Capítulo 4

27 2 0
                                    

Andrea se acercó lentamente a Matias y le besó. Haciendo una sensual danza erótica con ambas lenguas.

Matias se acercaba cada vez más a ella, hasta al fin recostarla en la cama. Con Matias arriba y Andrea abajo, besándose.

Algo le detuvo. Bang. Un disparo. Bang. Otro disparo.

Salió de inmediato de la habitación dejando sola a Andrea.

Era un tiroteo.

Dos de los trabajadores de los Hermanos Lynch –la competencia en la venta– al parecer habían seguido a Jay para asesinarlo.

Matias trató de ayudar.

Ya que no había sido visto antes, caminó a espaldas de los trabajadores; ni siquiera Jay lo vio, ya que estaba más preocupado por meter un poco de plomo en aquellos tipos.

Vio una botella de cerveza tirada y optó por golpearlos en la cabeza con ella.

Ambos cayeron al suelo.

Jay tomó su arma y les dio varios tiros al pecho. No le importaba sí ya estaban muertos; les aplastó el cráneo de un zapatazo.

Además, les escupió un pequeño chorro de sangre para así, finalmente ambos salir de aquel bar.

Alex estaba en las calles de la ciudad, tratando de buscar un trabajo decente.

Continuó caminando hasta que vio un pequeño anuncio de Subway en un poste: Se busca empleado de 15 años en adelante.

Anotó la dirección en su teléfono y comenzó a seguirla.

Finalmente llegó a un centro comercial: cerca de la salida encontró dichoso Subway.

Se abrió paso entre la gente y entró.

Olía mal. Como sí alguien hubiera muerto. Pero bueno, ¿qué esperaba de un local de comida rápida?

Volvió a encontrarse el anuncio: se acercó al chico que atendía.

— ¿En qué te puedo ayudar? —preguntó el trabajador, con esa sonrisa falsa de siempre.

— Vengo por el trabajo —respondió Alex.

El chico simplemente estiró su mano hacia el lado derecho y señaló una oficina que tenía la leyenda Señor Salvatore Jefe.

Alex se dirigió de inmediato al lugar.

Tocó dos veces, y al tiro se escuchó cómo alguien gritaba ¡Pase!

Lo primero que vio al entrar fue un escritorio, y una de esas sillas giratorias dándole la espalda a él. Pudo escuchar cómo la persona que estaba en tal silla hablaba por teléfono.

Alex aclaró su garganta para hacerse notar ante el Jefe. Éste se volteó rápidamente.

— Debo irme. —dijo con una sonrisa en el rostro, mientras colgaba— ¿Se te ofrece algo?

Era un tipo musculoso. No pasaba de los 18. Rubio. Apuesto. Con el cabello colgándole como cascada sobre los hombros. Y una sonrisa ciertamente linda.

— Me enteré que había una vacante, señor Salvatore.

— ¿Señor Salvatore? ¡Pff! —hizo la cabeza hacia atrás y rió a carcajadas— Él es mí padre. A mi sólo dime Kevin. —dijo amablemente.

— Ok, señor Salv… —rió— Kevin.

— Está bien. ¿Cuál es tu nombre?

— Alexander Diamandis.

— ¿Tienes experiencia? —preguntó mientras examinaba al menor con la mirada.

— Sinceramente, no. Pero aprendo rápido. Aún estoy en la escuela, así que podría tomar el turno vespertino. Sí es que decides darme el trabajo. —respondió, cuestionandose a sí mismo.

— Bah… —hizo una mueca— ¿Sabes? Esto de hacer entrevistas no se me da mucho. Tienes el trabajo; lo único que te pido es que sí mi padre pregunta, le digas que te hice sudar, haciéndote miles de preguntas —rió— ¿Hecho? —estiró su mano para sellar el trato.

Alex la estrechó con gusto mientras ambos se dedicaban una sonrisa.

— Mañana te necesito aquí a las 4:30, Alex.

— Gracias.

— Un gusto conocerte.

— Igualmente. —contestó Alex, para después darse la vuelta y salir por la puerta por la que había entrado.

Salió satisfecho, sabiendo que de alguna manera ayudaría a Matias.

Sonrió como idota mientras caminaba por la calle de regreso a su casa.

Alex estaba recostado, en su habitación. Alguien le besaba tiernamente la nuca. Bajando hacia su espalda, para después saborear su abdomen.

Estaba oscuro, Alex no podía ver quién era la persona que estaba a punto de hacerle una mamada.

A través de la ventana, una pequeña luz tenue entró, alumbrando brevemente la cara del chico.

Thomas.

Alex abrió los ojos hasta más no poder. Thomas alzó la cara y le dedicó una sonrisa cínica.

Desesperado, trató de soltarse, pero era como sí Alex ni siquiera estuviera ahí.

Sólo podía ver lo que pasaba, pero no podía hacer nada para intervenir.

Thomas seguía besándole, cada vez más agresivamente hasta terminar por morderlo.

A Alex le dio asco. Quería escapar, gritar, patear, empujar… pero lo único que pudo hacer fue llorar. Llorar y sólo llorar.

La desesperación casi lo mató, cuando de repente… despertó.

Asqueado, se levantó corriendo y se dirigió al baño.

Se agachó y puso su cara en cima del inodoro, para poder vomitar.

Vomitó como si no hubiera un mañana.

Al terminar, tenía los ojos rojos, los labios hinchados, y varios caminos de lágrimas en sus delicados pómulos.

Se tiró al suelo. Arrastró su débil cuerpo hasta la esquina de la regadera, se se colocó en posición fetal, y sollozo sin más.

El chico de mis pesadillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora