incineraran, sino quería que la enterraran para que se convirtiera en parte de la tierra. Contraté a un clero y llame a los familiares de Olivia para que vinieran al funeral. Todos contestaron con tristeza y llanto pero asistirían. Estaba tan triste y abatido que a la hora de decir unas palabras, al enterrarla, me solté en llanto. Ya no podía más con mi dolor por la ausencia de Olivia.

Me sentía muy culpable. Pensé que merecía pasar el resto de mi vida en la cárcel. Hubiera preferido ser yo en lugar de ella. En el fondo deseaba estar muerto.

Me sentí tan vacío y sin ningún motivo para vivir que decidí que quería estar con ella de nuevo pero traté de continuar con mi vida como si fuera un día normal. Esa noche, Olivia se me apareció en mi sueño en forma de ángel. En el sueño me habló de cómo los dos podíamos estar juntos de nuevo y que me amaba mucho. Al despertarme me quedé impresionado porque ella me pedía que estuviéramos juntos. Me pregunté a qué se refería con estar juntos de nuevo y por fin me di cuenta que ella me pedía que me suicidara. Pensé sobre lo que iba a hacer y lo reflexione por varios días. Al final supe que hacer. Me iba a suicidar, pero me iba a quitar la vida de una manera en la que la pudiera honrar.

Hice un plan llamado el Plan Olivia, lo diseñe a la perfección y nada podía salir mal. Este plan consistía en suicidarme a la misma hora en la que chocamos, usando un coche igual, yendo a 160 km/h, en la misma calle en la que chocamos. Primero tenía que conseguir un coche porque el coche en el que chocamos estaba destrozado. Preparé todos los detalles de acuerdo al plan y esperé a que se hiciera de noche. Me sentía cansado y nervioso con respecto a lo que iba a realizar.

Cuando la noche calló, empecé a cuestionarme sobre la moralidad de lo que estaba apunto de hacer al quitarme la vida, me cuestioné si con este acto iba a honrarla, sobre cuánto lastimaría a las personas que me rodean, sobre si me iba a doler o no, o si iba a ser rápido. También reflexione sobre mi amor ante ella. La verdad era que sí la quería y la sigo queriendo con todo mi ser y ahora que ya no está conmigo, mi corazón está tan seco como un desierto, pero en realidad ella vale la pena para que me quite la vida? También pensé en lo que ella me diría si estuviera viva.

Estuve reflexionando un rato muy largo en el cual habían pensamientos que me alentaban a llevar a cabo mi plan, mezclados con pensamientos que me detenían y apartaban de la decisión de terminar con mi vida... pero el tiempo corría. Ya era la hora y todos los preparativos estaban listos. Por tanto pensar, quedé un poco aturdido. Estaba muy confundido. Como si estuviera drogado, como un autómata, salí a la calle y me subí al coche. Agarré las llaves, prendí el coche, agarre el volante y pise el acelerador a fondo. Por la ventanilla vi las luces pasar como si fueran estrellas fugaces. No tuve que pensar en el camino que debía tomar porque ya lo había memorizado y podía ejecutarlo de manera automática.

Estaba a punto de llegar... El final se acercaba... Mi corazón se aceleró al punto que parecía que iba a explotar. Sentía como si pasaran descargas de electricidad por mi piel. Los bellos de todo mi cuerpo se erizaban. Las piernas y los brazos me temblaban. Sentía un hueco en la boca del estómago. La calle estaba muy cerca. No lejos pude ver el poste y al verlo pisé el acelerador al máximo. Sentí una sacudida colosal.

No sabía si estaba inconsciente o muerto. No se cuanto tiempo habrá pasado. ¿Habrán sido minutos? ¿Horas? ¿Días?

De pronto me senté de manera violenta, abrí mis ojos de forma brusca y me pregunté: " ¿Acaso fue un sueño?". "¿Qué parte de esta historia fue real?". 

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⏰ Last updated: May 16, 2019 ⏰

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Never Tickle a Sleeping DragonWhere stories live. Discover now