La mañana había empezado hacía unas horas, con la salida del sol. El castillo, sin embargo, apenas se había detenido en toda la noche. Esa mañana sería la boda del príncipe Jorge y Margarita.
La dama también había madrugado. Los nervios habían impedido que descasase tanto como acostumbraba. Por suerte, los polvos podrían impedir que aquello se apreciase. La habían bañado a conciencia, y su piel, suave y blanca como la nieve, olía a vainilla. Su larga melena, peinada con cuidado y mimo, estaba sedosa, brillante como ella sola.
Tanto su hermana, como su madre, entraban y salían constantemente de su alcoba para ir ordenando todo, pero ahora, mientras le acababan de poner el delicado y hermoso vestido marfil, cada dama de la corte parecía estar metida en la estancia. Cogió aire, y tras sonreír a una de sus damas, que se había retirado con una pequeña lágrima, se observó en un espejo de cuerpo entero.
La tela se amoldaba perfectamente a su vientre, plano. Poco debería durar aquello así... aunque si podía, lo evitaría durante un par de lunas. Siempre había sido una muchacha joven, hermosa. Y era un hecho innegable, su belleza sería una de las cosas que más se comentaría en el reino.
Cada grande señor se había desplazado hasta la corte a lo largo de la semana. Todo estaba abarrotado de gente, y era maravilloso. Al menos para ella. La reina Joanna había tenido un humor bastante más arisco, y su paciencia se agotaba en seguida. No podía golpear a Sanç delante de todo el reino, y eso solo hacía más que incrementar ese mal humor.
─dejadme sola, por favor.─ pidió la joven, observando la pequeña tiara que llevaría, sobre el catre.
Era cuestión de tiempo que todo comenzase. Debía llegar a la catedral, darse aquel baño de masas que tanto la adoraban. Su popularidad, y la de su familia, era superior a la de la reina. Margarita y su madre se habían dejado ver en multitud ocasiones. Después de la misa del domingo, se encargaban de dar limosna a los pobres que se congregaban en las puertas.
Desde luego, su familia había trabajado duramente para que todo fuera adecuado. En la capital, además, se necesitaba todo el cereal que poseían en sus tierras, y el hambre había disminuido considerablemente. Así pues, igual que la calidad de vida de los ingleses había mejorado, en cierto modo, también debería ser la boda más esplendida que se pudieran permitir.
Y no era cuestión de oro o plata. La boda de la reina aún no se había sucedido, así que no podía ser la más ostentosa, esa era para su Majestad. Aun así, Margarita sería coronada como princesa de Inglaterra hasta que Sanç y Joanna tuvieran una hija.
Para cuando quiso darse cuenta, caminaba de forma solemne, cogida del brazo de su hermano mayor, Edward. La música de la catedral resonaba de fondo, y alzó la vista, contemplando a los señores, situados en lo largo de la nave central, de pie y observándola pasar.
De pie, con la corona y su manto correspondientes, esperaba el príncipe Jorge y el obispo. Tomó aire, esbozando una pequeña sonrisa mientras sus ojos buscaban al pelirrojo, en primera fila, al lado de la Reina.
Negó internamente, y se despidió con un pequeño asentimiento de su hermano, que la dejó en las manos del suave monarca, que le sonreía con un brillo especial en sus ojos, que le invadió-.
Alteza...
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Secreto Rojo
RomanceEl juego ha comenzado. Margarita, Sanç, Joanna. ¿El amor lo justifica todo? Margarita se descubrirá a si misma haciendo lo que sea por conseguir algo que ansia. El amor como motor de una serie de traiciones, intrigas, dramas, sangre y en definitiva;...