Capítulo 12: Traición

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            ― No va a aparecer ―dije cansada después de media hora esperando.

            Jordi había trepado por la pared de piedra medio transformado en dragón. Estaba aproximadamente a unos diez metros del suelo, justo por encima de donde yo estaba sentada con los brazos acunando mis piernas. La posición era de alerta, pero allí arriba, cogido con los pies y los brazos en forma de garras y las alas plegadas, parecía el típico lagarto que veía de vez en cuando trepar por las paredes del castillo. Así que decidí no mirarle, más que nada para no reírme de él.

            ― El guardia sigue allí, parece estar mirando a los demás guardias ―dijo con la voz teñida de sospecha.

            Ese tono en su voz me hizo recordar a un niño pequeño rondando por el castillo en busca de fantasmas. Esa emoción inocente hizo que me sintiera pequeña de nuevo.

            ― Estarán hablando. Siempre he pensado que debe ser un aburrimiento pasarse horas allí vigilando una puerta por la que, probablemente, no aparezca nadie.

            Entonces escuché el pequeño ruido de sus garras sobre la piedra, se había tensado y estaba más alerta. Alcé la cabeza para verle, en efecto, había alargado el cuello para mirar más atentamente.

            ― Acaba de ofrecerles algo para beber ―dijo con tensión―. Se han negado, pero ha conseguido convencerles.

            Me asomé por el borde de la pared para intentar ver algo que sabía que no vería. Era absurdo siquiera intentarlo, desde donde estaba no tenía una buena visibilidad. Alcé la cabeza de nuevo y enarqué una ceja.

            ― ¡Estupendo! ¡Ya le has pillado! El guardia es todo un caballero con sus compañeros, vamos a atacarle por ser cordial ―susurré con cierta ironía.

            Él siguió mirando el lugar y sonrió de un modo que auguraba que iba a dejarme de piedra.

            ― ¿Sí? ¿Y qué te parece si le atacamos por envenenarlos?

            ― ¿Qué quieres decir?

            ― Pues que los otros guardias acaban de caer redondos al suelo ―dijo mientras se acercaba un poco más con la sonrisa triunfante―. Y adivina quien acaba de aparecer.

            De un salto aterrizó en la arena levantando una nube de polvo que me obligó a retroceder un par de pasos mientras me cubría la cara con un brazo. Sin decirme nada lo vi correr a la vez que extendía las alas y empezaba a convertirse en dragón.

            La primera vez, al estar tan oscuro, no pude apreciar su transformación. Así que me quedé con la boca abierta al ver sus ropas rasgarse al aumentar su tamaño y teñir su cuerpo de un tono verde-terroso. Aparecieron sus garras y su cara se deformó hasta crear un morro alargado y unos dientes del tamaño de una persona. Y las alas… dios, las alas eran realmente magnificas.
A pesar del asombro me asusté ante la posibilidad de que se acercase al pueblo y que alguien pudiera verle. Si veían al dragón, lo atacarían sin pensárselo dos veces.

Un frio helado recorrió mi cuerpo al darme cuenta de lo que habia pensado. Hace unas semanas me habría preocupado por la gente del pueblo. Ahora, en cambio, me preocupaba que mi gente… ¿pudiera hacerle daño al dragón?
Sacudí la cabeza ante tal irracional sentimiento.

Me dirigí corriendo en pos del dragón. No pude reprimir un pequeño chillido al ver al guardia correr despavorido hacia el poblado y a…

            No. No puede ser…

La leyenda de San Jordi, el Dragón y la Princesa... ¿O era al revés?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora